La mirada comprometida de Paolo Gasparini en la Fundación Mapfre
Anteayer se abrió al público la exposición Paolo Gasparini. Campo de imágenes en la sala madrileña de la Fundación Mapfre, comisariada por María Wills, que reúne más de 300 imágenes de este italiano, nacido en Gorizia en 1934, pero que ha vivido muchos años en Venezuela y en otro países latinomericanos. Las imágenes y los libros presentes en la muestra abarcan más de seis décadas de su producción, caracterizada por reflejar las tensiones y contradicciones culturales del continente sudamericano, aunque no sólo. Junto a esta muestra también se presentó otra exhibición dedicada a Carlos Pérez Siquier. Ambas estarán expuestas hasta el 28 de agosto.
Nadia Arroyo, directora del Área de Cultura de la Fundación Mapfre, destacó en la presentación que desde 2014 la programación de verano se centra en la fotografía y además que en estos casos cabe mencionar que en los últimos años ha llegado a acuerdos con varios fotógrafos para que sus obras pasen a formar de las colecciones de la fundación como en el caso de Gasparini y de Pérez Siquier.
Por su parte, la comisaria Maria Wills, que ha trabajado estrechamente desde hace casi tres años con el fotógrafo italiano, señaló la influencia del maestro de Gasparini, Paul Strand. Dividida en varias secciones sigue un recorrido casi cronológico pero más temático sobre los territorios que ha trabajado, tanto en los países de América Latina como en ciudades europeas y norteamericanas, denunciando las contradicciones y las condiciones de vida de muchos de sus habitantes. Y añadió que las fotografías y libros de Gasparini enseñan a ‘mirar’, a borrar estereotipos y ser capaz, a través de sus metáforas visuales, de reflexionar sobre el presente, el pasado y el futuro, sobre todo de las décadas de migraciones políticas en los siglos XX y XXI entre Europa y América y viceversa.
Tras agradecer a la Fundación Mapfre la organización de esta muestra en Madrid, Paolo Gasparini señaló que la tecnología sirve para la producción de imágenes fotográficas pero que lo importante está en las ideas que el creador quiera transmitir: «la imagen siempre está en la cabeza y en función del discurso se expresa y se profundiza en esas ideas». Piensa que América Latina ha ido cambiando desde que él se instalara en Venezuela a mediados de los años 50 pero sigue habiendo problemas estructurales no resueltos. Cree que ha habido intentos democráticos que han coincidido con revueltas y guerrillas y en ese contexto afirma que algunos fotógrafos han tenido una mirada crítica y otros un acercamiento más folclórico.
Ubicada en la planta primera de la Fundación Mapfre, este conjunto amplio de fotografías de Gasparini y algunos de la veintena de fotolibros constituyen un friso muy completo por diversas urbes mutantes: Caracas, La Habana, São Paulo, Ciudad de México, París, Nueva York o Los Ángeles, entre otras. Todo ese corpus lo ha ido realizando desde la idea del viaje, un desplazamiento continuo desde el que desarrolla una mirada plena de vitalidad o de crítica con aspectos caóticos y a la vez poéticos para fijar el paisaje social, urbano y cultural de los espacios vividos por Gasparini.
En el recorrido, estructurado en más de diez secciones, cabría mencionar algunas de las obras más relevantes como el fotolibro Para verte mejor, América Latina, publicado en 1972, quizá su publicación más conocida, que contó con la colaboración literaria de Edmundo Desnoes, y donde Gasparini compuso imágenes gracias a yuxtaposiciones y reflejando una sociedad llena de contrastes, desde un gran cartel que anuncia Kodak en una valla desvencijada y debajo un hombre mirando a su derecha; las manos que sujetan la cámara pertenecen al rostro de una mujer ampliamente maquillada que observa el paisaje urbano que tiene ante sí. Algunas obras de principios de los años 60 en Cuba, que todavía desprenden la emoción de los primeros momentos de la revolución que, posteriormente, se transformó en desencanto; o ya a comienzos del siglo XXI, Il Corpo, una imagen tomada en San Daniele del Friuli con ecos del Renacimiento italiano, en ese joven con el torso desnudo y vaqueros.
En Andata e ritorno, título de un fotolibro editado en 2019, pero que abarca su proceso de trabajo desde los comienzos de los años 50 hasta 2016 y donde transgrede lo temporal partiendo de su tierra natal, Gorizia, con la de acogida, Caracas, en esa interacción entre el primer y el tercer mundo, simbolizados en Italia y Venezuela. Este último país le llamó la atención desde su llegada y fue documentando el modo de campesinos, jóvenes y de la comunidad indígena de Bobare. Hay mucha denuncia de las condiciones de vida de estas personas como esa explotación de La niña de la salina, entre Pampatar y Punta Ballena, Isla de Margarita, hecha en 1958.
El primer lustro de la década de los 60 viajó por Cuba, invitado por Alejo Carpentier y Ricardo Porro, y demostró su pericia para captar la arquitectura colonial y de ahí surgió su trabajo La Habana, la ciudad de las columnas (1961-63), aunque también concentraciones populares, el carnaval, las escuelas de artes plásticas y empatiza visualmente con el trabajo de los dirigentes en los primeros años de la Revolución cubana.
Una cosa que llama la atención del trabajo de Gasparini es su modo de reflejar imágenes contradictorias al servicio de una idea, estimulando la agudeza del que contempla y no dejándole indiferente. En Retromundo, fotolibro de 1986, vuelve al diálogo entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado. De los anuncios publicitarios en las calles lujosas de París a las escenas callejeras, donde late la miseria y la pobreza de muchos rincones latinoamericanos. Un díptico que enfrenta una idea con su contraria.
En sus fotografías por varios países de América Latina: Brasil o Venezuela, entre otros, su mirada se detiene para reflejar los aspectos más duros de la sociedad: el trabajo de los mineros, la dificultad vital de los campesinos de los Andes, pero también su modo de fijar las arquitecturas precolombinas o coloniales.
Y por último, mencionar la serie El Suplicante, que comenzó en 1971 y concluyó en 2015, que incluyen textos de Juan Villoro, centrado en la revolución zapatista y al líder de dicha revuelta, el subcomandante Marcos. Encontramos fotografías de cristos crucificados, grafitis, carteles pegados en las calles, junto a vendedores ambulantes o el reflejo de la contaminación tomado en Ciudad de México en 1994, sin olvidar El Ángel de la Historia (1963-2017), un mural gigantesco que contiene 63 fotografías en una especie de homenaje a Walter Benjamin.