Creatividad e incertidumbre en la República de Weimar, el mundo de ayer

Creatividad e incertidumbre en la República de Weimar, el mundo de ayer

Se acaba de abrir al público en CaixaForum Madrid la exposición Tiempos inciertos. Alemania entre guerras, organizada por la Fundación «la Caixa» y comisariada por Pau Pedragosa y Chus Martín, en la que se recrea el universo que va desde los años previos a la Primera Guerra Mundial y que se centra en el período de entreguerras con el foco en la República de Weimar hasta llegar a los años 30 con el ascenso del nazismo al poder en 1933. Una visión transversal de una época convulsa en la historia europea, en ese viaje del mundo de ayer al mundo de hoy.

Johannes Itten. Grupo de casas en primavera, 1916. © Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

Tiempos inciertos. Alemania entre guerras, que permanecerá abierta en CaixaForum Madrid hasta el 16 de febrero de 2025, es una muestra ambiciosa de producción propia de la Fundación «la Caixa», que aglutina diferentes disciplinas artísticas, desde la pintura, la escultura, la fotografía, montajes audiovisuales, diseños, paisajes sonoros, entre otras, para recrear una época que fue muy rica creativamente en medio de diferentes crisis económicas, sociales y culturales porque se cuestionaron muchas de las certezas de principios del siglo XX, previas al estallido de la Gran Guerra (1914-1918).

Isabel Fuentes, directora de CaixaForum Madrid, agradeció la generosidad de instituciones como el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, el de Artes Decorativas, el IVAM de Valencia y del StadtsMuseum Berlín, el Käthe-Kollwitz Museum de Colonia y el Georg Kolbe Museum de Berlín, que han hecho posible la exposición y destacó el esfuerzo que se ha hecho con la escenografía y el montaje para que los visitantes  puedan sumergirse en la atmósfera histórica que recrea.

Pau Pedragosa, uno de los comisarios junto a Chus Martín, subrayó que en el período de cambio como el abarcado en la exposición resulta muy visible el cuestionamiento de las viejas certezas y la seguridad hasta un territorio más inestable que abrió nuevas perspectivas en un espacio de incertidumbre. Alemania  tuvo que reconstruirse tras la Gran Guerra y poner en marcha una Constitución en 1919 firmada en Weimar, ciudad que habitaron Goethe y Schiller, y que fue la más avanzada de su tiempo al recoger derechos colectivos e individuales como el sufragio universal, entre otros.

Y añadió que el hilo narrativo es un viaje desde el mundo de ayer, título de un libro memorias luminoso de Stefan Zweig, donde nos hablaba de la seguridad y el mundo sólido previo a la Gran Guerra, el paso por la República de Weimar que tanta ilusión generó hasta desembocar en el mundo de hoy tras la Segunda Guerra Mundial. En buena medida sus consecuencias llegan hasta nuestros días.

Los comisarios han estructurado la exposición en tres ámbitos en una especie de viaje por algo más de tres lustros de la vida alemana y su reflejo en Europa: Del mundo de ayer a una nueva Alemania, representada por la República de Weimar y el presente incierto que se abrió con el ascenso de los nazis al poder que abocó a las terribles consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.

Los tiempos previos al inicio de la Gran Guerra están muy bien reseñados en algunas palabras del primer capítulo de El mundo de ayer. Memorias de un europeo, cuando Stefan Zweig escribe: «… la época de antes de la Primera Guerra Mundial, la época en que crecí y me crié, … fue la edad de oro de la seguridad. Todo en nuestra monarquía austríaca casi milenaria parecía asentarse sobre el fundamento de la duración, y el propio Estado parecía la garantía suprema de esta estabilidad».

Lovis Corinth. Desfile de modelos, 1921. ©Museo Nacional Thyssen- Bornemisza, Madrid

Y ese mundo sólido descrito por Zweig está muy bien resuelto en la sala primera que recrea un salón burgués de finales del siglo XIX , inspirado en la novela de Thomas Mann, Los Buddenbrook, un retrato por cuatro generaciones de una familia burguesa de Lübeck, donde ya latían tensiones entre la música de Johann Strauss, toda ella armónica con el rupturismo que se desprende al escuchar La Consagración de la Primavera de Stravinsky (1913), premonitorio de lo que vendría después con la Gran Guerra.

En ese tránsito que va del salón burgués hacia la República de Weimar hay una escenografía oscura y laberíntica, simbolizada en las trincheras, donde el sonido te sumerge en un espacio inquietante y en sus muros negros vemos las cifras que definen la devastación que produjo el conflicto bélico: 70 millones de personas movilizadas; 10 millones de muertos y 20 millones de heridos. Ese fue el balance el número de una Europa en llamas.

Tras el fin de la contienda pasamos al segundo y más importante ámbito de la muestra, Una nueva Alemania: la República de Weimar, que nos ofrece el necesario contexto histórico y social del gigante alemán con los hitos más relevantes,  organizados cronológicamente y sintetizado en paneles desde la Revolución de noviembre de 1918 hasta la elección de Hitler como canciller en 1933, con esa edición de la Constitución de 1919, una de las más liberales y avanzada de Europa, que se expone en una vitrina.

En ese cuerpo central hay varios conceptos que se van desarrollando: el primero sobre el cuerpo a través de varias esculturas que representan los nuevos ideales de belleza y fortaleza en esas formas modeladas por mujeres: Käthe Kollwitz, Marg Moll o Renée Sintenis; la representación del individuo y la masa, lo primero a través de una serie de fotografías de individuos de diferentes clases sociales captados por la cámara de August Sander, pero también de las masas que observamos en fragmentos de películas como Metrópolis (1927) de Fritz Lang o la propaganda nazi que filmó Leni Riefenstahl en El triunfo de la voluntad (1935). Dos disciplinas como la fotografía y el cine supieron expresar las tensiones sociales de la época y muchos creadores vanguardistas tendieron a posicionarse políticamente junto a la izquierda revolucionaria o democrática como el caso de George Grosz en ese cartel «Trabajadores, ayuda» ¡Votad comunista! (1923-1924).

Precisamente de Grosz en otro subámbito titulado Años dorados y tiempos oscuros se exhiben una serie de litografías con el título de Bandidos (1922) que desprende esa fuerza corrosiva que vertía el artista alemán en sus composiciones. Fueron unos años de crisis económicas, desigualdades crecientes y una superinflación, pero que también supusieron un aire fresco en creatividad, tolerancia y experimentación en muchas áreas del conocimiento.

Fue además un momento para repensar el nuevo papel de la mujer en la sociedad, más independiente, andrógina, activa social y políticamente que definen con el pincel Kark Hubbuch, y con la cámara Marianne Breslauer o el propio Sander.

La música tiene una importancia capital en el recorrido por esta exposición. Sin embargo, los comisarios han querido que tuviera un lugar de privilegio, una sala que ejemplifique las diversas músicas que se dieron en Weimar, desde el sonido intenso de Wagner, la música de Kabarett Berlín, la importancia del jazz en Dixieland, las melodías de Kurt Weill, la experimentación de Schöenberg o el atrevimiento de Mischa Spolianky, compositor de bandas sonoras y uno de los primeros en favor   del colectivo LGTBQ + en la década de los 20 del siglo pasado.

En un espacio tan libre como en Weimar el arte y la técnica coexistieron. Fueron unos años de cierto eclecticismo donde llegaron a desarrollarse nuevos estilos pictóricos como el expresionismo de Corinth, Itten o Schmidt-Rottluff, la nueva objetividad  Christian Schad y Otto Dix, el constructivismo de El Lissitzky o el dadaísmo de Raoul Hausmann y la exquisitez de Kurt Schwitters en Dibujo plástico Merz, entre otros. Así como esa serie de objetos diseñados en la Bauhaus, que se incorporaron a la vida cotidiana.

Christian Schad. Retrato del Dr. Haustein, 1928. © Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Karl Hubbuch. Doble retrato de Hilde II, 1929. © Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
El Lissitzky. Proun 5 A, 1920. © Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

Los tres últimos espacios del núcleo central tienen como ejes: la incertidumbre como principio científico que revolucionó este campo  por el cuestionamiento de la física cuántica, que atribuía una naturaleza probabilística a la realidad;  la crisis de la razón en la filosofía cuando el progreso moral fue desacreditado por el existencialismo de Martin Heidegger; y el fin del sueño democrático que había simbolizado Weimar y que concluyó con la quema de libros de 1933 por los nazis, el comienzo del sueño de los monstruos que llevará a una nueva contienda bélica desde 1939 a 1945.

Y el último ámbito está dedicado a Un presente incierto, los ecos de la República de Weimar en la actualidad, ya que muchas de las tensiones de ese período histórico en Europa siguen teniendo eco en el mundo actual. Algunos personajes públicos contemporáneos en un video reflexionan sobre esta influencia: la filósofa Begoña Román, la reportera Patricia Simón, el sociólogo Miquel Misse, la escritora Sara Torres, la comisaria del Sónar + D, Antònia Folguera o el físico José Luis Crespo. Todos ellos aportan su visión sobre las oportunidades que nos ofrece el presente y algunos de los malestares que inciden en el mundo actual. Y como actividades complementarias mencionar el pódcast Conversaciones sobre Weimar, en colaboración con Letras Libres y con su director Daniel Gascón, que constará de ocho episodios.