La condesa de Chinchón se libera del velo oxidado del tiempo
El lienzo pintado por Francisco de Goya estaba en buen estado pero ha pasado por el taller del Prado para fijar la capa pictórica, deshacerse de los barnices amarillentos y recuperar su profundidad, esencia y riqueza cromática. Es el “broche de plata” [por los tonos del cuadro] de la restauradora Elisa Mora, tras 38 años en la pinacoteca recuperando la originalidad de centenares de obras.
Desde que La condesa de Chinchón llegó al Prado en el año 2000, se ha convertido en una de las obras más queridas, admiradas y visitadas de la pinacoteca madrileña. No en vano es la quintaesencia del retrato cortesano y “el cuadro más deseado del museo”, según confesó Andrés Úbeda, director adjunto de la institución.
La delicadeza con la que Goya retrató al personaje, unido a su magistral pincelada y la reducida gama cromática atraen la atención del espectador, que a partir de ahora podrá contemplar a la joven María Teresa de Borbón y Vallabriga con los mismos ojos que el pintor aragonés.
“Lo de hoy es un milagro de Goya, de la condesa y de Elisa Mora”, anunció Úbeda durante la presentación del cuadro ya limpio, en la que también se rindió homenaje a su restauradora y sus casi cuatro décadas de trayectoria en el museo. “Siento particular devoción por esta delicia de pintura, que no solo revela un enorme talento sino que deshace uno de los tópicos que más me molestan del pintor: ese sentimiento negativo que parece que es el único que existe en Goya. Esta pintura, en cambio, refleja como ninguna otra su faceta sensible, familiar y afectiva”.
En efecto, la candidez y delicadeza del rostro de la condesa, representada cuando estaba en cinta tras dos embarazos fallidos, muestran el cariño del maestro de Fuendetodos por la mujer de Godoy. No es casualidad que la represente con la mirada perdida y en una habitación oscura vacía, pues desea resaltar su soledad y fragilidad. La reciente restauración –en la que ha colaborado la Fundación Iberdrola España– ha permitido potenciar esa profundidad, así como el juego de luces que olvida el fondo para centrarse únicamente en el personaje, especialmente en el vaporoso vestido que ahora recupera matices, brillos y transparencias blancas y grises.
Cuando el Estado adquirió el óleo por 24 millones de euros y lo entregó al Prado en el año 2000, se le hizo un estudio técnico que rebeló cómo el artista había reutilizado el lienzo. La radiografía mostró entonces no una, sino dos composiciones anteriores: un retrato de pie de Godoy y un caballero joven con la cruz de la orden de San Juan de Malta que fueron cubiertos por una capa de color beige rosado. En la actual intervención se ha fijado tanto la capa pictórica como la de preparación, eliminando así los craquelados.
“Es el broche de plata de mi carrera”, bromeó Elisa Mora en alusión a los tonos del cuadro, “yo pensaba jubilarme antes, cuando terminé La nevada, pero me ofrecieron este último trabajo y no pude negarme”. Según explicó emocionada ante el inesperado homenaje, “el trabajo no ha sido muy difícil, porque el cuadro tenía una conservación excepcional. Hemos intervenido el soporte y reforzado las esquinas que estaban un poco rozadas, pero lo más importante ha sido la limpieza: levantar los barnices oxidados y hacer alguna intervención muy puntual”. Eso ha permitido profundizar en la ejecución del lienzo y descubrir que Goya usó pigmentos poco molidos para crear un efecto de movimiento cuando le diese la luz.
Esta es la tercera gran obra del artista que restaura Mora, que ha participado en la recuperación de unas 150 pinturas, como El 2 de mayo de Goya, El vino de la fiesta de San Martín de Bruegel el Viejo (sobre la que escribió en ARS número 13)o La Dolorosa con las manos abiertas de Tiziano, pintada sobre mármol.
Después de 20 años colgada en las salas del museo, La condesa de Chinchón se libera del velo del tiempo y vuelve a mostrarse en todo su esplendor. Por eso Javier Portús propone visitarla de nuevo, para redescubrir los tonos verdes de las espigas del tocado o ese minúsculo retrato de Godoy en el anillo, que remite a otros retratos reales sujetando camafeos firmados por Sánchez Coello y Sofonisba presentes en la sala contigua. Estupenda invitación de despedida para un fin de año al que queremos perder de vista. Sol G. Moreno