El Estado compra en Ansorena el Autorretrato de Zacarías González Velázquez
Pintado hacia 1823, se ofreció por 35.000 euros en la cita de los días 21 y 22 de enero
Parece que siguen corriendo buenos tiempos para las compras del Estado. En la primera de cambio, la licitación en Ansorena, ha vuelta a aparecer y comprar. Esta vez se trata del del buen Autorretrato, c. 1823 (O/L, 54 x 42,5 cm; ver) de Zacarías González Velázquez, pintado con unos sesenta años. Como comentamos en nuestro artículo de previos (ver), se trataba de su cuatro autorretrato conocido (firmado en 1802 el primero, hacia 1813 el segundo y de 1817 el tercero), cuando ya había sido nombrado por Fernando VII Director de Pintura en la Academia. La procedencia, impecable -colección del Marqués de Santa María de Silvela, Gregorio Marañón y colección particular londinense-, demostraba por si hacía falta, que era obra importante. Y por eso mismo, dada su calidad y temática, se ofreció por unos 35.000 euros, que fueron imposibles para los coleccionistas particulares. Pero el Estado, la mañana del día siguiente, ejerció su derecho de tanteo y se hizo con el lienzo. Buena noticia, sin duda. Lamentablemente no hubo interesados por los óleos de José Jiménez Aranda, que se ofrecían por 8.000 y 20.000 euros (ver), y que resultaron excesivos a la postre.
Si continuamos con la pintura antigua, debemos mencionar también la subida de 30.000 a 34.000 euros de la tabla de Frans Francken II, Las siete obras de misericordia, c. 1606-1616 (O/T, 60 x 80 cm; 638). Más interesante para los interesantes de la mayor parte de nuestros coleccionistas nacionales fue la puja por hacerse con el lienzo del gran bodegonista Juan Sánchez Cotán. Esta vez no se trataba de una de sus buscadas y exquisitas composiciones naturalistas sino de un San Juan Bautista (O/L, 142 x 86 cm; 641). Publicado por Angulo y Pérez Sánchez en 1972 en su buen estudio sobre la Pintura toledana. Primera mitad del siglo XVII (p. 90, núm. 148, lámina 26, sin medidas), su figura deriva, como bien se apunta en la catalogación, del que pintó “para el retablo de la cartuja de Granada y que hoy se encuentra en el Museo de Bellas Artes de esa ciudad”. Y así, tampoco fue extraño que pasara de los 10.000 euros de inicio hasta los 22.000 euros en que bajó el martillo.
Si nos trasladamos a la pintura del cambio de siglo, de 1903 para más datos, brilló con luz propia el óleo de Darío de Regoyos, Reflets, ville en Castille, 1903 (O/T, 25 x 33 cm; 753), pintado en Castilla y enviado a su exposición en París, donde fue comprado y ha permanecido hasta ahora; de ahí su título en francés, para el galerista. Subió de 9.000 a 13.000 euros.
Y en el siglo XX, contra propios y extraños, brilló la escultura en bronce y técnica mixta de Eduardo Arroyo (1937-2018), Ramoneur II, 1982 (firmada, 1/6, 50 x 30 x 26 cm; 275), que se alzó con la victoria económica en esta cita de enero en Ansorena. Procedente de las Leonard Hutton Galleries, de Nueva York, fue comprada por la Corporate Collection Ahlers AG, Herford, y vendida a una colección privada alemana, y se ofrecía por 18.000 euros.
El término francés ramoneur significa deshollinador, aquel personaje que bajaba por las chimeneas de los edificios y las iba limpiando del hollín y demás elementos. Figura históricamente un tanto marginada -supongo que por la suciedad a la que dedicaba su vida y con la que debía presentarse por muy bien que se limpiaran- y poco valorada, a pesar del necesario servicio que prestaba, sirvió a Arroyo como metáfora para cuestionar algunos valores tradicionales y proponer una nueva dignidad.
El hecho de ser el ejemplar II de una larga serie, y de que la edición fuera de tan sólo seis ejemplares, da idea de su importancia. Y, por tanto, de que las pujas se fueran sucediendo hasta adjudicarse por 42.000 euros, muy lejos de los apenas 7.400 euros de remate en agosto pasado en Ketterer Kunst GmbH… Su versión VII, de similares características técnicas y misma edición de seis ejemplares y medidas casi idénticas, se adjudicó en Alcalá, en marzo de 2014, por los 15.000 euros pedidos.
Las otras ventas importantes del siglo XX fueron menos espectaculares. En primer lugar, el lienzo de Rafael Canogar, P-27-80, 1980 (O/L, 81 x 100 cm; 202), procedente de la galería Juana Mordó de Madrid y expuesto en las salas de la Biblioteca Nacional de Madrid en 1982 (Rafael Canogar. 25 años de pintura), se adjudicó por los 12.000 euros pedidos. Y destacó también la subida del linóleo de Picasso, Banderillas, 1959 (14/50, 376 x 482 mm; B. 943 y Ba. 1222; 83), que subió de 9.000 a 11.000 euros; lo interesante del dato es que lo había vendido Christie’s en noviembre de 2000 por 9,400 USD. Y, por último, un lienzo de Carlos Nadal, de 1950, Exterior de Uccle (O/L, 65 x 81 cm ; 91), que se adjudicó por los 10.000 euros de la salida. Daniel Díaz @Invertirenarte