Creadoras con talento en el Museo Thyssen-Bornemisza
Tras la exposición de Heroínas, que organizó el Museo Thyssen-Bornemisza en Madrid hace doce años, ahora presenta Maestras, comisariada por la catedrática Rocío de la Villa, que incluye alrededor de un centenar de obras, entre pinturas, dibujos, esculturas y textiles, desde una perspectiva feminista. Un recorrido que abarca desde finales del siglo XV a las primeras décadas del siglo XX y que nos desvela la presencia y el talento creador de numerosas mujeres a lo largo de estos cinco siglos, algunas muy conocidas y otras menos, pero cuyo impulso y nuevas iconografías nos han legado una nueva mirada sobre la historia del arte. La muestra, que cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid y el patrocinio de Carolina Herrera, permanecerá abierta hasta el 4 de febrero.
Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, dijo en la presentación que estas exposiciones suponen una reflexión sobre el papel del museo y también su transformación porque «nos permite descubrir artistas fantásticas, muchas poco conocidas hasta ahora. Todo el conjunto de piezas reunidas pueden contribuir a cambiar nuestra mirada y el canon en esa idea de sororidad o solidaridad de género», Y añadió que la línea es feminista pero no excluye a nadie porque se puede disfrutar dada la calidad de las obras seleccionadas. Por su parte, Mariano de Paco, consejero de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid, ahondó y dijo que esas mujeres «estar estaban» y citó a John Berger porque la muestra nos «hace ver lo que no está presente» hasta ahora.
Rocío de la Villa, catedrática de Estética y Teoría del Arte, se mostró muy emocionada de que este proyecto haya visto la luz en un museo de primera línea como el Thyssen. «Es una historia que pone en positivo la otra mitad de la historia del arte. Creo que es muy necesario que muchas de estas obras hayan ido saliendo de los almacenes de muchos museos, que será algo que se preguntarán los visitantes a esta exposición. Y eso se explica en buena medida por la visión patriarcal del arte».
La comisaria concluyó diciendo que es muy importante el poder simbólico del arte y en esta exposición se puede observar cómo las artistas dominaban los géneros pictóricos desde los primeros ejemplos de finales del siglo XV hasta las vanguardias de las primeras décadas del siglo XX.
Maestras está articulada en ocho relatos y cada uno de ellos aborda cuestiones muy relevantes para la historia de las mujeres y, por ende, del arte durante la modernidad, en su camino a la emancipación. Y la idea central parte de la noción de sororidad y el foco está puesto en artistas, mecenas y galeristas que llegaron a compartir valores y condiciones socioculturales y teóricas favorables, pese al sistema patriarcal imperante hasta hace pocas décadas.
La primera parte, Sororidad I. La causa delle donne reúne nueve obras, un textil de Catterina Cantoni, Los amores de Neptuno (hacia 1590) con cuatro óleos de Artemisia Gentileschi, entre los que destacan Judit y su criada (hacia 1618-1619), procedente de la Gallerie degli Uffizzi, donde la criada porta en una cesta la cabeza de Holofernes; las dos versiones de Susana y los viejos, una primera más atrevida de 1623 y otra de madurez, procedente de Bolonia y pintada en 1652.
Junto a ellas la visión de Lavinia Fontana con Judit la cabeza de Holofernes en la mano (1600) y una escena íntima del interior holandés de Judith Leyster, Hombre ofreciendo dinero a una joven (1631), con esa cuidada iluminación de una vela que destaca los rostros del caballero y la muchacha, pintada poco antes de que naciera Vermeer. En general en estas dos salas están figuras bíblicas femeninas y heroínas de la Antigüedad, algunas de ellas representan la fuerza de las mujeres que triunfan sobre los agravios de la época y la misoginia latente.
En Botánicas. Conocedoras de maravillas hay varios ejemplos de cómo abordaron las mujeres el género de las naturalezas muertas, no solo en pintura sino también en los hallazgos científicos en acuarelas de Maria Moninckx y de Maria Sibylla Merian en torno a mariposas e insectos o en ese papel recortado de Anna Maria van Schurman. Entre los bodegones la elegancia de Clara Peeters, las flores de Anna y de Rachel Ruysch, el frutero de Fede Galizia y Giovanna Garzoni, sin olvidar la fuerza de Nary Beale con su joven Baco (hacia 1679) y La vendedora de té (siglo XVIII) de Françoise Duparc.
Los salones de la Francia ilustrada hicieron posible una mayor participación de las mujeres en el debate cultural. El mecenazgo de María Antonieta y las Mesdames impulsó la producción artística femenina, sobre todo en el retrato como se puede ver en la docena de obras, desde un busto modelado por Marie-Anne Collot, tres retratos de Ángelica Kauffman o dos magníficos retratos de Louise-Élisabeth Vigée-Le Brun, el que fijó la imagen de Lady Hamilton como una bacante (hacia 1790-1792) o el de Elisabeth-Philippine-Marie-Hélène de Francia, Madame Elisabeth, pintado hacia 1782, después y antes de la Revolución Francesa, que concluyó cuando Napoleón puso en marcha una reforma que culminó con la expulsión de las académicas en 1804, restringiendo derechos a las mujeres, ejemplo que también se dio en varios países europeos.
El cuarto relato, Orientalismo/Costumbrismo, se centra en el siglo XIX cuando los artistas, hombres y mujeres, se sintieron atraídos por lo exótico de culturas no occidentales o locales. Las mujeres aportaron un punto de vista más empático para conferir más dignidad a las figuras representadas, desde la contención de Henriette Browne en Una cautiva griega ( 1863) y Una labradora norteafricana (1867), la visión romántica de Mary Cassat en un viaje a Sevilla cuando captó a Muchacha española apoyada en un alféizar (1872) y un María Blanchard poco conocido cuando representa una gitana hacia 1905-1906, entre otros ejemplos.
Una decena de obras ilustran la sección Trabajo, cuidados, desde una impactante escultura de Käthe Hollwitz, Esposas despidiendo a los soldados (1937-1938), preludio de la Segunda Guerra Mundial a las actividades de Las Lavanderas (1882)de Marie-Louise Petie; El cerezo (1891) de Berthe Morisot; La zapatería (hacia 1911) de Elizabeth Sparhawk-Jones; las vendimiadoras montillanas de Eloísa Garnelo y las pescadoras de Ondarroa de Victoria Malinowska, entre otras.
Y el universo de la maternidad visto por mujeres es un hallazgo por su forma de representar algo tan cercano como su propia maternidad. Desde Las amas de casa (1905) de Lluïsa Vidal a la Maternidad (1931) de Tamara de Lempicka, con ejemplos tan representativos de Mary Cassatt en Desayuno en la cama (1897), Maternidad, media figura (1906) de Paula Modersohn-Becker; Marie Coca y su hija (1913) de Suzanne Valadon, así como dos esculturas de Käthe Hollwitz y Emy Roeder.
La penúltima parte está dedicada a Sororidad II. Complicidades, en torno al universo femenino con representaciones de amigos y conocidos en grupos pequeños o grandes, revelando una nueva iconografía de cómo era la amistad entre mujeres o entre familiares como vemos en la pintura de Marie Bracquemond, Tres mujeres con sombrillas (hacia 1880), dos ejemplos de Berthe Morisot, Las hermanas (1869) o Un día de verano (1879), y la enigmática pintura de Cecilia Beaux, Confidencias crepusculares (1888) en una conversación discreta e íntima de dos religiosas.
La octava sala reúne casi una veintena de piezas, entre pinturas, esculturas, textiles, litografía, fechadas entre finales del siglo XIX y las tres primeras décadas del siglo XX, casi todas aportaciones a las vanguardia. Muchas de estas artistas como Camille Claudel, Frida Kahlo, Natalia Goncharova, Sonia Delaunay, María Blanchard, Ángeles Santos o Maruja Mallo tuvieron un gran reconocimiento con sus obras. Pero también hubo pintoras de talento como Marie Laurencin, Marianne Werefkin o Helena Funke con esas tres mujeres en un palco de teatro o de la ópera. La mayor parte de esas obras subrayan la independencia y la alegría de vivir captadas por mujeres.