Lautrec, cronista social de los placeres canallas
La Fundación Canal se convierte en un improvisado cabaret parisino gracias a 65 obras –entre ellas 33 carteles del autor que mejor retrató la cotidianidad de las prostitutas– que abordan los cambios vividos durante la “Belle Époque”.
Todo es placer en esta exposición. Gozo nocturno y deleite de los escenarios. Diversión literaria y satisfacción moderna (consumista). Las obras presentes en la Fundación Canal muestran casas de lenocinio, cabarets y teatros, ferias de arte, libros y un sinfín de opciones con las que provocar el placer del visitante, que súbitamente se ve trasladado al barrio de Montmartre en París, donde las vertiginosas piernas de Jane Avril triunfaban en el Moulin Rouge.
Es Toulouse-Lautrec en todo su esplendor. El pintor de los goces mundanos se presenta con sus mejores credenciales: una colección completa de sus carteles, procedente del Musée d’Ixelles (Bruselas). En realidad es una serie única, si tenemos en cuenta que solo existe otro conjunto similar en todo el mundo. Ahora, y por primera vez en España, se presentan las 33 obras sobre papel del autor francés, para inundar de hedonismo y canallesca las salas que la fundación tiene en Plaza Castilla.
Hace apenas un par de semanas que dejó de mirarse frente a frente con Picasso –en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza– y ahora vuelve a medirse con otros artistas. Pero esta vez él es protagonista. Toulouse-Lautrec y los placeres de la Belle époque explora algunos de los cambios sociales que la modernidad trajo consigo durante los últimos años del siglo XIX y principios del XX. Especialmente para los artistas y literatos que llegaron a la capital francesa hambrientos de modernidad y sedientos de vanguardia, ansiosos por inmortalizar con el pincel o la pluma las transformaciones del momento: el auge de los cabarets, la popularización de los teatros o el nacimiento de la publicidad.
El artista nacido en Albi fue uno de los mejores cronistas de esa sociedad ávida de entretenimiento y diversión. Con un dibujo de volúmenes planos, un par de colores bien llamativos y apenas un puñado de elementos supo captar de forma certera y eficaz la fotografía del momento, especialmente los prostíbulos (quien sabe si su metro y medio de estatura y su malformación congénita le abrieron las puertas de ese y otros tantos ‘paraísos’).
Además, supo dotar al cartel de la categoría de arte. Fue él quien dio mayor difusión a este género en París, si bien es justo recordar a Chéret como el primero en introducir el color en los carteles. Personajes como la bailarina de cancan Jane Avril o el cantante Aristide Bruant le deben parte de su fama. Pues es mérito del pintor que a este último, por ejemplo, se le recuerde altivo, con su bufanda roja y gesto serio.
Ambas estrellas del espectáculo parecen dar la bienvenida al visitante al inicio de la muestra, cuyo recorrido se estructura en cuatro apartados, cómo no, placenteros: el placer del cabaret parisién, el de los escenarios teatrales, aquel que se refiere a la efervescencia literaria –producida por la expansión de la imprenta– y los placeres consumistas (el deleite más moderno).
Las composiciones realistas, casi vulgares, de Lautrec están acompañadas de una treintena de obras firmadas por otros grandes nombres del cartelismo, como Steinlein, Henri-Gabriel Ibels o Mucha (presente también en Madrid, en el Palacio Gaviria). Las escenas del Chat Noir o el Moulin Rouge se suceden así junto a ilustraciones de publicaciones satíricas y carteles promocionales de libros o productos comerciales.
“Nunca he visto la colección tan bien presentada”, confiesa Claire Leblanc, comisaria de la exposición y conservadora del Musée d’Ixelles. Ciertamente, el montaje merece una mención especial, con su luz tamizada y dos proyecciones de bailes cabareteros. Recrea incluso la singular firma del artista –T y L entrelazadas e insertas en un círculo– a través de unas estructuras metálicas que parecen las cancelas de un teatro. Lo que se ve tras esas puertas es la recreación de cuanto ocurrió entre 1880 y la Primera Guerra Mundial. La Belle époque, la canalla parisina y el paraíso perdido. Déjense seducir y descúbranlo hasta el 6 de mayo. Sol G. Moreno