Italia exhibe sus restituciones de arte robado
Hace casi dos meses que el Museo dell’Arte Salvata recuerda el trabajo incansable de los Carabinieri por recuperar las obras expoliadas de su territorio. Las antiguas Termas de Diocleciano, testigos del esplendor clásico romano y el Renacimiento de Miguel Ángel, acogen ahora parte de esos tesoros que se creían perdidos y que las autoridades italianas han rescatado en el mercado negro, en las mafias o por medio de la diplomacia para devolverlas a su lugar de origen.
Esta es la historia de un relato cíclico e infinito que, en ocasiones, tiene un final feliz. Desde los saqueadores de tumbas del Antiguo Egipto hasta los turistas actuales que se llevan souvenirs de Pompeya, la humanidad ha originado numerosas pérdidas en el patrimonio cultural. Llevamos miles de años de expolio y saqueo –baste citar a los nazis durante la II Guerra Mundial–, de conflictos bélicos que han destrozado piezas singulares como los colosos de Bamiyán, o de momentos de tensión que fueron aprovechados para hacer desaparecer esculturas monumentales como los imponentes caballos de Thorak de la Cancillería del Reich. Durante los últimos siglos, además, se han sumado los falsificadores, el mercado negro y el vandalismo.
La merma de los tesoros artísticos es tal, que no extraña que Noah Charney imaginase un Museo del Arte Perdido donde confluyesen todos ellos: los frescos pompeyanos de la Villa de los Misterios, las pinturas quemadas de Botticelli, las obras sustraídas por los nazis… El Coloso de Rodas podría tener aquí su propia sala, junto a las piezas robadas del Museo Isabella Stewart Gardner de Boston o las decenas de cerámicas perdidas y ahora diseminadas furtivamente por colecciones privadas.
¿Lo imaginan? ¡Sería el paraíso de las joyas desaparecidas! Lástima que solo se trate de una invención de Noah Charney, cuyo libro trata de preservar la memoria de lo perdido. ¿Pero qué ocurriría si estas piezas se recuperasen? Desde este verano, la respuesta a esa pregunta resulta más sencilla gracias al nuevo centro inaugurado en Roma, donde los objetos encontrados pasan así del ficticio Museo del Arte Perdido al Museo dell’Arte Salvata (este sí, real).
Un lugar que pondera la salvación del arte y el patrimonio recuperado de Italia, con piezas sustraídas o vendidas ilegalmente, dispersas por motivos irregulares, escondidas clandestinamente o sacadas del país de manera ilícita, como ocurrió en los años setenta con la vasija de Polifemo que posteriormente se vendió al Getty Museum de Malibú y que ahora se exhibe en este nuevo centro.
Las historias de cada una de las obras recuperadas parecen de película, como la que contó Arthur Brand al director de ARS Magazine sobre la célebre Natividad de san Francisco y san Lorenzo de Caravaggio. «Estoy haciendo una investigación sobre ese asunto; fue robada en 1969 en el Oratorio de San Lorenzo en Palermo y, desde entonces, varios arrepentidos han dado versiones contrapuestas sobre el fin del cuadro. Hay quien dice que cuando se elegía un nuevo jefe de la mafia debía jurar bajo este cuadro».
Desgraciadamente este Caravaggio no se encuentra aún entre las piezas presentes, pero no perdemos la esperanza de que así ocurra en un futuro. Su búsqueda continúa siendo uno de los objetivos primordiales del Comando Tutela Patrimonio Culturale –los «carabinieri del arte» para los italianos–, que trabajan para evitar el tráfico ilítico de bienes, además de recuperar obras robadas (como la pareja de cuadros de Van Gogh sustraída de su museo en Ámsterdam y encontrada en 2016 en un caserío de la mafia).
Recientemente España también ha sido testigo de la labor que desempeña esta unidad gracias a una operación conjunta con la Policía Nacional que se saldó con la restitución de un busto relicario del siglo XVII y un lienzo lombardo. Y es que la colaboración entre ambos cuerpos de seguridad ha sido siempre fructífera.
Las dos piezas presentadas en la Embajada de Italia en Madrid no pasarán por el Museo dell’Arte Salvata porque irán directamente a sus lugares de origen –en el primer caso, la iglesia del Gesú en Lecce, aunque ahora se está restaurando–, pero bien podrían engrosar los fondos de este centro romano, que desde mediados de junio aloja obras de arte robado y recuperado. En su exposición inaugural, que podrá verse hasta el 15 de octubre, se muestran la mencionada vasija de Polifemo, un busto romano que Kim Kardashian tenía en su mansión de California y diversos objetos arqueológicos prerromanos, etruscos o helénicos.
Todos proceden del Sur de Italia o Sicilia, y se han recuperado en casas de subastas o colecciones particulares de Estados Unidos durante el último año, gracias a las actividades desarrolladas por la Dirección Operativa de Protección del Patrimonio Cultural contra el tráfico ilítico de bienes culturales.
Encuentran acomodo, temporalmente, en la Sala Octogonal de las Termas de Diocleciano –conocida como el Planteario–, entre vitrinas y paneles creados expresamente para cada ocasión. La idea es que el montaje vaya cambiando en función de las necesidades de las piezas, ya que el museo no dispone de colección propia; se ha concebido como un lugar de tránsito, donde dar la bienvenida a estos tesoros artísticos antes de que regresen a su hogar primigenio.
No es casualidad que las autoridades italianas hayan decidido instalarlo en este conjunto monumental romano construido en el siglo I d.C. y reformado por Miguel Ángel, ya que su deseo es llegar no solo a los italianos sino a los centenares de turistas que acuden diariamente al complejo. Porque el objetivo es concienciar sobre la importancia de la protección del patrimonio y «contar de manera permanente la salvación del arte robado, disperso o exportado ilegalmente». Palabras que invitan a la esperanza, porque cuanto mayor sean los tesoros recuperados, menos fondos tendremos que imaginar en el museo del arte perdido. Ese es el mejor final para esta historia. Sol G. Moreno