Un lienzo cubista de Blanchard en Ansorena
Fechado en 1917, las pujas para el 23 de junio deberán comenzar a partir de los 190.000 euros
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Rara vez se ofrece en nuestro país una pieza cubista de la gran pintora María Blanchard (1881-1932), aún no suficientemente reconocida. Especial renovadora del lenguaje inventado por Picasso y Braque, junto a Gris fue una de esas sensibilidades capaces de avanzar por caminos desconocidos y hacer finalmente una propuesta nueva, atractiva, colorista y simplificadora del primer cubismo, llamado posteriormente sintético, por contraposición al inicial, con una carga analítica muy superior. Como si los poemas de inicio, fuertes, abruptos y rocosos, de lo entrevisto, necesitasen una dulcificación y sensualidad para ser mejor comprendidos y apreciados por los no iniciados, para hacerse un lenguaje más universal. Y la santanderina fue una de esas grandes personalidades, hasta que con su enfermedad evolucionaría hacia otros derroteros (ver sus obras en el Reina). Este tipo de obra cubista, especialmente buscada en su producción, suele salir al mercado más allá de nuestras fronteras de la mano de Sotheby’s (ver) y de Christie’s (ver), y por eso es noticia que aparezca de la mano de Ansorena.
Bodegón cubista, 1917 (O/L, 70 x 41,5 cm; lote 46) representa precisamente ese año de titubeo, como de quicio entre dos momentos, de ir más allá de lo sabido y conocido de las fórmulas pasadas, entrevisto lo ignoto, pero sin tener aún a ciencia cierta la solución para resolver correctamente, artísticamente, los nuevos problemas planteados. En 1916 había dado ya pasos en ese camino pero con soportes menores, como queda ejemplificado en Le monograme (técnica mixta y collage sobre táblex, 46,6 x 26,6 cm; ver y ver), y lo largo de ese año de 1917 su pintura se irá haciendo más pura, esencial, simplificando los planos, puntos de vista subjetivos, y dando una mayor coherencia y unidad a sus cuadros.
Buen ejemplo de ese camino podrían ser algunos ejemplos como la Nature morte cubiste, 1917/8 (ver; no vendida por 180.000 euros) o Nature morte, 1918 (ver; no vendida por 200.000 GBP); más atractivos me parecen su Nature morte – Femme à la mandoline, 1917/8 (ver; adjudicada por 209,000 GBP), Naturaleza muerta cubista, c. 1917 (ver; vendido por 301.500 euros) y Nature morte cubiste, 1917 (ver; comprado por 361,250 GBP, 418.543 euros), por citar sólo algunos ejemplos que nos sitúen en el mercado y pongan en contexto los 190.000 euros pedidos.
Avancemos. De alguna manera, esa libertad espacial conseguida por cubismo, está presente en la producción del canario Óscar Domínguez, remozada claro está con la inspiración surrealista y con una duplicidad vital que parece percibirse en gran parte de su producción. De su mano salen a pujas dos obras de cierta importancia ya. La primera, fechada en 1944, Redes (O/L, 50 x 62 cm; 161), un motivo con especiales resonancias en el campo tan transitado en aquellos años de lo onírico; con sello del “Etude de Mº Rheims Commissaire -Priseur Atelier Óscar Domínguez” y presente en la muestra Óscar Domínguez surrealista, de la Fundación Telefónica en 2001 (nº 26), se piden por él 70.000 euros. La segunda, una suerte de sólo aparentemente abigarrada Composición con personajes y animales, 1947 (O/L, 65 x 100 cm; 162), con cuerpos tumbados en la parte inferior y especies diversas, más o menos simplificadas e imaginadas, en la superior; presente en la misma muestra de la Fundación Telefónica (nº 44) y en la del Museo Cantini de Marsella en 2005, se piden ya 110.000 euros, precios nada fáciles para los tiempos que corren, como el de Blanchard, al menos sobre el papel.
Además de las obras de los conocidos Saura (163; 38.000 euros), Sicilia (160; 20.000 euros), Guayasamín (168; 6.000 euros), Arroyo (164; 15.000 euros) o Gordillo (165; 12.000 euros), quizá puedan interesar al mercado internacional dos dibujos tempranos del chileno Claudio Bravo, aunque no se trate de sus buscadas composiciones con telas o papeles: Rolls Royce, 1968 (lápices de colores y grafito, 42,5 x 58 cm; 157) y Rolls Royce, 1969 (lápices de colores y grafito, 42,5 x 58 cm; 158), por 12.000 euros, cada uno.
Antes de pasar a la pintura antigua, mencionemos un buen Retrato de Mary Parshall (O/L, 110 x 94 cm; 661), que el maestro Ignacio Zuloaga pintó en 1938 en San Juan de Luz. Según una carta de María Rosa Zuloaga, fechada en 2001 y con membrete del Museo Zuloaga, el maestro retrató tres veces a la Sra. Parshall durante ese año, y el que se ofrece ahora a pujas, por 28.000 euros, y con calidad más que evidente, es uno de ellos.
Rápidamente ya, del mundo antiguo destacaría tres piezas no hispanas en sentido estricto. La primera, la del flamenco Juan de la Corte, especializado en arquitecturas fugadas: San Pedro sobre las aguas con Cristo (O/L, 90 x 110 cm; 479), firmado, y publicado por Angulo y Pérez Sánchez en 1969 como pareja de Entrega de las llaves al apóstol, ubicada hacia 1937, como la presente, en el Círculo Socialista. Se piden 20.000 euros.
La segunda, un claroscurista y espectacular lienzo de mano de Mathias Stomer, Los discípulos de Emaús (O/L, 106,5 x 164,5 cm; 480), atribuido antiguamente a van Honthorst, por 45.000 euros. Y la tercera, una tabla de Jan Brueghel el Viejo, Paisaje invernal con campesinos, c. 1586/8 (O/T, 36 x 50 cm; 481), certificada en 2009 por Justus Muller Hofstede, que partirá desde los 80.000 euros. Son obras cuyo comprador natural, al menos las dos últimas, es más fácil encontrarlo en el extranjero…
Por último, 33 obras de Antonio López, Isabel Muñoz, Antonio Saura, Luis Feito, Jose Manuel Ballester, Luis Gordillo… (ver), donadas por artistas, galeristas y coleccionistas, se subastarán para beneficio de Caritas Diocesana de Madrid; apadrinada por Fernando Hierro, en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid, toda su recaudación servirá para apoyar su trabajo contra la pandemia Covid 19. Daniel Díaz @Invertirenarte