Diversidad y ensoñación en La Biennale
Venecia vuelve a abrirse al arte contemporáneo con un año de retraso para acoger la 59º edición de un evento que busca –esta vez más que nunca– el reencuentro, la pluralidad de género y la transformación del mundo. En un momento especialmente difícil por la invasión rusa, la recesión económica y las consecuencias de la pandemia, la comisaria Cecilia Alemani desea ofrecer un recorrido mágico bajo el lema La leche de los sueños, frase que rememora un cuento de la artista Leonora Carrington.
El relato infantil que imaginó esta autora surrealista para sus hijos hablaba de niños con alas en lugar de orejas que se hacían amigos de cocodrilos y vivían aventuras singulares; una fábula inverosímil donde todo podía cambiar, transformarse o reconvertirse (con su parte buena y mala).
La evolución vivida durante estas primeras décadas del siglo XXI –debido a la tecnología o al cambio climático, por ejemplo– y la incertidumbre de los últimos tiempos, ha llevado a la comisaria italiana a apostar por esa Leche de los sueños onírica y mutable para una Biennale que llega con retraso.
“Como la primera mujer italiana en ocupar este cargo, tengo la intención de dar voz a los artistas para crear proyectos únicos que reflejen sus visiones y nuestra sociedad”, explica Alemani, que ya fue responsable del pabellón italiano en 2017. Esa etiqueta de pionera, le ha permitido además plantear un recorrido por las tendencias más actuales donde –por primera vez en la historia– la presencia de creadores masculinos es minoría entre los más de 200 participantes.
Tomando como punto de partida el título del relato infantil y las criaturas imaginadas de Carrington, el discurso de este año se enfoca sobre todo en tres grandes áreas temáticas: la representación de los cuerpos y sus metamorfosis; la relación entre individuos y tecnología; y la conexión entre los cuerpos y la Tierra. A partir del 23 de abril y hasta finales de noviembre, los Giardini de Venecia y espacios aledaños volverán a reeditar una cita que recuerda a los Salones de Arte y las Exposiciones Universales del siglo pasado; en un evento internacional que reunirá a 58 países (cifra inferior a 2019, cuando acudieron 90). Entre los recién llegados, estados como Camerún, Nepal, Namibia u Omán que participan por vez primera con pabellón propio.
La presencia de dichos países demuestra que eventos como La Biennale siguen teniendo un cierto peso geoestratégico y que son el mejor escaparate para exportar el trabajo de los artistas locales. No hay que olvidar que esta y otras citas similares como Documenta legitiman a los creadores presentes y consolidan sus carreras.
Quizá resulte irónico que en un mundo globalizado siga habiendo pabellones nacionales, pero lo cierto es que sirven para construir mensajes que van más allá de lo puramente cultural. Precisamente por eso, merece especial mención el dedicado a Ucrania, con una instalación de Pavlo Makov titulada Fuente del agotamiento. Agua alta.
Consiste en una serie de embudos de cobre que una de las comisarias tuvo que transportar en su propio coche desde Kiev y que se ensamblan en una fuente en cascada situada contra un muro de hormigón. A este trabajo se suma la instalación que Dana Kosmina ha instalado en un espacio exterior rebautizado como Piazza Ucraina.
En el caso de España, hay que hablar de Corrección, un proyecto del artista conceptual Ignasi Aballí. Es curioso que justo cuando se cumplen 100 años del pabellón, seamos conscientes de un detalle que centra el discurso del autor: la construcción levantada en 1922 por Javier Luque está girada 10 grados con respecto a los edificios vecinos de Holanda y Bélgica (este último aloja la obra de Francis Alÿs).
Como decíamos antes, las mujeres lideran la oferta veneciana, gracias por ejemplo a Estados Unidos y su artista Simone Leigh; Francia, que ofrece por primera vez el trabajo de una autora de origen argelino como es Zineb Sedira, o Suiza, que opta por la franco-marroquí Latifa Echakhch.
Frente a la ingente cantidad de propuestas nacionales del Pabellón Central de los Giardini y la Corderie, cuyos pabellones se suelen visitar de media unos tres minutos, se han organizado también cinco pequeñas secciones históricas que echan la vista atrás a la historia del arte. Aquí se incluyen autoras españolas como Maruja Mallo, Remedios Varo o Josefa Tolrá, además de la portuguesa Paula Rego.
Si a todo eso añadimos las decenas de actividades y exposiciones alternativas que se organizan en Venecia durante los próximos meses –como las propuestas de Ruth Gómez, Nuria Mora, Daniel Muñoz y Sixe Paredes en el Palazzo Donà, la exposición de esculturas renacentistas que presenta Colnaghi en la Galleria Giorgio Franchetti alla Ca0 d’Oro o la performance de Jota Mombaça en el nuevo espacio que Patrizia Sandretto ha abierto en la isla de San Giacomo–, nos encontramos con una oferta plural e inabarcable. Difícil tarea, pero no imposible, recorrer cada una de las propuestas con las que La Biennale nos invita a beber La leche de los sueños. Sol G. Moreno