Adiós a Pierre Gonnord y sus retratos con alma
El pasado domingo fallecía a los 60 años uno de los fotógrafos con mayor sensibilidad para captar los sentimientos y vivencias del ser humano: desde presidentes de gobierno a los más desfavorecidos. El autor nacido en Francia y afincado en Madrid desde hace tres décadas, renovó el retrato contemporáneo y luchó contra el olvido de colectivos como mineros o gitanos.
Ya no volverá a disparar su cámara ni mirará frente a frente a esos rostros anónimos. Pierre Gonnord (Cholet, Francia, 1963) ha fallecido a los 60 años a causa de una enfermedad el pasado domingo en Madrid, ciudad en la que residía desde los años ochenta (llegó a la capital a los 25 años y enseguida se convirtió en su hogar, el lugar al que retornar tras sus numerosos viajes de trabajo).
Durante décadas fue nuestros mejores ojos para visibilizar colectivos en peligro de extinción y pueblos nómadas a los que retrató con una sensibilidad y una franqueza despojada de artificios; en unas imágenes que destilan esa belleza de la realidad cotidiana.
Baste citar su serie sobre los trabajadores en las minas de carbón, “un universo laboral duro que infunde respeto”, contaba el propio Gonnord, que en 2014 inmortalizó a aquellos “trabajadores con cualidades casi heroicas que operan en las entrañas de la tierra”. Y como héroes griegos o romanos posaron ante su cámara, solo que más cansados, más sucios y más humanos. Pero igual de solemnes.
Aquellos trabajadores son solo un ejemplo de los grupos sociales que tanto interesaron al fotógrafo, autodidacta y formado en la calle junto a las comunidades menos favorecidas. De ahí su Moisés, que sostiene un gallo como si fuese su tesoro más preciado, o su Maximiliana, “emperatriz viuda respetada por el clan”.
Muchas de sus imágenes muestran una cercanía con la marginalidad que fue conscientemente buscada por el autor, siempre interesado en propiciar ese intercambio de miradas con el otro. “He establecido una forma de vida y de trabajo basada en el encuentro con los demás, con realidades que me son ajenas, pero que también me unen a una única condición universal. Quiero sentir y celebrar el hecho de estar vivo, luchar contra el olvido de algunas personas, expresar a mis contemporáneos mi propia visión de las realidades que voy encontrando en mi andadura y de las cuales me siento solidario”.
Es precisamente esa mirada cercana, solidaria y comprometida con la sociedad actual lo que le ha convertido en un autor de referencia dentro de la fotografía contemporánea. También en uno muy laureado, tanto por crítica como por público e instituciones (fue reconocido con el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid, el Internacional de fotografía de Alcobendas o el Premio Pollença, entre otros).
Trabajadores de minas, artesanos, gitanos, gente sin hogar, desheredados e incluso animales (en ARS Magazine publicamos un portfolio con su bestiario Equuus). Pero también José Luis Rodríguez Zapatero. Todos cayeron rendidos ante la cámara de Gonnord y en todos ellos el artista supo captar su alma, su esencia; incluso en el caso de los caballos, cabras y cerdos, que también aparecen majestuosos.
Porque si hay algo que sabía hacer el autor era plasmar historias a través de sus retratos, o quizá solo fuesen diferentes rostros de una misma realidad y un mismo relato: la universalidad del ser humano.
Pierre Gonnord expuso en museos de todo el mundo y su obra se ha podido visitar en cerca de 40 colecciones públicas y privadas, como el Reina Sofía, el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago o en la Maison Europeènne de la Photographie de París.
El artista fue representado por la galería Juana de Auzpuru, quien ha lamentado “perder a este gran artista y amigo”. Se apagó su mirada sí, pero los retratos de sus rostros seguirán mirándonos desde el otro lado de la eternidad. Sol G. Moreno