El Guggenheim Bilbao celebra sus primeros 25 años con una muestra transversal
A lo largo de los últimos cinco lustros el Museo Guggenheim Bilbao, dirigido por Juan Ignacio Vidarte, ha protagonizado un modelo de éxito en lo económico, artístico y social, convirtiéndose desde el otoño de 1997 en el eje central de la transformación de una ciudad industrial como la capital vizcaína en una de servicios pujante en el siglo XXI. Ahora para celebrar su 25 aniversario presenta la exposición Secciones/Intersecciones, patrocinada por BBK, que reúne las piezas que conforman la Colección del Museo Guggenheim Bilbao, que se une así a las grandes exposiciones de los últimos años que han sido visitadas por más de 25 millones de personas.
Los comisarios Lekha Hileman Waitoler, Manuel Cirauqui, Geaninne Gutiérrez, Lucía Agirre y Maite Borjabad han estructurado este conjunto de obras, entre pinturas, esculturas e instalaciones, entre otras disciplinas, en tres aproximaciones temáticas en las tres plantas del museo: Marcando la historia, Desplegando narrativas y La vida material, más una instalación inmersiva de la artista japonesa Yayoi Kusama. Cada una de ellas pueden contemplarse de un modo autónomo pero como el título de la muestra indica también interaccionan entre sí en una clara transversalidad. Y además la gran obra de Richard Serra, La materia del tiempo, varias esculturas en la terraza del museo, junto a la ría, de Louise Bourgeois y dos de acero cortén de Eduardo Chillida para lo que se ha tenido que reforzar la terraza para soportar el peso de las mismas. En total se exhiben 130 obras, 110 de la propia colección, de un total de cerca de 150, más 20 préstamos cedidos temporalmente.
Juan Ignacio Vidarte, director general del Museo Guggenheim Bilbao, dijo en la presentación que Secciones/Intersecciones es un hito en la programación del museo (ocupa la totalidad expositiva) y un homenaje a la inauguración que tuvo lugar en 1997, subrayando que responde a las señas de identidad como son la colección, a la que han dedicado 115 millones de euros, y a la arquitectura que proyectó Frank Gehry, con ese equilibrio entre la luz natural y artificial que permiten nuevas relecturas de las piezas que conforman la colección. Y añadió que la cultura puede ayudar a transformar la sociedad, teniendo en cuenta muchos factores como el urbanismo, el desarrollo económico y sostenible, entre otros vectores, así como formar parte de la constelación Guggenheim.
En eso mismo ahondó Richard Armstrong, director de la Fundación Solomon R. Guggenheim y del museo neoyorquino, al subrayar la oferta variada y rica y afirmar que «el Museo Guggenheim Bilbao es un ejemplo, en los últimos 50 años de historia, de cómo el arte puede revitalizar una ciudad, uniendo la acción política, la creatividad y el mundo que nos ofrecen los artistas».
El recorrido de la exposición si la hacemos de manera descendente comienza en la tercera planta, donde se ubica la sección Marcando la historia, en la que junto a la arquitectura singular de Frank Gehry se exhiben una serie de obras que ejemplifican algunos de los momentos decisivos de las artes plásticas tras la Segunda Guerra Mundial, en un fértil diálogo entre arte y arquitectura, con esa luz tamizada a través de los lucernarios que subrayan la fuerza de muchas de las composiciones que allí se exhiben.
En esta sección puede admirarse la última obra adquirida por el Guggenheim Bilbao, Mar creciente (2019), una escultura del artista de Ghana El Anatsui, que partiendo de un enfoque ancestral llega a desarrollar una estética contemporánea global. El Anatsui y su equipo convierten una serie de tapones de botellas de licor en una gran escultura de metal. Primero los aplanan, los retuercen y luego los cosen esos elementos de aluminio con hilo de cobre hasta crear diferentes paneles que se van uniendo para tejer un gran tapiz monumental, lo que termina trascendiendo la división entre cultura y medio con matices de sostenibilidad y cuestiones históricas, y dividido en tres segmentos que apelan al cielo, al mar y al contorno de una ciudad..
En esta planta encontramos Celosía II (1997)de Cristina Iglesias o la instalación de Sol LeWitt Mural nº 831 (Formas geométricas), realizada el mismo año, ubicadas específicamente. En otro espacio se exhiben un conjunto de obras que sintetizan lo mejor del arte abstracto de posguerra que tuvo como centro Nueva York, con esa exploración de la naturaleza de Willem de Kooning, Villa Borghese, 1960; ese magnífico óleo de Mark Rothko (1952-1953), en esa gradación de amarillos, naranjas y rojos, que apela a lo íntimo; la sutileza de Lee Krasner; la pureza del color de Robert Motherwell en Estudio fenicio rojo (1977); la elegante composición de La curva amarilla (1972) de Ellsworth Kelly; y un cierto canon del expresionismo abstracto en la obra de Clyfford Still.
Sin embargo, la expresión abstracta iría evolucionando hacia otros lenguajes tanto durante la década de los años 60, 70 y 80, en la que los pintores experimentaron con nuevos materiales y técnicas de reproducción, incorporando la serigrafía y usando el texto en la propia obra, visible en Moisés y los egipcios (1982) y en El hombre de Nápoles (1982) de Jean-Michel Basquiat; en ese gran mural de Robert Rauschenberg; la nueva figuración del alemán Sigmar Polke, de John Chamberlain o el lirismo de Cy Tombly en su forma de esencializar la pintura en Nueve discursos sobre Cómodo (1963), una obra la que mezcla retazos históricos con la contemporaneidad en esas texturas matéricas con otras más ligera.
El arte español tuvo y sigue teniendo una amplia representación en la evolución de la abstracción, desde dos esculturas de Eduardo Chillida, Espacio para el espíritu y Lo profundo es el aire (1996); las cinco esculturas de Jorge Oteiza; el mundo personal de Antoni Tàpies y lo esencial de Pablo Palazuelo, o la visión más contemporánea de Cristina Iglesias en La habitación de alabastro, y en una obra de Juan Uslé, que ayudan a visualizar cómo artistas de diferentes generaciones han ido dando respuesta para modelizar el espacio y el uso de nuevos materiales.
En otra sala vemos algunos ejemplos relacionados con el Arte Pop, que en el centro sitúa Tulipanes de Jeff Koons, a su derecha un mural de los británicos Gilbert & George, detrás una pieza de James Rosenquist o el más de centenar seriado de la actriz Marilyn Monroe, que realizó Andy Warhol. Cada uno de ellos, con lenguaje propio, se impregnaron de la influencia de la cultura popular, del cine y de los medios de comunicación para proyectarlas en sus obras.
Desplegando narrativas, ubicada en la segunda planta, abarca obras de 20 artistas, realizadas entre 1957 y 2019, en disciplinas diferentes: pintura, escultura, fotografía, instalación, obras sobre papel, que desde su óptica individual permiten que nos acerquemos a un universo fragmentado, con perspectivas que potencian diferentes relatos y necesitan la complicidad con el espectador frente a la narrativa más tradicional. Esta sección se subdivide a su vez en seis temáticas: Enmascarando las identidades, Transcendiendo lo espiritual, Perteneciendo a una memoria, Los modos de expresión, Estados ambiguos de las realidades y Estados de transformación.
Algunas galerías muestran instalaciones específicas de gran tamaño y que recogen experiencias como las que Christian Boltanski; la Habitación de la madre (1995.1997) de Francesco Clemente, una especie de capilla con más de una docena de paneles que incluyen mitología clásica y el ciclo de la vida, en esa visión de nómada del artista italiano; otra serie de 16 lienzos en gran formato del alemán George Baselitz, titulado La señora Lenin y el Ruiseñor: Tomando el sol y luna en casa de Jeff y Damien (2008); el mundo de las personas queridas en los retratos de Alex Katz.
En la sala 209, una de las más emblemáticas del recorrido, una obra de Josep Beuys, Rayo iluminando un venado (1958-1985) y cinco de Anselm Kiefer: Embarcación solar (1984-1995), la escultura Berenice (1989), Tierra de los dos ríos (1995), Las célebres órdenes de la noche (1997), y Solo con el viento, el tiempo y el sonido (1997), con esa reflexión de la historia y su experimentación de la materialidad que configuran una trayectoria plástica plena de matices.
Y como no disfrutar observando La gran Antropometría azul (1960) de Ives Klein o Hichiko Happo (2014) de Yoko Ono, sin olvidar El diluvio (1990) de Miquel Barceló, Complot de familia. Segunda versión (1993-1995), de Txomin Badiola, lo intertextual de Jenny Holzer, y algunas obras de Antonio Saura, Julian Schnabel, Juan Muñoz, Juan Luis Moraza, Ernesto Neto, Javier Pérez y Abigail Lazkov, entre otros.
En la primera planta, La vida material, sala 105, en la que coexisten una serie de composiciones que han intentado reinventar los caminos del arte, con ecos del Arte Povera o del Arte Conceptual, que tanto han influido en la escultura, entre otros formatos para reflexionar sobre el número de elementos naturales que son la esencia del mundo, que para Grecia antigua y para los alquimistas eran cuatro, siete para China y cinco para la filosofía hindú.
Y así en ese espacio, el Círculo Bilbao (2000) de Richard Long aglutina una serie de composiciones como El árbol de los deseos para Bilbao (1996-2014) de Yoko Ono, un olivo que conecta con la obra de Long. Y cerca una marina de Gerhard Richter; Jaosokor (1997) de Susana Solano; un pebetero con chimenea de Asier Mendizábal, titulado Nom de guerre (2007); Hogar (1999) simbolizado en esa mesa de Mona Hatoum; una escultura de madera, metal y cemento de Doris Salcedo; doce paneles de Jannis Kounellis; la instalación de Xabier Salaberría; un audiovisual de Itiziar Okari y dos fotos de Rodney Graham..
Como colofón en la sala 103, un préstamo a largo plazo, Sala de espejos del infinito-Deseo de felicidad para los seres humanos desde más allá del universo (2020), obra de la artista japonesa Yayoi Kusama (Matsumoto, Nagano, 1929), una figura decisiva en la creación contemporánea. Su trayectoria, en la que combina perfomance, pintura, dibujo, escultura, literatura e instalaciones inmersivas, tiene como objetivo propiciar el cambio social. En este caso nos sitúa ante un universo obsesivo, que comparte con el visitante, en ese juego de luces de colores hasta multiplicar sin límites las paredes especulares de una habitación infinita.
- Hasta el 22 de enero de 2023