Las líneas temporales y espaciales de Stephanie Comilang buscando la vida
La Fundación TBA21 abre el año con una propuesta expositiva de la artista filipino-canadiense Stephanie Comilang (Toronto, 1980) que permanecerá abierta desde mañana y hasta el 26 de mayo en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. En busca de la vida, título de la instalación audiovisual de gran formato y primera individual de la artista en España, está comisariada por Chus Martínez y ha contado con la colaboración de Sharjah Art Foundation donde se podrá ver la segunda parte del proyecto, de febrero a junio de 2025 en la XVI Bienal de Sharjah, Emiratos Árabes Unidos.
El foco de esta instalación, que se presenta gracias a TBA21 y la colaboración de la Fundación Ecolec, contempla la experiencia de la migración y la interconexión entre las fuerzas coloniales y poscoloniales con los movimientos humanos, y también con los de otras especies animales y vegetales. Stephanie Comilang se ha caracterizado en su trabajo por yuxtaponer temporalidades, geografías y tecnologías en narrativas donde futuros y pasados se alinean, donde se habla de supervivencia, de generaciones, de diáspora, de violencia y de deseo.
En sus películas, que ella misma denomina «documentales de ciencia ficción», mezcla crónica y alucinación en unos relatos donde las voces y puntos de vista son múltiples para contar cómo la cultura y la sociedad se relacionan con los ejes que configuran el mundo globalizado: movilidad, capital y trabajo.
En busca de la vida se visualiza en dos grandes pantallas enfrentadas, en las que se revisan las rutas iniciadas por España tras la colonización de Filipinas. La película traslada a la sala del Museo Thyssen-Bornemisza la extraordinaria escala del movimiento global de mercancías marítimas actuales y el papel clave que ejercen los marinos filipinos.
Estas historias se narran entretejiendo las voces de diferentes personajes en una labor colaborativa: la historiadora Guadalupe Pinzón Ríos; la especialista en mariposas de Filipinas Aster T. Badon; Michael John Díaz y el pintor Joan Songcuya, ambos marinos filipinos; un niño llamado Simón de Michoacán en México. Y cómo no la voz singular de las mariposas monarca.
Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, resaltó la gran fuerza narrativa de Stephanie Comilang para reflexionar sobre las migraciones de seres humanos y especies animales, la investigación sobre la naturaleza y del pasado colonial. Por su parte, Markus Reymann, codirector de TBA21, incidió en la interseccionalidad compleja de la exposición, abordada con sutileza por la artista para plantearnos el fenómeno de las migraciones y su efecto en el medio ambiente.
Stephanie Comilang después de agradecer a TBA 21 y la comisaria por haberle permitido desarrollar este proyecto durante cinco meses: «un viaje largo y corto» de su obra más extensa y ambiciosa hasta la fecha y subrayó que en su relato visual e incluso en los objetos que presenta se «incluyen una multitud de historias entrecruzadas, líneas temporales y personajes, tanto humanos como no humanos, que narran distintas historias de experiencias migratorias y las conexiones inherentes a ellas”.
En el mundo animal la migración es una práctica común, una estrategia para asegurar la supervivencia. Durante años los científicos que estudiaban las mariposas monarca creían que morían en invierno hasta que entendieron que estos lepidópteros viajan más de 4.000 km desde Estados Unidos y Canadá hasta los bosques de abetos de México, realizando una de las migraciones más impresionantes del mundo animal. Pero las mariposas que inician el viaje no son las mismas que llegan a destino. Se reproducen y perecen durante la migración, transmitiendo de generación a generación el sentido de su viaje hasta alcanzar su meta.
En palabras de la comisaria Chus Martínez: “Stephanie Comilang pone en relación en su trabajo la migración de las mariposas monarca y el movimiento de las personas. Mientras que ninguno de nosotros pone en cuestión que el movimiento de los animales y las especies tiene una legitimación, pues sin ese movimiento no habría supervivencia, el movimiento humano es objeto de prohibición continua. (…) Generaciones distintas de seres humanos ‘en busca de la vida’ comparten una experiencia similar a la de las mariposas, la de un viaje que les permita una vida digna». Y añadió en la presentación que el proyecto de Comilang «no solo nos habla de la restitución de objetos sino que lo hace de la dignidad de esas comunidades que viven con nosotros».
La instalación investiga la presencia de España en Filipinas, el viaje comercial del Galeón de Manila, y la creación de rutas mercantiles de una historia todavía vigente. Junto a la película, una serie de piezas textiles sobre fibra de piña, el tejido tradicional local tras la introducción de esta fruta en el archipiélago por los españoles —bordados que aluden a la imaginería de los mantones de Manila y con ellos al pasado colonial español—, inundan la sala de imágenes del mundo natural (flor de la patata, del café, vainilla y otras especies importadas por los españoles), reinterpretadas a través de la mirada de las mariposas.
Esta nueva producción de Comilang se adentra también en la forma de vida y el trabajo de los marineros filipinos, responsables de llevar a cabo una labor indispensable para el tráfico mercantil internacional. A menudo embarcados en travesías que duran meses, alejados de sus hogares y familias, generan entre ellos vínculos y comunidades en los que las canchas de baloncesto improvisadas, la gastronomía y el karaoke se convierten en elementos de una nueva ritualidad.
La historia de la navegación como las historias de ocupación, usurpación, colonización, intercambio, comercio, constituyen el lugar del millón de transacciones entre culturas, materiales y mitos. La propia artista comenta: “Al inicio de la pandemia, vi repetidas noticias sobre marineros filipinos que no podían regresar a sus hogares, las autoridades lo prohibieron por miedo a la propagación del virus. El vídeo recoge esta anécdota concreta que habla de casi 200.000 marineros parados frente a las costas filipinas”.
En busca de la vida es una aventura visual y una reflexión profunda sobre la historia, la identidad y la conexión entre las distintas formas de vida en nuestro planeta. Stephanie Comilang ensaya en su obra una relectura de la naturaleza, contextualizada en la explotación colonial, y también de los ritos, que posibilitan un nuevo comienzo más allá de la crítica a través de escenarios tecno-futuristas, capaces de iniciar nuevos comportamientos que afecten positivamente al planeta y las especies que viven en él.
La compleja relación de la artista con el océano y los organismos que lo habitan se convierte en un tema central. El océano, concebido como facilitador de la dominación colonial, pero también como origen de la esperanza de un mundo abierto y diverso, sirve de escenario para narrar las historias migratorias de los marineros filipinos y los intercambios comerciales y culturales.
Los dos maniquíes al comienzo y al final de la sala donde está la instalación audiovisual constituyen un homenaje al mundo natural, donde no solo hay imágenes de las mariposas monarca en los vestidos hechas de fibra de piña, algo que enlaza con nuestro modo de elaborar con lino, junto a esa serie de elementos marinos visible en las cuatro piezas de bordados que representa diferentes animales marinos, tan presentes en los ecosistemas marinos de Filipinas.