Cartier-Bresson, ‘El ojo del siglo’, en el KBr Fundación Mapfre

Cartier-Bresson, ‘El ojo del siglo’, en el KBr Fundación Mapfre

La dimensión de Henri Cartier-Bresson como fotógrafo y artista multidisciplinar a lo largo de todo el siglo XX no ha dejado de crecer con el paso del tiempo.  El KBr Fundación Mapfre de Barcelona presenta hasta el 26 de enero una retrospectiva Watch! Watch! Watch! , que incluye casi 250 fotografías del que ha sido considerado ‘el ojo del siglo’, por su labor callada y silenciosa pero capaz de captar historias humanas y acontecimientos históricos que abarcan lo más relevante del siglo XX. Comisariada por Ulrich Pohlmann, es una ocasión única para adentrarnos en una personalidad fascinante que no sólo captó el ‘instante decisivo’, sino que fue capaz de fijar en el imaginario colectivo tanto lo más visible como lo más íntimo de lo que ocurría en su entorno.

Detrás de la estación Saint-Lazare, plaza de Europa, París, Francia, 1932. Copia de plata en gelatina. © Fondation Henri Cartier-Bresson/ Magnum Photos

Un artista multidisciplinar como Henri Cartier-Bresson (1908, Chanteloup-en-Brie, 2004, Montjustin), que también pintaba, dibujaba, hizo cine y fue un gran humanista, ha quedado para la posteridad como uno de los mejores fotógrafos del siglo XX, del que fue testigo privilegiado. Desde muy pequeño se inclinó por el mundo del arte, dibujando y pintando. No siguió el negocio familiar textil y en 1926 comenzó a estudiar con el pintor André Lothe.

Era un momento que describió muy bien Hemingway en París era una fiesta. Acaba de surgir el surrealismo en 1924, movimiento que le influyó en sus inicios con esa atmósfera de mundos oníricos. André Breton, Louis Aragon, Salvador Dalí o Max Ernst fueron algunos de los protagonistas de este grupo que creían en la necesidad de la libertad a la hora de crear, que basaban su creatividad en la fantasía, la curiosidad, la experimentación y en aquello que recordamos de los sueños.

En octubre de 1930 viajó a África; a su vuelta decidió convertirse definitivamente en fotógrafo. Simpatizante del Partido Comunista francés, visitó España y realizó su primera película sobre la Guerra Civil en 1938: Return to Life. En 1940, en plena II Guerra Mundial, fue hecho prisionero por los alemanes y enviado a un campo de trabajo. A su regreso, tres años después, se unió a la Resistencia francesa, hizo fotos de la liberación de París y trabajó en una película sobre la vuelta de los prisioneros de los Campos de Concentración.

Valencia, España, 1933 Copia de plata en gelatina. © Fondation Henri Cartier-Bresson/ Magnum Photos
Sevilla, España, 1933 Copia de plata en gelatina. © Fondation Henri Cartier-Bresson/ Magnum Photos

En 1947, el Museo de Arte Moderno de Nueva York organizó una retrospectiva de toda su trayectoria; poco después cofundó la Agencia de fotografía Magnum, con Robert Capa, George Rodger y David Seymour.  Desde ese momento y  hasta principios de la década de 1970, el artista combinó su trabajo como fotorreportero con otras fotografías más personales. Sus estancias en distintos lugares de todo el mundo le permitieron capturar algunos de los acontecimientos más importantes de nuestra historia reciente: la muerte de Gandhi en India, la subida al poder de Mao en China, la Unión Soviética durante la Guerra Fría, la crisis de los misiles o la vida de los cubanos tras la llegada de Fidel Castro.

En 1970 el Grand Palais de Paris le organizó una exposición centrada en el viaje que el artista había realizado por todo el país el año anterior. Además, la cadena de televisión CBS News le encargó sendos documentales sobre Estados Unidos. En 1972 retomó el dibujo sin abandonar su actividad como fotógrafo y comenzó a distanciarse de Magnum Photo.

En 1987 se inaugura en el MoMA de Nueva York la exposición Henri Cartier-Bresson: ¿The Early Work; y en 2003 la Bibliothèque Nationale de France presenta la retrospectiva De qui s’agit-il? En mayo de ese mismo año abre sus puertas en París la Fundación Henri CartierBresson. El artista fallece un año después en su taller de Montjusin, en la Provenza, el 3 de agosto de 2004. La Fundación Mapfre en sus salas de Madrid presentó una muestra muy ambiciosa en 2014, producida por el Centre Pompidou de París y la Fundación Cartier-Bresson.

El concepto de ‘instante decisivo’ procede del libro que publicó en 1952, titulado en inglés como The Decisive Moment, que reflejaba el momento exacto en el que vemos la flexión de las piernas de un hombre cuando va a saltar, o la cabeza de una mujer tapada por una cortina a causa del viento. Segundos después, el hombre volverá a apoyar sus piernas en el suelo, otra ráfaga de viento desvelará la cabeza de la mujer, y el movimiento, ya será otro.

Con su Leica compacta de 35 mm y otras cámaras Cartier-Bresson fue capaz de ser fotoperiodista, fotoartista y gran retratista, fruto de una sensibilidad especial que inspiró a cientos de fotógrafos en la segunda mitad del siglo XX. Capaz de fijar la espontaneidad y la vida que encontraba en la calle como si fuera un antropólogo avezado, que lo mismo recogía a personas anónimas que retraba personalidades y algunos de los acontecimientos más importantes del siglo XX.

La exposición, que ha sido coorganizada por el Bucerius Kunst Forum de Hamburgo y la Fundación Mapfre, parte de la labor de investigación con los fondos de la Fundación Henri Cartier-Bresson de París, que es quien ha cedido todas las imágenes que se exhiben en Barcelona. Rico en temática y en experimentación en una continua evolución de la fotografía como expresión artística. Todo ese proceso le sirvió para captar en ese viaje por el tiempo y países las numerosas transformaciones sociales e históricas.

El comisario Ulrich Pohlmann ha dividido la muestra en diez secciones de carácter temático a la par que cronológico, con el objetivo de reconstruir el contexto original de algunas de sus fotografías. Son 240 copias originales de plata en gelatina pertenecientes a la Fundación Henri Cartier-Bresson de París -el autor prohibió que pudieran hacerse copias de sus imágenes tras su muerte-, junto a una selección de sus publicaciones en revistas y libros, además de una película y dos documentales realizados por el propio autor.

La primera parte, Nueva Visión y surrealismo. En busca del azar objetivo, reúne un conjunto de imágenes en torno a la influencia de varios artistas surrealistas, capturando en sus paseos parisino a maniquíes, personas dormidas y objetos ocultos. Muchas de esas fotografías tienen las características esenciales de la Nueva Visión, una de las corriente estilísticas predominantes en la década de los años 20. Y en los primeros años 30 viaja por África, España o Italia, y nos dejó imágenes fragmentadas en las calles de Valencia, Madrid y Sevilla, sin dejar de la París con esa imagen para la posteridad titulada Detrás de la estación Saint-Lazare, plaza de Europa, París (tomada en 1932), con esa figura en movimiento que corre y parece levitar sobre el agua.

Coronación de Jorge VI, Trafalgar Square, Londres, Inglaterra, 1937 Copia de plata en gelatina. © Fondation Henri Cartier-Bresson/ Magnum Photos
Domingo a orillas del Sena, en Juvisy-sur-Orge, Francia, 1938 Copia de plata en gelatina. © Fondation Henri Cartier-Bresson/ Magnum Photos

En Horas oscuras, instantes luminosos. Primeros reportajes políticos y testimonios de la guerra, se exhiben series de fotografías como las que tomó o la grabación de documentales sobre la guerra civil española, la crisis económica de los años 30 pero también los momentos de ocio de un grupo de personas a orillas del Sena. En junio de 1940 fue capturado por las tropas alemanas e internado en un campo de prisioneros, del que lograría huir tres años después para retomar la fotografía y documentar la liberación de Francia en 1944 y la tragedia que dejó la guerra en Europa y especialmente Alemania en esa serie de Dessau.

Tras la guerra se volcó en el fotoperiodismo y junto a otros fotógrafos fundaron la agencia Magnum, ocupándose él de los proyectos en Asia. Viajó por India y China. Retrató a Gandhi poco antes de ser asesinado en enero de 1948, también ilustró la región de Cachemira, fruto de la disputa entre India y Pakistán, y unos meses más tarde por encargo de Life estuvo en China y documentó los últimos meses del régimen del Kuomintang, algo que diez años después retomaría para ver los cambios producidos con el liderazgo de Mao Tse-Tung.

En Comunismo y humanismo. En tiempos de la Guerra Fría, hay testimonios de  años de trabajo en los que con su cámara visitó la Unión Soviética en 1954 para reflejar la vida bajo el régimen comunista en Moscú y unos años más tarde, en 1962, fotografió la vida cotidiana y el paisaje urbano de Berlín tras la construcción del muro.

Nápoles, Italia, 1960 Copia de plata en gelatina. © Fondation Henri Cartier-Bresson/ Magnum Photos
El Muro en Berlín Occidental, Alemania, 1962. Copia de plata en gelatina. © Fondation Henri Cartier-Bresson/ Magnum Photos

Ese mismo año, 1962,  viajó a Cuba con motivo de la crisis de los misiles, retratando a Fidel Castro y al Che Guevara o a personas anónimas en La Habana durante las cinco semanas que vivió en la isla.

La quinta sección es America in Passing. La América en blanco y negro de Henri Cartier-Bresson, que más tarde daría lugar a un libro del mismo título en 1991, que contenía la memoria visual de sus frecuentes viajes por Estados Unidos a partir de 1947. Años en los que la segregación racial era muy poderosa, retrató a figuras tan importantes como Martin Luther King o activistas como Malcom X, pero además recogió la rica variedad de los barrios negros como Harlem o la vida de la población blanca en esa mirada de 360 grados del fotógrafo francés.

La relación del ser humano y la máquina le interesó y dejaría esas reflexiones visuales en otro libro, Man and Machine, publicado en 1968, cuyas fotografías no reflejan una idealización del trabajo pero tampoco son una crítica a las condiciones laborales, sino que con la era de la información algunos trabajos físicos o analógicos serían paulatinamente sustituidos por ordenadores. El mundo del ocio también está reflejado en algunas de las imágenes de esta sección.

En el séptimo capítulo de la exposición, Mundos urbanos. Fotografías callejeras, Cartier-Bresson vuelve a uno de sus temas más personales cuando capta carteles publicitarios en los espacios públicos y su buen ojo para la interacción de las personas en esos lugares, dando lugar a escenas a veces surrealistas como esos ciudadanos chinos o estadounidenses que miran embelesados en un escaparate con bicicletas o con botellas de licor. O también cómo nos guía con motivos arquitectónicos en la periferia de París, con el skyline de La Défense  o en la vida cotidiana en Venecia, Roma o Palermo.

Y eso da paso a Rituales de poder. Manifestaciones, cuyas imágenes son fruto de un interés que tuvo desde que era muy joven: observar cómo era el comportamiento de las masas en acontecimientos políticos, tales como algunas de las visitas de Charles de Gaulle en los años 60 por diferentes localidades de Francia y qué inspiraba a la gente cuando acudió en masa a su funeral; las revueltas de Mayo del 68 en París o el movimiento feminista en Nueva York a comienzos de los años 70, son otros ejemplos de cómo le atrajeron este tipo de conflictos.

Sin embargo, una de las preocupaciones a lo largo de su vida fue cultivar el género del retrato con un ángulo humanista. Y así siempre sabía estar en un segundo plano para disparar su cámara en ese instante que congelaba la personalidad del modelo. Cartier-Bresson legó para la posteridad un conjunto formidable de retratos de pintores, escritores y artistas en general. Hay en ellos un aura de intimidad en esos planos donde la figura de Giacometti, Braque, Barbara Hepworth, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Faulkner, Truman Capote, Coco Chanel y Marcel Duchamp, entre muchos otros, son captados en escenarios que nos dicen mucho de la esencia de esos creadores.

Y, por último, el testimonio de sus reportajes de viaje, centrado en tres de ellos, Basilicata, una región montañosa del sur de Italia, que visitó el fotógrafo en 1951; Hamburgo, donde estuvo varias semanas entre los años 1952 y 1953, y donde dejó su impronta para documentar las cicatrices de la reconstrucción y cómo vivían numerosas familias en refugios temporales; y un nuevo regreso a España, y más en concreto a Castilla, frecuentando Burgos y Segovia, pero también Madrid, San Lorenzo del Escorial, Aragón y Pamplona.