Antes del lenguaje y después del color: Fernando Barrios Benavides en Gijón
El artista madrileño presenta su primera exposición en la galería Llamazares, compuesta por una treintena de pinturas, esculturas y dibujos. Nota anterior al lenguaje propone un recorrido por el imaginario del autor a través de varios autorretratos cargados de recuerdos (propios y ajenos).
¿Cuál es la manera primigenia de pensar? Me pregunto si antes de que aprendiésemos a hablar y contar historias, pensábamos en imágenes. ¿Aparecía el concepto silueteado en nuestra corteza cerebral? Si alguna vez fue así, ¿podemos volver a experimentar esa inmediatez? Fernando Barrios Benavides (Madrid, 1990) explora esta cuestión en su primera exposición con la galería Llamazares de Gijón. A través de unas 30 obras entre pinturas, esculturas y dibujos, Nota anterior al lenguaje es una instantánea del imaginario del autor.
Su lenguaje se compone de elementos de rostros estilizados combinados con materiales de construcción y vibrantes colores que crean composiciones en equilibrio entre la figuración y la abstracción. «Todos ellos son retratos. Bueno, en realidad son autorretratos» explica el artista. Se trata de reflejos de su propio estado anímico, pero sin simbologías ni lecturas precisas. Es una ambigüedad que celebra. Sus experiencias están encerradas en sus pinturas, aunque ya no se pueden leer claramente. Se dejó llevar durante el proceso de creación, volcando sus emociones, pero también las codificó alejándolas de las palabras. Su objetivo era pensar en imágenes y su léxico plástico es su representación en el mundo real.
Este debate interno entre legibilidad y emotividad no solo es el tema principal de Nota anterior al lenguaje, sino de otras de sus más recientes exposiciones, como Para pensar nadando en el Centro Cultural José Saramago y Gesto irreversible en el Centro de Arte de Alcobendas. En la primera escribió «he puesto más energía en el garabato sobre la servilleta que en la conversación por teléfono que lo hizo posible. No entendí nada de lo que me decían».
Se trata de la desconexión con el momento, de lo verbal y de lo explicativo. La obra de Fernando Barrios Benavides se revela siendo inmediata, gráfica e intuitiva.
La otra dimensión de su obra tiene que ver con lo material. Su formación en diseño y arquitectura tienen mucho que ver con su aprecio por los elementos constructivos, con su valor intrínseco, pero también con el emocional.
Las series actuales, en las que utiliza cemento sobre papeles y lienzos, y pintura y collage sobre escombros reconvertidos en escultura, surgen de su experiencia durante los últimos tres años en su estudio. Este se encuentra frente a un asentamiento de chabolas y un vertedero de materiales de derribo.
Sus esculturas nacieron de todos esos meses de pasar por delante de los plásticos y cartones que sirven de refugio a decenas de familias, y de ver cómo estaban construidos sobre los restos de cemento y ladrillos –algunos conservaban la pintura y papel pintado de las paredes– de antiguos pisos. «Construyeron sus casas encima de los restos de otras y los escombros eran de mejor calidad», mantiene Barrios Benavides.
Así fue como surgió el gesto de utilizar esos materiales valiosos, ahora desechados y considerados basura, para devolverles su dignidad. Estas piezas, en las que el artista se ha preocupado de conservar el rastro de su anterior vida, contienen también la memoria de quien las habitó.
Su manera de recuperarla ha sido a través del color y de su propia gráfica. A los recuerdos ajenos ha añadido los propios y ha hecho del paisaje urbano una extensión de sí mismo.
En otra exposición reciente, Muros refugio en el Hotel 7 Islas de Madrid, escribió: «Hablo de muros y escombros, de quienes los habitaron, de la vida cotidiana y las emociones que conviven en nuestro interior. De la felicidad triste de las celebraciones, de mensajes sencillos y verdaderos y del desamparo que encuentro en el color azul cielo, el favorito de los niños». Es ese tono el que se puede encontrar profusamente en sus creaciones más recientes, teñidas también de un amarillo intenso. Utiliza ambos colores por el efecto que tienen en el espectador, por la facilidad con la que pueden cambiar el estado de ánimo de la gente y por su potencial para ocultar la miseria (aunque no del todo).
Sus pinturas y esculturas son las dos caras de una misma moneda, de un lenguaje universal en el que Barrios Benavides lleva el muro a la pintura y la pintura al muro: «Si cogiésemos un fragmento de una pared exterior, en la que el paso del tiempo y la gente ha dejado su huella, y la expusiéramos aislada, encontraríamos belleza en ella».
Ese es el propósito de las capas y capas que superpone en sus composiciones, que ocultan su propio trabajo, solo visible durante el proceso de creación. Todas esas huellas de recuerdos y experiencias están almacenadas y no se podrán volver a contemplar.
Es tarea del espectador tratar de recomponer el relato perdido en las complejas composiciones o quizá decidir que esa labor no es necesaria en absoluto. El término medio es aceptar que hay un nivel de comprensión que es instintivo, que precede a las palabras. Nota anterior al lenguaje se puede visitar en la Galería Llamazares de Gijón hasta el 26 de agosto. Héctor San José.