El Greco, un pintor en el laberinto

El Greco, un pintor en el laberinto

El Palacio Real de Milán acoge hasta el 11 de febrero de 2024 la primera muestra sobre el pintor cretense que se realiza en la ciudad. Ha sido comisariada por Palma Martínez-Burgos, Juan Antonio García Castro y Thomas Clement Salomon, quienes plantean un recorrido que combina el discurso biográfico atendiendo a las distintas etapas en las que transcurrió su vida. Cuenta con préstamos excepcionales de obras de El Greco, así como de algunos de los artistas que más le influyeron a lo largo de su carrera. La exposición cuenta con el patrocinio de la Embajada de España en Milán.

Podemos tomar la metáfora de El Greco, un pintor en el laberinto, como medio para adentrarnos en la evolución artística, temática y técnica que el cretense desarrolló a partir de los modelos que fue tomando como referentes en sus obras, especialmente durante su estancia en tierras italianas, que se prolongó durante una década. Fueron años cruciales y apenas conocidos, pues apenas se sabe nada de quiénes fueron sus maestros, sus clientes y su entorno más cercano. Como señala una de las comisarias de la muestra, Palma Martínez-Burgos, lo que sí se intuye es que durante su periplo italiano creó un bagaje intelectual, visual y artístico que se convirtió en el sustrato de toda su creación posterior y que le distinguió del resto de artistas con los que compartió oferta y demanda, creando la base de lo que luego sería la Escuela española de pintura.

Con este planteamiento inicial nos acercamos a El Greco, la primera exposición que se dedica al artista en Milán y que tiene como escenario el Palacio Real. La tesis científica de la muestra se apoya en tres aspectos. El primero hace alusión a la interpretación que el pintor realizó de los grandes artistas italianos que admiró y cuyas enseñanzas no abandonó nunca, como Parmigianino, Correggio, Giovanni Bellini o Tiziano. Miguel Ángel, Tintoretto y los Bassano fueron los que le proporcionaron las lecciones más importantes con las que creó su versión del Manierismo, entre ellas la forma de aplicar la pincelada y el color o la creación de la escenografía a base de las luces crepusculares bañando los paisajes. También el canon y la adopción de la serpentinata miguelangelesca para la concepción de las figuras.

El segundo incide en el cambio de escala con respecto a lo que pinta en tierras italianas, que son en su mayoría obras de pequeño formato como el Tríptico de Módena o la Adoración de los Magos del Museo Lázaro Galdiano de Madrid. Un cambio de escala que es sorprendente al contemplar composiciones como la versión de El Expolio de la catedral o El bautismo de Cristo de la colección Lerma-Medinaceli, ambos en Toledo.

Finalmente, el tercero destaca la vuelta a la concepción frontal y directa, propia de los iconos bizantinos. Fue a partir del cambio de centuria cuando surge con fuerza la huella de Bizancio, con la que aportó una concepción religiosa desconocida e impactante como lo fueron las versiones del Apostolado o la Verónica con la Santa Faz del Museo de Santa Cruz de Toledo.

El Greco. Lágrimas de san Pedro. 1587-1596. Museo del Greco, Toledo.
El Greco. Tríptico de Módena. 1567-1568. Temple sobre tabla. 37 x 23,8 cm. Galleria Estense, Módena.

La exposición se articula en torno a cuatro grandes bloques. Arranca con el denominado Un cruce de caminos, donde se recorren sus inicios en los que, casi de forma autodidacta, va elaborando un lenguaje propio. Esta unidad se inicia con el Tríptico de Módena de la Galleria Estense, el Bautismo de Cristo del Museo de Historia de Creta en Heraklion, La estigmatización de san Francisco de la Academia de Carrara de Bérgamo, la Adoración de los pastores del Museo Lázaro Galdiano y la Anunciación del Museo Thyssen, entre otras.

El Greco. Estigmatización de san Francisco. 1567-1570. Óleo sobre tabla. 40 x 53 cm. Accademia di Carrara, Bérgamo.

En Diálogos con Italia se exponen cara a cara obras como el San Martín partiendo la capa de la National Gallery de Washington con San Martín partiendo la capa de Jacopo Bassano del Museo Cívico de Basano di Grappa; o San Juan bautista de Tiziano del Museo dell’Accademia de Venecia frente a San Juan Bautista de El Greco del Museo de San Francisco de Miami. También Cristo crucificado de la Colección Santander con el Cristo de Guglielmo della Porta del Museo Arqueológico Nacional. En la selección de retratos merece la pena detenerse en el confrontamiento entre el de Jerónimo de Cevallos del Museo del Prado y los retratos de Tintoretto de Jacopo Soranzo del Castello Sforzesco o el de Agostino Doria del Museo Cerralbo.

Pintando la santidad se construye a base de obras como el Bautismo de Cristo de la Colección Lerma-Medinaceli (Tavera, Toledo) la Expulsión de los mercaderes de la parroquia madrileña de San Ginés, la versión del Expolio de Santa Leocadia (depositada en el Museo de Santa Cruz) o la Virgen con Niño, santa Inés y santa Martina de la National Gallery de Washington. El capítulo referido a los santos contiene, entre otros, las Lágrimas de san Pedro del Museo del Greco, el San Sebastián de la catedral de Palencia, el San Francisco con el hermano León del antiguo Hospital de mujeres de Cádiz, la Magdalena en lágrimas de Cau Ferrat o la Alegoría de la Orden de los Camaldulenses del Instituto Valencia de Don Juan de Madrid entre un largo etcétera.

Vista de la muestra en la que se exponen la virgen con el Niño, santa Inés y santa Martina de la National Gallery de Washington (1597-1599) junto a la Sagrada Familia con san Juanito y santa Ana del Museo de Santa Cruz de Toledo (1590-1595).
Comparativa de las dos versiones de San Martín partiendo su capa de Jacopo Bassano (1577-1579. Museo Civico de Bassano) y El Greco (1597-1599. National Gallery of Art de Washington).
Sección de retratos donde se muestran, entre otros, el de Jerónimo de Cevallos del Museo del Prado (1614) y el de Alonso de Herrera (?) del Muse de la Picardía de Amiens junto a los de Jacopo Soranzo (1550-1551. Pinacoteca del Castello Sforzesco de Milán) y Agostino Doria (1550-1553. Museo Cerralbo de Madrid) de Tintoretto.

En El Icono se recupera la huella de Bizancio en obras como El Salvador y Santiago el Mayor del apostolado del Museo del Greco de Toledo, el San Lúcas de la catedral de Toledo, San Pablo del Museo Nacional de Escultura, la Verónica con la Santa Faz del Museo de Santa Cruz o el Cristo portacruz de colección privada de Barcelona, entre otras.

La última sección es El Laocoonte, un homenaje a la única pintura mitológica de El Greco que viene de la National Gallery de Washington y que se acompaña de un vaciado de la escultura de los museos vaticanos prestado por la Gipsoteca de Arte Antica de Pisa. Las dos protagonistas se exponen junto a una selección de reproducciones de estampas de los artistas a los que les inspiró el grupo escultórico, entre los que se encuentran la célebre caricatura que hizo Tiziano.

De nuevo tomando las palabras de Palma Martínez-Burgos, el fin último de la exposición pasa por devolver la luz que rodea la producción del artista, intentando revisar y superar una visión decimonónica y romántica de un pintor oscuro envuelto en el ferréo ámbito de la Contrarreforma. Igualmente, a lo largo del recorrido se propone una reflexión sobre una personalidad que trasciende la mera creación religiosa que la historiografía artística le ha reservado.

Vista de la última sección de la exposición donde comparten protagonismo el vaciado del Laocoonte prestado por la Gipsoteca de Pisa junto al cuadro de El Greco de la National Gallery of Art de Washington.
El Greco. Laocoonte. 1610-614. Óleo sobre lienzo. 137,5 x 172,5 cm. National Gallery of Art, Washington.