La cara oculta de Saturno: Sigmar Polke en el Museo del Prado
La institución madrileña acoge la primera exposición del artista en la ciudad de la mano de la Fundación de Amigos y del Ayuntamiento de Madrid. Sigmar Polke. Afinidades desveladas se podrá visitar hasta el 16 de marzo.
Es imposible sobrevalorar la influencia de un gigante como Goya. El pintor fallecido hace casi 200 años sigue proyectando la sombra de su persona y su creatividad en los artistas de nuestra época. Pero pocos han tenido una relación tan cercana con su obra como Sigmar Polke.
El artista tuvo un encuentro con el maestro aragonés a principios de la década de los 80, cuando visitó el Museo Nacional del Prado en una estancia en Madrid.
Al contrario que la mayoría de turistas, que debe recorrer las salas casi con premura para poder sacar el máximo partido a su breve estancia en la capital, Polke visitó la institución todos los días durante seis semanas.
Fue entonces cuando se enamoró de la pintura antigua y en especial de Goya, con quien mantendría una relación en el tiempo y la distancia, una que le llevaría a tratar los mismos temas que su homólogo al final de su carrera: el mundo oculto tras una apariencia de orden, el desmoronamiento de una lógica ya caduca, la representación de la insurrección y el caos que se avecina.
Es por todo eso que el Prado es la sede de la primera exposición de Polke en Madrid –subtitulada Afinidades desveladas– y por lo que la comisaria, Gloria Moure, ha emparejado su producción con la del aragonés.
La muestra reúne 51 obras, de las cuales tres son de Goya: El coloso –atribuido–, un grabado de Los Caprichos –Ya tienen asiento– y Las viejas o El tiempo, prestado por el Museo de Lille y en el que la amenazadora –y polisémica– figura de Saturno acecha a las mujeres.
Es esta última la que abre el recorrido junto a una radiografía de su superficie, especialmente relevante para Polke, quien estaba obsesionado con el cuadro y lo que intuía que ocultaba.
En la esquina superior izquierda, incluso a ojo descubierto, se adivina una escena subyacente. Las radiografías revelaron en su día que Goya había reutilizado una pintura con el tema de la Resurrección, algo que el artista contemporáneo encontró fascinante (y nada casual).
Esa piel debajo de la piel del cuadro cuadraba con su idea de la obra de arte como un objeto fenomenológico, para el que no solo la intención del artista, sino el paso del tiempo, son capas pictóricas que suman capas de significado.
Son buen ejemplo de este punto de vista piezas como Paganini, en la que Polke se apropia de una composición de Louis-Léopold Boilly –El sueño de Tartini– para hablar del horror de los nazis; Nunca lo habíamos hecho así hasta ahora en la que capas de pigmento solo dejan adivinar unas caras en el estilo del comic americano, o Gorro para dormir en el que la experimentación con el pigmento del índigo –que oxidó aleatoriamente con barniz de alcohol– le llevó a un resultado caótico, experimental y relacionado con su preferencia por los procesos que integraban el error como parte fundamental.
La relación de Polke con Goya la cuenta en detalle la comisaria en la muestra, Gloria Moure. «Esta exposición es algo de lo que él y yo hablamos en su día. Sigmar entabló relación con el Prado, pidió mucha documentación a Manuela Mena», comentó en la presentación.
Así mismo, Moure habló de la peculiaridad de la práctica del artista que siendo de «la generación que se educó con Beuys, que rompió todos los moldes y dio la espalda a la pintura, él la defendió».
Esta no es la primera exposición que la pinacoteca dedica al arte actual, pero aun así su director, Miguel Falomir, ha querido recordar que “aunque el Prado no es un museo de contemporáneo –los hay excelentes en nuestra ciudad–, no podemos ignorar a los creadores para los que los artistas que custodiamos fueron tan importantes en su quehacer”.
Tal y como Falomir ha escrito en el catálogo, esta muestra es una continuación de la línea que comenzaron en 2022 con la exposición Zóbel. El futuro del pasado, donde la relación del filipino con la institución era la columna vertebral del comisariado. Es un equilibrio complicado del que el museo ha salido victorioso de nuevo.
En este mismo sentido, Javier Solana, director del Patronato, declaró durante la presentación: «Lo que estamos haciendo es bastante extraordinario; con inteligencia, sentido común, sabiduría y belleza».