ARCO cierra con interesantes ventas su edición más difícil

ARCO cierra con interesantes ventas su edición más difícil

ARCO cierra con interesantes ventas su edición más difícil

La feria consigue reactivar el mercado gracias a las adquisiciones de instituciones y coleccionistas eminentemente nacionales, con un volumen de beneficio cercano al millón de euros. Las compras se animaron el jueves con el anuncio de adquisición del ‘Guernica’ de Ibarrola por parte del Museo de Bellas Artes de Bilbao y continuaron con las 18 obras destinadas al Museo Reina Sofía. A estos museos se sumaron otras entidades como la Comunidad de Madrid, TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary o la Fundación Sorigué.


Objetivo cumplido. La 40º edición de ARCOmadrid consigue cerrar con un balance positivo gracias, en parte, a las instituciones públicas y privadas que se han volcado este año en la feria. Era su edición más complicada con fechas excepcionales, medidas de seguridad extraordinarias y aforos limitados, pero han conseguido obtener unos buenos resultados que rondan el millón de euros.

Una de las primeras adquisiciones se anunciaba el primer día de apertura al público, el Guernica realizado por Ibarrola y ofrecido en el stand de José de la Mano lo ha comprado el Bellas Artes de Bilbao por 300.000 euros. Aunque la obra acaparó la atención de varios compradores, finalmente fue el museo bilbaíno quien se hizo con el gran mural, gracias a una aportación extraordinaria de sus tres instituciones fundadoras: Gobierno Vasco, Diputación Foral de Bizkaia y Ayuntamiento de Bilbao.

Ese mismo dinero es el que ha invertido en 2021 el Ministerio de Cultura para el Museo Reina Sofía. Su director Manuel Borja-Villel siempre se pasea por la feria en busca de nuevas obras con las que engrosar la colección y esta vez se ha llevado un total de 18 piezas. Con una inversión algo superior a la del año pasado –entonces compró 13 obras por valor de 206.000 euros– el Centro de Arte madrileño ha adquirido fotografías, pinturas, videoinstalaciones y vídeos de 14 autores procedentes de diferentes galerías españolas.

Entre las piezas que se acaban de incorporar a los fondos del Reina Sofía, cuatro xilografías Sin título de Agustín Ibarrola, alusivos al gran mural que irá para Bilbao. La técnica del grabado se repite en los seis trabajos del Colectivo Ayllu, aunque en este caso son litografías; forman parte de la serie Perrear el dolor desarrollado por este colectivo latinoamericano entre 2018 y 2020. Este conjunto se completa además con el registro fotográfico, el póster y la pancarta Nuestra venganza es sobrevivir de una acción pública que los cinco integrantes del colectivo llevaron acabo el año pasado. De este modo, Borja-Villel reitera su apuesta por el arte más social y político de los últimos años.

El Ministerio también ha comprado para el museo varias obras sobre papel de distintos autores. Por un lado, tres ilustraciones hechas por la cartelista, pintora, editora y poeta valenciana Manuela Ballester para el libro La Perla que Naixque en lo Fang (1934) y, por el otro, un par de bocetos realizados en tinta, témpera y lápiz por la argentina Liliana Maresca sobre El Dorado (piezas únicas ambas).

Entre las pinturas adquiridas –la técnica que más se ha repetido en esta edición de la feria–, un par de acrílicos firmados por los españoles Manuel Quejido y Ana Peters, además de seis trabajos de Alonso Gil pertenecientes a su serie Ignou Road Batiks (2016-2017). También una obra de grandes dimensiones del artista Babi Badalov. Este autor de Azerbaiyán se incorporará por vez primera al Reina Sofía gracias a Sin título (2019), donde prima el lenguaje como material expresivo y la poesía visual.

No podían faltar las nuevas tecnologías ni el vídeo entre las adquisiciones del museo madrileño, que siempre ha defendido las tendencias más actuales. El binomio compuesto por el brasileño Maurício Días y el suizo Walter Riedweg presentaba la videoinstalación Cocoon (casulo) que ahora irá a parar al Reina Sofía. Lo mismo que Women at Work – Washing Up, un vídeo de Maja Bajevic donde cinco mujeres víctimas de la masacre de Srebrenica lavan a mano varios trapos con lemas de la época de Tito; The Tempest Society de Bouchra Khalili y Proyecto Máquina Abstracta, Mapa de Calor de Andrés Pachón.

En el ámbito de la escultura destacan las ventas de Llorona I (2021) de la jovencísima Clara Montoya, Casa Bruja (1995) firmada por Ebru/Zush –pseudónimo de Alberto Porta– y For Mozambique, una instalación hecha de madera, cable de acero y proyección de vídeo por la mozambiqueña Ángela Ferreira en la que indaga sobre el impacto del colonialismo en la sociedad africana contemporánea.

El Museo de Bellas Artes de Bilbao y el Reina Sofía aglutinaron adquisiciones por un valor total de 600.000 euros, pero no fueron las únicas entidades que acudieron a la feria a comprar. La Comunidad de Madrid, por ejemplo, se ha gastado 150.000 euros en sendos trabajos de Isidoro Valcárcel Medina, Ana Buenaventura y Cristina Iglesias, mientras que la Fundación Helga de Alvear ha preferido apostar por autores extranjeros como Bruno Munari, Antony Gormley, Gilber&George y John Chamberlain para completar su colección de Cáceres.

TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary liderada por Francesca Thyssen, DKV Seguros y La Fundación Sorigué son algunas de las entidades privadas que han contribuido a sacar adelante esta 40º edición de la feria con sus adquisiciones. Esta última, por ejemplo, adquirió dos collages grandes de Nacho Martín Silva de su serie Piece of Trash, además de una carpeta de grabados del mismo artista a Max Estrella, todo por un valor aproximado de entre 15.000 y 20.000 euros.

A ellas se suman, como siempre, las adquisiciones de la Fundación ARCO gracias a los fondos que recaudó durante su cena anual (celebrada el 6 de julio). Esta vez le han permitido apostar por casi una decena de obras de 5 artistas nacionales e internacionales: Georges Toni Stoll, Frida Orupabu, Cecilia Bengolea, Jon Mikel Euba y Paz Errázuriz.

Nacho Martin Silva. Piece of Trash (collage #4). Collage. Imagen cortesía de Max Estrella. Adquirido por la Fundación Sorigué.