EL MUSEO GULBENKIAN APUESTA POR UNA NUEVA LECTURA DEL ARTE
El Museo Gulbekian alberga en dos edificios la colección del fundador Calouste Gulbekian (Estambul, 1869- Lisboa, 1955) y la colección moderna. La primera incluye más de 6.000 obras que este empresario innovador fue adquiriendo a lo largo de su vida en París, Londres y Washington, que abarcan desde la antigüedad egipcia, griega, romana e islámico hasta principios del siglo XX, con pinturas de grandes maestros como Van der Weyden, Carpaccio, Ghirlandaio, Rubens, Rembrandt, Van Dick, Guardi, Turner, Manet, Monet, Degas o de Edward Burne-Jones, entre otros, que sitúan este elenco de obras como una de las mejores colecciones privadas del mundo. Por su parte, la colección de arte moderno, expuesta en otro edificio construido en 1984, consta de 10.000 obras y está considerada como la más completa de arte portugués contemporáneo y moderno. Sus tres galerías introducen al visitante a la historia del arte y la cultura portuguesa desde comienzos del siglo XX hasta las primeras décadas del siglo XXI, con piezas del gran Amadeo Souza-Cardoso, Helena Vieira da Silva, José Almada Negreiros y Paula Rego, junto a esa serie de documentos que nos hablan del contexto histórico de la vida portuguesa en los últimos cien años y los bustos y perfomances de obra pública que ha ido transformando la cartografía urbana portuguesa.
Calouste Sarkis Gulbenkian fue un hombre de negocios internacional de origen armenio, pionero en la exploración petrolera en el Oriente Medio y un coleccionista de arte bien conocido, que estudió en el Reino Unido y vivió entre Londres y París, antes de establecerse definitivamente en Lisboa en 1942, ciudad en la que permaneció hasta su muerte en 1955. Su testamento estableció la creación de una fundación filantrópica con cuatro campos muy definidos: arte, programas sociales, educación y ciencia. Hoy 62 años después de su creación, se ha convertido en una de las mayores fundaciones del viejo continente y está ubicada en un complejo arquitectónico moderno que se construyó en 1969, diseñado por Alberto Pessoa, Pedro Cid y Ruy de Athouguia, más tarde ampliado en 1984, que consta de un museo con las dos colecciones mencionadas anteriormente, salas de exposiciones temporales, una biblioteca especializada en arte, un auditorio de vanguardia, que alberga un ciclo de música reconocido internacionalmente por la calidad de la Orquesta y el Coro de la Gulbenkian.
Asimismo la Fundación cuenta con un instituto líder en investigación científica y dos delegaciones internacionales en París y Londres. Instalada en uno de los parques más emblemáticos de la capital portuguesa, el cuidado paisajismo que rodea la Gulbenkian, en el que convergen Oriente y Occidente, termina ofreciendo a las personas que visitan este espacio en un oasis de tranquilidad. Hace dos años se incorporó a la dirección artística del Museo Gulbenkian la escocesa Penelope Curtis, que anteriormente estuvo en el Instituto Henry Moore de Leeds y antes de llegar a la capital portuguesa fue la directora de la Tate Britain, entre 2010 y 2015. En estos dos últimos años Penelope Curtis ha ido introduciendo paulatinamente cambios en la integración de las colecciones clásica y contemporánea del Museo, con el objetivo de favorecer nuevas lecturas y permitir diálogos artísticos entre modos de sentir y de ver el mundo, no sólo culturalmente sino también temporalmente. Además está impulsando con la ayuda de un gran equipo de profesionales un programa de arte contemporáneo más innovador, que permita una serie de conversaciones entre artistas y de éstos con el público.
Actualmente y durante todo el verano se están exhibiendo propuestas actuales de la británica Emily Wardill y del suizo Helmut Federle, este último en su doble faceta de pintor y coleccionista, a su vez en diálogo con cerámicas de la propia colección del museo; y cinco aproximaciones en película de cine de 7 artistas contemporáneos fascinados por el enigma y el reto que supone para ellos la estatuaria clásica, titulada Escultura en cine. La impresión del objeto, de la que se publicará estos días un articulo en esta misma web.
Emily Wardil
La británica Emily Wardill (Reino Unido, 1977), que vive y trabaja en Lisboa desde hace tres años, presenta en la exposición Matt Black and Rat, enmarcada en Espacio Proyecto, una iniciativa puesta en marcha recientemente por el museo lisboeta para impulsar la creatividad de jóvenes artistas y prevé la organización de cuatro exposiciones anuales. En esta ocasión ha sido coproducida entre el Bergen Kunsthall de Noruega y la Gulbenkian de Lisboa.
La muestra, comisariada por la coordinadora de Espacio Proyecto, Rita Fabiana, incluye dos nuevas películas: No Trace of Accelerator y I gave my love a cherry that had no Stone; una serie de esculturas en relieve que cuelgan en la pared como si fueran esculturopinturas y tres fotogramas impresos como si fueran obras sobre papel. Junto estas camisas blancas hechas en resina y los tres fotogramas en los que figuran rotuladas las palabras que definen la exposición con un cierto expresionismo plástico. El conjunto expuesto termina siendo un continuum donde se superponen diferentes géneros y se podrá ver hasta el 28 de agosto.
En la primera película, No Trace of Accelerator, Emily Wardill como editora de la misma, aborda durante casi 50 minutos los límites de la comunicación y la fantasía, partiendo de un misterioso acontecimiento sucedido en un pueblo francés del Jura, durante los años 80 del pasado siglo, en el que se fueron produciendo una serie recurrente de incendios que causaron la muerte de dos vecinos y que no fueron aclarados, lo que motivó el miedo y la superstición en una población pequeña y aislada, El fuego terminó convirtiéndose en algo transformador que perturbó la relación social entre los habitantes de ese núcleo rural. Hay una estética cercana al cine negro y de terror, todo acentuado por el blanco y negro de las imágenes que sugieren al espectador algo sobrenatural en la normal cotidianeidad.
En I gave my love a cherry that had no Stone, Wardill rodó en el foyer del gran auditorio de la Fundación Gulbenkian a un actor solo para explorar la relación entre el cuerpo y el espacio donde se filma. Hay un continuo juego de interacciones en un cuerpo que se mueve, que baila, que se desprende de una camisa y la lanza hacia atrás en un vuelo, respecto a los paneles de acceso al auditorio y cómo esa interacción va construyendo una historia que provoca una reacción de asombro en el espectador.
La atemporal abstracción de Helmut Federle
Dentro de la nueva apuesta por el diálogo entre las piezas de la colección clásica del Museo Gulbenkian y los nuevos creadores se enmarca la exposición Helmut Federle. Materia abstracta, que es más bien una conversación entre este creador y coleccionista centroeuropeo al presentar una serie de pinturas y parte de su colección de cerámicas japonesas que ha ido coleccionando, en diálogo con otras piezas de arte islámico de la colección del Museo Gulbenkian.
Comisariada por Jorge Rodrigues, la muestra se concentra mayoritariamente en la Galería Inferior donde de exhibe la Colección permanente, pero en la sala de Arte Islámico de la misma encontramos frente a un jarro pintado del siglo XVI y otras cerámicas del período otomano un lienzo monumental de 1988, titulado Letter from a Region of my Mind, a base de trazos geométricos que simbolizan un laberinto que contrasta con los motivos vegetales que decoran el jarro.
Ya en la planta inferior encontramos 13 cerámicas japonesas, la mayoría del siglo XVII y una del período Edo, tazas de té con formas sutiles y decoración vegetal y refinada, y enfrente en otra vitrina una serie de platos, fuentes y un bote de farmacia, todos ellos de origen persa del siglo XIV, que forman parte de la colección permanente del Museo Gulbenkian. Y esas 22 piezas de cerámica a su vez dialogan con las doce pinturas colgadas en el perímetro de la sala, en las que el creador que actualmente vive en Viena alterna formas geométricas muy depuradas: círculos, cruces, con otras que evocan la naturaleza en esas ramas desnudas, casi siempre monocromas en verdes o grises, en la estela de Cy Tombly; y las cinco composiciones en las que incluye resinas y acrílico en su serie Für die Vogel, que denotan estados anímicos que vagan por la abstracción como la mayoría de sus composiciones. La muestra se clausurará el 18 de septiembre. Julián H. Miranda