Las metáforas visuales de Guillermo Mora en Alcalá 31
La Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid continúa apostando en la Sala Alcalá 31 por artistas con notable proyección dentro del panorama español. Desde finales de abril y hasta el 24 de julio presenta una muestra, con acceso gratuito, de Guillermo Mora (Alcalá de Henares, 1980), titulada Un puente donde quedarse, en la que el artista madrileño reflexiona y transgrede los límites de diferentes disciplinas artísticas: pintura, escultura e instalación.
Comisariada por Pía Ogea esta exhibición reúne más de 40 piezas, donde no solo plantea una propuesta cromática atrevida, sino que consigue transformar un espacio arquitectónico como el que acoge la exposición, a la par que cuestiona los límites entre varias disciplinas artísticas. Este edificio fue concebido por el gran arquitecto madrileño Antonio Palacios como sede del Banco Mercantil e Industrial y ahora Mora gracias a sus aportaciones con el color modifica la mirada de los visitantes de la muestra en una ilusión óptica de notable impacto visual.
Guillermo Mora, que ya goza de un reconocimiento no solo en España, sino también en su etapa formativa por México, Estados Unidos e Italia, es un creador atrevido, que ha creado metáforas visuales como las que plantea en esta exposición, donde alterna obras que están en el límite entre la escultura y la pintura con instalaciones inmersivas que interactúan con el edificio como la que observamos en la sala principal. En ese lugar ha dispuesto doce estructuras en forma de arco seccionado que cruzan la superficie y cambian el tránsito lineal por uno en zigzag. A partir de esa propuesta de Mora, el visitante deambula por una serie piezas realizadas en los últimos 15 años.
El color tiene una importancia decisiva en la línea innovadora que Mora plantea, tanto si lo hace en esa instalación monumental, como cuando emplea una gama cromática íntima, cercana, en ese tránsito entre lo privado y lo público. Y así en el suelo vamos admirando obras como Trampa (2009), Dos casi cinco (2012), la sutileza de Prototipo y la ironía de Sí pero no (2022), entre otras, que nos llevan a recorrer senderos que se bifurcan, siempre jugando con diferentes escalas, ya sea en relación al techo, la pared o el suelo. Una continua experimentación entre el espacio arquitectónico y sobre todo la pintura, para enriquecer la mirada del amante del arte.