Esculturas criselefantinas danzantes celebran el aniversario de Casa Lis
El centro cultural salmantino celebra sus 30 años con la exposición Danzantes. Mitos y leyendas, una muestra sobre la fascinación que las fábulas clásicas y la danza han ejercido sobre el arte decorativo.
Las salas de Casa Lis, Museo Art Déco y Art Nouveau se han llenado de pequeñas piezas escultóricas en bronce y marfil que danzan por todos los rincones. Estas últimas son conocidas como obras criselefantinas –suma de los términos griegos «chrysos (oro) y «elephantinos» (marfil)– y suelen representar personajes mitológicos, además de estereotipos orientales o figuras femeninas que se mueven entre el mundo real y el fantástico.
La colección del museo posee un total de 122 piezas de este tipo, de las que ahora muestra una selección en Danzantes. Mitos y leyendas. La propuesta expositiva, que sirve para celebrar su 30 aniversario de vida, es un acercamiento a la Europa de principios de siglo XX y la influencia de las colonias en los artistas occidentales.
Durante esa época, los autores de estas delicadas esculturas estaban obsesionados con descubrir nuevas técnicas de esmaltado que dotaran a sus creaciones de un carácter pictórico único. Por su parte, en el plano estético, se inspiraron en las leyendas del Antiguo Egipto, Europa y el Lejano Oriente, yendo más allá de la historia antigua.
Además, entre los años 1920 y 1930 los espectáculos de danza, en especial los Ballets Rusos de Serguéi Diághilev, llevaron a los escenarios relatos míticos envueltos en vestuarios ostentosos y coreografías exóticas que también inspiraron a los artistas. Lo mismo que los cabarets de Berlín y París, que utilizaban las figuras de diosas y heroínas en representaciones llenas de sensualidad.
Creadores como Ferdinand Preiss, Demetre Chiparus o Claire J. R. Colinet atraparon toda esta esencia en sus esculturas de marfil y bronce, que en su mayoría solían ser figuras femeninas que reflejaban la elegancia de la danza, el esplendor del Art Déco y el exotismo de varias de las culturas lejanas que cautivaron al público europeo de principios de siglo.
Un ejemplo de ello es La bailarina de Tebas (hacia 1925) de Colinet, presente en la exposición salmantina. En ella se aprecian elementos que idealizan el lujo y la sensualidad del Antiguo Egipto, como el friso con jeroglíficos en su base o las serpientes que se entrelazan en sus muñecas mientras danza. Esta escultura es un reflejo de la importancia e influencia que tuvo en las artes decorativas el descubrimiento de la Tumba de Tutankamón en 1922.
La muestra presenta también dos proyecciones audiovisuales. Una de ellas surge a partir de una fotografía de Tamara Karsávina y Vaslav Nijinsky tomada en el ballet El espectro de la rosa, creado por el coreógrafo Michel Fokine.
La instantánea, de autor desconocido y potente efecto teatral, ha cobrado ahora vida en esta pieza audiovisual mediante el uso de la inteligencia artificial. De modo que se han recreado varias escenas de danza procedentes de imágenes.
Finalmente, el recorrido de esta exposición de aniversario se divide en cinco espacios: Mitos y leyendas, Orientalismo, Egiptomanía, Ballets Rusos y Cabaret. En ellos no solo se exhiben las preciadas obras criselefantinas, sino que sirven al mismo tiempo para profundizar en su contexto histórico y en las fuentes de inspiración de sus creadores. Nerea Méndez Pérez