Impresionistas, del Salón de los Rechazados al Museo de Orsay
Se cumplen 150 años de la inauguración de la primera exposición impresionista y la pinacoteca francesa celebra la intrepidez de estos pintores con París 1874. L’instant impressionniste (traducido como París 1874. Inventar el impresionismo).
Monet, Renoir, Degas, Morisot, Cézanne, Pissarro o Sisley son ahora nombres mundialmente reconocidos, pero en el siglo XIX no despertaban el mismo interés. En aquella época uno de los eventos más importantes era la exhibición del Salón de París, donde primaba más lo antiguo y clásico, dejando de lado a los artistas con nuevas miradas e inquietudes.
Se trataba del salón del «arte oficial», en el que había una defensa de las normas clásicas de representación que se enseñaba en la Academia de las Bellas Artes. Eran tantos los rechazados que no pasaban el corte, que en 1863 el mismísimo Emperador Napoleón III, autorizó la apertura de un espacio paralelo para que estos artistas expusieran: el Salón de los Rechazados.
Esta situación generó que muchos pintores buscaran vías alternativas, decidieran romper con las reglas y organizaran sus propias propuestas. Con una visión distinta del arte y al margen de los canales oficiales, el 15 de abril de 1874 se inauguró en París la primera exposición impresionista, en los antiguos talleres del fotógrafo Nadar.
Para celebrar este aniversario, el Museo de Orsay presenta en torno a 130 obras y concibe una nueva perspectiva sobre esta fecha clave, considerada como el punto de partida de las vanguardias. Se trata de un repaso por los orígenes de un movimiento artístico que surgió en un mundo en plena transformación.
De Monet, por ejemplo, cuelga su famoso Impresión, sol naciente (1872), uno de los cuadros que inauguró el movimiento y le da nombre. La anécdota histórica cuenta que las 3.500 personas que acudieron en 1874 a aquella primera exposición, se quedaron con la boca abierta, porque todo era demasiado moderno.
Entre los asistentes estaba el crítico de arte Louis Leroy, quien escribió: «Al contemplar la obra pensé que mis gafas estaban sucias. ¿Qué representa esta tela? El cuadro no tenía ni derecho ni revés…¡Impresión! Desde luego produce impresión…».
También se expone Baile en el Moulin de la Galette (1876) de Renoir. Frente a la predilección por el paisaje que mostraban otros pintores, este artista sentía preferencia por la figura humana. En una composición que recuerda a un encuadre fotográfico, el autor plasma uno de los bailes que se celebraban a menudo en el Moulin de la Galette, situado en el barrio parisino de Montmartre.
El Museo de Orsay pone el foco también en las mujeres y destaca la figura de Berthe Morisot, de quien exhibe La lectura (1873) y El puerto de Lorient (1869). Como no tenía permitida la entrada en las escuelas, su pintura nunca estuvo impregnada del academicismo que sí tenían otros autores. Es el caso de Eva Gonzalès, mucho más academicista debido a la calidad de sus dibujos y al cuidado que prestaba a los detalles. De ella se puede ver Une loge aux italiens (1874).
De esta forma, el museo francés desvela las contradicciones y la infinita riqueza de la creación contemporánea en aquella primavera de 1874, en una muestra que permanecerá abierta al público hasta el 14 de julio. Nerea Méndez Pérez