El Louvre acoge por primera vez una exposición de moda
En las estancias del museo francés dedicadas a las artes decorativas podrán verse, hasta el 21 de julio, piezas de diseñadores como Balenciaga, Givenchy o Jean-Paul Gaultier que evidencian los lazos entre el arte y la alta costura.
Las relaciones entre el mundo de la pintura y el de la moda son estrechas, y los ejemplos en que ambas han colaborado, múltiples: desde los artistas que cosecharon las dos disciplinas, como Sonia Delaunay, a aquellos maestros de la alta costura que confeccionaron colecciones inspiradas en genios de la pintura.
Un ejemplo de esto último sería la colección que Óscar de la Renta diseñó en 2012 inspirada en el cubismo de Picasso, siguiendo la estela de otros grandes como Ives Saint Laurent, al que también había servido como inspiración la obra del malagueño. De Saint Laurent es, también, el vestido inspirado en Composición II en rojo, azul y amarillo de Piet Mondrian, que acabó por convertirse en un icono.
A pesar de esta fecunda relación, el Museo del Louvre, uno de los más importantes del mundo, no había expuesto hasta ahora piezas de vestuario en sus instalaciones. De hecho, aunque cuenta con numerosos textiles en su colección –como alfombras o tapices– apenas posee trajes o vestidos.
No obstante, ambas disciplinas ya se habían relacionado antes en la historia del museo, pues diseñadores como Jacques Doucet y Marie-Louise Carven hicieron donaciones de obras de sus colecciones a la pinacoteca parisina.
Ahora, gracias a los préstamos de un total de 45 casas y diseñadores de todo el mundo, la moda logra por fin colarse en el Louvre, sumándose a otros museos como el Thyssen –con sus muestras de Picasso y Chanel o Bulgari y Roma–, la Tate Britain –con Sargent and Fashion– o la Kunsthalle de Múnich (con la retrospectiva de Victor&Rolf). En total, Louvre Couture cuenta con 65 vestidos, a los que se suma una treintena de accesorios, de firmas como Jean-Paul Gautier, Bottega Veneta, Vivienne Westwood, el archivo histórico de Gianni Versace, Dior, Balenciaga o Fendi, entre otros.
Todas sus obras se colocan en las salas del museo en las que ahora se exhiben las piezas de artes decorativas, aunque el centro ha señalado que con esta disposición no se busca simplemente salpicar el interior del museo con piezas de alta costura, sino ponerlas en relación con el resto de joyas que hay en él, estableciendo conexiones probadas entre las artes decorativas y los trajes.
Así, utilizando la enciclopédica colección del Louvre como contexto y enriquecimiento de las piezas de moda, la exposición pretende mostrar una serie de movimientos artísticos, técnicas, ecos e influencias presentes tanto en trajes como en otras piezas ornamentales, evidenciando cómo los dos mundos se desarrollan en paralelo y encuentran inspiración constante la una en la otra.
En algunas ocasiones, la relación entre la obra de alta costura y la pieza de museo es directa y está documentada, como en el caso de la chaqueta de Karl Laggerfeld, que diseñó en 2019 para Chanel utilizando como inspiración para los bordados unos motivos tomados de una cómoda de Mathieu Criaerd. En otras ocasiones, sin embargo, las relaciones se apoyan más en lo visual y lo estético, lo intuitivo o lo poético, estableciendo conexiones sorprendentes que, a priori, no habrían parecido tenerla.
Las salas en las que se encuentran los vestidos –casi 9.000 metros cuadrados– están ordenadas de modo cronológico y dedicadas a periodos concretos como el arte medieval o el bizantino, pero la exposición no se ha concebido con una línea temporal clara que seguir a rajatabla.
Más bien se ha dispuesto de modo que invita a vagar, a ir encontrando, como de casualidad, los vestidos inspirados por armaduras, por el oro de las piezas bizantinas o por la decoración de la porcelana china.
Este recorrido histórico, si se decide obedecer a la cronología, termina en los apartamentos de Napoleón III, que se caracterizan por el exceso, la exuberancia y el ornamento. Esto puede apreciarse tanto en las piezas de artes decorativas como en los atrevidos diseños que despiden al visitante cuando termina su visita, cargados de ornamentos inesperados.
Así lo atestigua, por ejemplo, el modelo de Jean-Paul Gaultier presente en esta sala, que combina elementos tan dispares como las lentejuelas, los encajes, los tonos negro y amarillo fosforito, y unas intrincadas cuerdas entrelazadas sobre el pecho y los hombros. Sofía Guardiola