El esplendor del barroco genovés llega a Roma
Le Scuderie del Quirinale, en colaboración con la National Gallery de Washington y el Comune de Génova, han organizado una de las grandes exposiciones de la temporada: Superbarroco. Arte a Genova da Rubens a Magnasco, un recorrido por el lujo y la opulencia de la república italiana donde la pintura Rubens y Van Dyck marcó un antes y un después en el desarrollo del barroco genovés. Castiglione, Piola, De Ferrari o Magnasco son otros de los protagonistas de la muestra, que reúne además diversos objetos suntuarios con los que se recrea el esplendor que caracterizó a este periodo.
La historia de la república de Génova estuvo asociada desde la Edad Media a las luchas y el poder por el dominio del Mediterráneo. Su puerto, punto de salida y entrada de mercancías con destino a buena parte de Europa, se convirtió pronto en un objetivo a conquistar por parte de las grandes potencias. A principios del siglo XVI, el almirante Andrea Doria, cabeza de una de las familias nobiliarias más destacadas de la ciudad, supo sacarle partido y, asociándose con el emperador Carlos V, consiguió restaurar la independencia de la urbe frente a Francia. Esta situación propició el auge de poderosas familias de mercaderes y banqueros que, deseosos de engrandecer sus residencias y fundaciones religiosas, llamaron a artistas italianos y foráneos –flamencos especialmente– para trabajar a su servicio.
Dentro de este auge, el periodo barroco es el que más sobresalió en cuanto a su producción artística. Es precisamente este el momento elegido por Le Scudierie del Quirinale de Roma y la National Gallery of Art de Washington, en colaboración con el Comune e dei Musei di Genova, para la exposición que lleva por título Superbarroco. Arte a Genova da Rubens a Magnasco.
Como señalan los comisarios de la muestra, Jonathan Bober, Piero Boccardo y Francesco Boggero, el barroco genovés abarca cronológicamente desde la primera visita de Rubens a la ciudad a principios del siglo XVII, hasta la muerte de Alessandro Magnasco en 1749 y la fundación de la primera academia oficial de arte en 1751, de ahí el epígrafe de la misma. Bajo esta premisa, se han reunido alrededor de 120 obras procedentes de colecciones públicas y privadas italianas y americanas. Los lujosos vestidos de los personajes de los retratos de Rubens y Van Dyck; los muebles que aparecen en los lienzos de Giovanni Benedetto Castiglione; las exuberantes composiciones de Domenico Piola y Gregorio de Ferrari; o los caprichosos paisajes de Magnasco, muestan al espectador la opulencia que caracterizó aquel momento.
Rubens es el protagonista del inicio de la exposición, en la que sobresale su Retrato ecuestre de Giovan Carlo Doria, pintado en 1606. Aunque apenas visitó la ciudad en el periodo estival de ese año, cuando trabajaba en Mantua para la corte de Vincenzo Gonzaga, su lenguaje pictórico marcó un antes y un después en el arte genovés. Esta absorción de la pintura flamenca la encarnó rápidamente Bernardo Strozzi, cuya obra La cuoca (1625), uno de los préstamos más importantes del Palazzo Rosso y obra maestra del naturalismo del XVII, aúna a un mismo tiempo el estilo del flamenco con una poética marcada por el caravaggismo. La evolución del género queda patente en La despensa de Antonio Maria Vasallo, pintada dos décadas después.
Uno de los géneros más sobresalientes del barroco genovés fue el retrato. Y de nuevo fue un flamenco, Anton van Dyck, quien marcó la pauta cuando entró al servicio de las familias más importantes durante la década de 1620. En la muestra pueden contemplarse ejemplares tan sobresalientes como las efigies de Anton Giulio Brignole-Sale y Paola Adorno Brignole- Sale (1627), préstamos del Palazzo Rosso de Génova; el sobresaliente Elena Grimani Cattaneo (1623) de la National Gallery de Washington; o Agostino Pallavicino como Embajador del Papa (1621-1623) del J. Paul Getty de Los Ángeles. Su evolución queda patente al compararlo con Dogo Francesco Maria Imperiale, retratado en 1711 por el Mulinaretto.
El viaje al Barroco atraviesa luego varios temas típicos de la producción artística de la época: la explosión de colores y elementos de la naturaleza en la Arcadia fantástica de Grechetto, los experimentos de contraluz en la pintura de interiores de Assereto y las audaces visiones místicas de Procaccini, De Ferrari y Piola. La culminación del esplendor genovés se alcanza en el lujo y riqueza tanto de iglesias como de palacios, que se convirtieron en verdaderos teatros de exhibición de la propia posición social y política. Mobiliario, objetos de plata y otros enseres pueden contemplarse así junto a las pinturas, en un intento por recrear aquellos fastuosos interiores.
El recorrido finaliza con la otra gran figura con la que se diluye el barroco en Génova, Alessandro Magnasco. En esta última sección puede contemplarse una de sus obras maestras, Entretenimiento en un jardín de Albaro (1735), una especular visión de la ciudad de espaldas al mar donde aparece un grupo de diminutos nobles en primer plano frente al paisaje, como para simbolizar su ineficacia política y celebrar, con elegancia y refinado sentido trágico, el fin de las glorias republicanas desde lo alto de sus casas de campo.
Superbarroco. Arte a Genova da Rubens a Magnasco, podrá visitarse hasta el 3 de julio en las salas de exposiciones de Le Scuderie del Quirinale de Roma. Ha sido comisariada por Jonathan Bober, jefe del Departamento de grabado antiguo de la National Gallery di Washington; Piero Boccardo, director del Palazzo Rosso de Génova y gran especialista en la materia; y Franco Boggero, historiador del arte y experto en pintura ligur de los siglos XVI y XVII.