David Goldblatt, realismo costumbrista durante el ‘apartheid’
Observar las imágenes de este fotógrafo sudafricano supone sumergirse en uno de los capítulos más dolorosos de la historia contemporánea: el apartheid. Fundación MAPFRE presenta una retrospectiva que recoge siete décadas del trabajo documental del autor, que se podrá contemplar hasta el próximo 25 de agosto junto a la exposición Consuelo Kanaga: atrapar el espíritu.
David Goldblatt (Randfontein, 1930 – Johannesburgo, 2018) decía de la fotografía que le daba “la licencia para observar la realidad de diversas formas que no nos están permitidas”. Y esto es lo que hizo hasta el final de sus días, durante 40 años, muchos de los cuales estuvo viajando por Sudáfrica con su caravana.
Esto explica que la carrera artística de Goldblatt abarque una amplia extensión geográfica de su país, así como una gran variedad de situaciones humanas que mostraban el día a día de sus conciudadanos durante y después del apartheid.
Sin segundas intenciones, comisariada por Judy Ditner, Leslie M. Wilson y Matthew S. Witkovsky, reúne unas 150 fotografías de varias de sus series, que se exhiben junto a la obra de otros artistas sudafricanos, como Jo Ractliffe, Ruth Seopedi Motau o Lebohang Kganye. Asimismo, se presentan tres libros del propio fotógrafo, en un recorrido más temático que cronológico en las salas del Paseo de Recoletos de Madrid de la Fundación MAPFRE.
Al contrario de lo que hicieron otros autores contemporáneos, Goldblatt no retrata la violencia ni el lado más lacerante del apartheid, sino que se centra en poner rostro a las víctimas y colonos de este régimen de segregación racial. También fija su mirada en las ciudades donde vivían, los edificios que habitaban y el interior de sus hogares.
Es importante subrayar que su condición privilegiada de individuo blanco permitió al fotógrafo captar momentos íntimos tanto de unos como de otros, sin generar ninguna diferencia. El artista se inclina, sobre todo, por capturar realidades improvisadas de la vida cotidiana, ya sea de instantáneas de los afrikáneres —descendientes de colonos fundamentalmente neerlandeses— o una joven pareja de negros de Johannesburgo, como en la fotografía de Lulu Gebashe y Solomon Mlutshana.
En los siguientes años, su interés se orientó hacia los intercambios comerciales y la vivienda, como se aprecia en la sección llamada «Incredulidad». En ella el visitante se enfrentará a varias imágenes de urbanizaciones sin terminar, que funcionan como metáfora de una sociedad escéptica que no acababa de entender la lógica de este sistema político. Ejemplo de esto es su imagen de casas sin terminar en Cabo Oriental, tomada en 2006, que refleja uno de los proyectos urbanísticos sin concluir (por la escasez de agua, el robo de materiales, problemas con la evacuación de aguas residuales o causados por el alto contenido de arcilla del suelo y la falta de fondos).
Otra cuestión que está muy presente en el recorrido es la economía extractiva puesta en marcha por empresas coloniales que querían explotar sus recursos naturales.
El artista recoge este contexto en su primera serie, On the Mines (1964-1973), que muestra cómo la obra de mano negra predominaba en los trabajos más peligrosos en las minas de oro y platino. Para ello, acompañó a los mineros a 1.500 metros bajo tierra y capturó las complicadas condiciones laborales con una Leica de 35 mm.
Hay que destacar la intervención de los comisarios para enfrentar en una misma sala las imágenes en blanco y negro de la extracción de oro y platino en los años 60, con las realizadas a color en la década de los 2000 de la minería del amianto.
Aunque la fotografía de Goldblatt se caracteriza por la objetividad y cierta posición de lejanía con lo que retrata, aquí se aprecia una suerte de denuncia por la situación de los trabajadores y los peligros a los que se exponían.
La falta de lógica del apartheid se tradujo en leyes absurdas y laberínticas que se reescribían sin cesar para legitimar un sistema de abusos y opresión. Ante esta situación, muchas de sus fotografías registran con ironía los encuentros de grupos segregados en espacios públicos y privados de todo el país. Una de las preguntas que plantean sus instantáneas es: ¿Cómo se reúne la gente en un país dividido por la segregación?
En 1950, las protestas contra esas políticas fueron comunes, por lo que el gobierno introdujo prácticas cada vez más brutales para reprimir la disidencia y restringir el derecho de reunión. A pesar de que el autor eludió la representación directa de los actos de rebelión, sí que guió su cámara hacia los jóvenes sudafricanos que protestaban abiertamente contra el legado colonial.
La exposición se construye con fotografías que recogen los paisajes de Sudáfrica, su arquitectura y su población, que siempre intentó retratar con dignidad. Le importaba conservar la identidad de la misma, como en esa imagen que congrega a un grupo de mineros que decidieron posar para la cámara con sus ropas tradicionales.
Judy Ditner, una de las comisarias, comenta: «Su obra constituye un permanente reproche a quienes se mantienen al margen de la injusticia y está imbuido del sentimiento de culpa de que siempre podría haber hecho más». Aun así, es innegable que el trabajo fotográfico de David Goldblatt es considerado un testimonio fundamental para comprender el apartheid desde la mirada de la cotidianeidad. Nerea Méndez Pérez