El gran salto al arte moderno, Picasso 1906
Las contribuciones de Picasso al arte del siglo XX han sido decisivas pero uno de sus grandes hitos fue cuando pintó Las señoritas de Aviñón (1907) cuando solo tenía 26 años. Sin embargo esa aportación al arte moderno fue el resultado de muchas de las innovaciones que logró Picasso un año antes. Ahora el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, con la colaboración del Musée Picasso de París, abre al público desde mañana, tras ser inaugurada por los Reyes de España esta noche, y hasta el 4 de marzo la exposición Picasso 1906. La gran transformación, última exposición internacional del Año Picasso. La muestra comisariada por Eugenio Carmona reúne más de 120 obras, entre pinturas, dibujos y esculturas, así como otras piezas antiguas y de pintores que le influyeron como El Greco, Corot, Ingres o Cézanne, de un año de intertextualidad e hibridación del genio malagueño.
Manuel Segade, director del Museo Nacional Reina Sofía, afirmó que con esta muestra se ofrece el tránsito y la importancia que tuvo Picasso en la Historia del Arte y habló de cómo una suma aparentemente contradictoria de múltiples estados e influencias terminaron confluyendo en una misma obra. Por su parte, Carlos Alberdi, comisionado del Año Picasso, resaltó que esta exhibición es el epílogo internacional y broche de oro cuando actualmente coincide con otras 18 exposiciones abiertas en diferentes países del mundo.
También estuvieron presentes, Rocío Rey, gerente de Patrocinios de Telefónica, empresa patrocinadora en España del Año Picasso, y Silvia Arana, asesora de Arte de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid, institución que colabora en este proyecto. Ambas mostraron su satisfacción y estar comprometidas con exposiciones de esta calidad en un viaje a través de la mirada contemporánea a lo que supuso ese año, 1906, para Picasso.
Eugenio Carmona, comisario de la exposición y catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Málaga, hizo un recuento de su vínculo con el Museo Reina Sofia para el que ha comisariado numerosas exposiciones, la mayor parte de Picasso. Recordó que hace varios años hizo una ponencia en un Congreso Internacional, organizado por Maite Ocaña cuando era directora del Museo Picasso de Barcelona, que versó sobre el tema, De Gosol al cubismo, uno de los ejes intermedios de esta muestra, con París primero, su limitado paso por Gosol y el regreso a París, los tres vectores del proceso creativo de ese año tan importante en el devenir de la obra picassiana.
Y añadió que su forma de abordar el desnudo, primero en la capital francesa, en el Pirineo leridano y de nuevo en París, junto a su musa y pareja Fernande Olivier. La dibujó, pintó y esculpió durante los ocho años que duró la relación. En ese transito por una nueva experiencia artística encontramos a un Picasso renacido y vitalista que abandonó el simbolismo decadente.
Carmona en su divulgativa presentación mencionó su relación de amistad e identificación con Gertrude Stein y con su círculo como su amiga Alice B. Toklas, en su modo de innovar entre la figura y el fondo de sus modelos representados, del homoerotismo y de su apertura a la sensibilidad erótica en muchos de sus dibujos y pinturas, así como de la transculturalidad de un migrante como él, interesado tanto por la cultura francesa como por la koiné del arte primitivo en un sentido amplio.
La exposición se estructura en ocho salas de la segunda planta del edificio Sabatini y en ellas se produce una interacción entre sus esculturas de antiguas culturas, óleos y dibujos de artistas como El Greco, Ingres, Corot o Cézanne, entre otros, que ayudan a establecer correspondencias y apropiaciones que, de modo sincrónico, Picasso incorporó a su proceso creativo. Y eso solo ha sido posible por la calidad de las obras y la generosidad de los grandes museos internacionales como el MoMA, el MET, el Guggenheim de Nueva York, y otros de Estados Unidos (Boston, Dallas, Baltimore, Cleveland, Philadelphia, Chicago), el Louvre, el Pompidou, el Prado y el Arqueológico Nacional, y sobre todo del Museo Picasso de París, gran colaborador de la exposición, y sus homónimos de Barcelona y Málaga.
La primera parte está dedicada al cuerpo. Su forma de abordar el desnudo fue un tema recurrente en su producción entre 1890 y 1906, pero fue precisamente en ese año realizó casi medio centenar de desnudos femeninos y masculinos y pasó de utilizar la acuarela y el gouache en papel a utilizar también el óleo en gran formato. En esa sala podemos observar obras previas como Campesino, El pastor, Desnudo femenino, Mujer tumbada, todas de 1902, o Mujer desnuda (1903), sin dejar de mencionar Desnudo sentado (1905), que quizás sea una buena síntesis de su forma de representar el cuerpo antes de 1906.
Sin embargo, esa pulsión hacia su interacción entre fondo y figura, algo que ya parecía evidente entre la permanencia y el cambio en su Suite de los saltimbanquis, realizada entre 1904 y 1906, con ese magnífico Desayuno frugal y otras composiciones que ilustran su visión del cuerpo femenino en la intimidad, pareja de adolescentes o la relación de los jóvenes con los caballos, esa representación del mundo del circo, o esos saltimbanquis en reposo con la música y danza sugerida.
En al segunda sala podemos ver desnudos de niños, ya sea en la naturaleza o en interiores, preludiando la transformación que se avecina, con esa edad de oro visible en piezas como Los dos hermanos (1906) o Los adolescentes (1906) en ese diálogo con Paul Cézanne y El Greco, artista que le influyó poderosamente en su devenir plástico, sin olvidar ese ideal clásico que tanto llamó a Picasso en esas dos esculturas en bronce: Efebo dionisíaco y Efebo apolíneo, del siglo II, antes de comprobar cómo Picasso erotizó los cuerpos masculinos y moldeó los femeninos, desdibujando la convención de la representación entre lo femenino y lo masculino.
En Mujer peinándose (1906), procedente del MoMA, se preludia el cubismo y en cierto modo el expresionismo abstracto, con referencias a la mitología y la representación de Venus con ese rostro de máscara que lo entronca con lo primitivo, algo que también establece correspondencia con El baño de Diana (1869-1870) de Corot, prestado por la Colección Carmen Thyssen. Además el Busto de mujer, prestado por Almine y Bernard Ruiz-Picasso, junto a los tres dibujos de Ingres, o sobre todo El harén, del Museo de Cleveland, que Picasso pintó en Gosol, muy relacionado con El baño turco (1862) de Ingres, en ese modo de asimilar el dibujo en arabesco del pintor francés. Una composición de gran originalidad.
Lo vernacular agrupa el conjunto de obras que Picasso hizo en Gosol, pueblo del Pirineo leridano en el que residió casi tres meses, de finales de mayo a mediados de agosto de 1906. Un período de cierto aislamiento pero que le permitía seguir su relación con sus amigos parisinos, pero que le sirvió para añadir un componente vernáculo con la inclusión de aldeanas y aldeanos que irradian el sosiego que no ve en urbes como París. Su modo de plasmar el paisaje, un niño con ganado, el retrato de un hombre de frente, el Estudio de una mujer con pañuelo o La mujer de los panes, entre otras obras, junto a esa Virgen de Gosol, del siglo XII, o ese carnet de dibujos, nos acerca a su búsqueda de nuevos valores plásticos, tanto para representar rostros como máscaras, lo primitivo y el eco del románico catalán, que más tarde retomará a su vuelta a París.
La siguiente parte gira en torno a Fernande Olivier, su compañera y musa, desde 1904 a 1912. Fue una relación compleja dada la fuerte personalidad de Picasso. El artista consideraba que la particular fisonomía de Fernande le ayudaba a experimentar, ya fuera con lo vernáculo referido a Gosol, en dos esculturas, una pequeña y otra de mayor tamaño para ir desmaterializando la forma, o ese elegante retrato abocetado de Fernande Olivier (19o5-1906), limpio en el trazo y con el color suave, y su referencia española cuando captó a Fernande con mantilla, un óleo sobre madera de ese mismo año.
La siguiente sala revela la apropiación de lo primitivo, a través de fisonomías inesperadas, no exentas de misterio, como el caso de Busto de mujer joven (1906) de la Colección del Museo Reina Sofía, donde hay reflejos del arte egipcio y etrusco, un cierto tratamiento tosco, que parece subrayar la idea de inacabado, lo que confiere una atmósfera primitiva a la figura, también con influencias del arte íbero, algo visible al fijarnos en una máscara de madera que se ubica en el mismo espacio. También merecen destacarse ese Busto de mujer (estudio para Las señoritas de Avignon y Mujer desnuda, tres cuartos de espalda, ambas de 1907, con referencias al arte ibérico y a lo etnográfico, donde se dan cita la figuración y la abstracción, preludio del cubismo posterior.
La última parte observamos las grandes transformaciones en la obra picassiana, desde Desnudo con manos juntas, que muy probablemente comenzó en Gosol y terminó más adelante en París, que ya marca el camino explícito de una nueva etapa al arte moderno. Se dan en esa obra una poética del cuerpo, se acentúa la noción del cuerpo como forma pero también se establece una serie de morfologías geométricas que estructuran la figura en un círculo, una elipse y un ovoide. Pero no menor es su interculturalidad y la relación con lo primigenio en esa hibridación con el arte antiguo romano y griego, el arte íbero o con las máscaras fang.
Una personalidad tan arrolladora como Gertrude Stein, americana transterrada a Europa en las primeras décadas del siglo XX, le compró esa pintura de la que Stein nunca se desprendió y luego sería modelo para el pintor malagueño en un retrato mítico, comenzado en la primavera de 1906 pero que quedó inacabado cuando se fue a Gosol y luego lo concluyó al regresar a la capital francesa ese mismo año.
Volviendo a ese retrato de Gertrude Stein de Picasso, donde se aúnan dos registros estilísticos diferentes distintos. Por un lado, una compensación convencional del fin de siglo, y por otro ese ángulo primitivista al reforzar su lado de máscara, lo que anticipa ese sentido de ruptura con la unidad del cuadro en la tradición de las bellas artes. Es un hito poder ver esta obra en Madrid procedente del MET de Nueva York.
Y en ese recorrido conviene mencionar su Autorretrato (1906), una síntesis donde vuelven a interaccionar lo primitivo, el románico, lo íbero, el arte egipcio y el art nègre; Busto de mujer desnuda (1906) de Art Institute de Chicago; Desnudo sentado para el estudio de las señoritas de Aviñon (1906-1907); Mujeres acicalándose (1956) y una escultura de 1909, Cabeza de mujer, Fernande. Una exposición necesaria que como recordó el comisario toma su título del periodista e historiador francés Pierre Daix.