«Y usted, ¿qué espectador es?», pregunta el MUN
El Museo Universidad de Navarra inaugura una exposición producida por cuatro graduadas de su Máster en Estudios de Comisariado que reflexionan, a partir de obras de la Colección ARCO, sobre el perfil del visitante: detective, erizo, mirilla o proyector. Se podrá visitar hasta el próximo 8 de febrero de 2026.
Buena parte de la teoría estética de las últimas décadas –Umberto Eco, Georges Didi-Huberman, Roland Barthes, Jacques Rancière– sostiene que la recepción es clave en la construcción del sentido de una manifestación artística. La hipótesis plantea un acercamiento a la figura del espectador como agente receptivo (mirada y sentidos) y productivo (interpretación).
Esta es la premisa de la que parte Querido espectador, ¿qué miras?, un proyecto expositivo que nace de un trabajo fin de máster desarrollado por Florencia Baliña, Andrés Ruiz, Aroa Urteaga y Andrea Vargas, estudiantes de la 7ª promoción del Máster de Estudios de Comisariado del MUN.
Su propuesta sugiere una nueva forma de mirar 35 obras pertenecientes a la Colección Fundación ARCO, que alberga y gestiona el CA2M. “El punto de partida ha sido preguntarnos: ¿qué tipo de recepción supone cada pieza?”, explican las comisarias. Como respuesta a esta cuestión, proponen cuatro modelos de espectador: detective, erizo, mirilla y proyector.
El primero se enfrenta a la obra como si quisiera resolver un misterio. Busca ir más allá de lo que se ve a simple vista, para descubrir aquello que el objeto artístico esconde. En esta sección, la muestra presenta un conjunto de piezas que requieren una atención especial. Say Seven (2000) de Arturo Herrera, Rasen (1998) del fotógrafo alemán Thomas Demand, o Palotes rojos – Airmail Paint Nº 39 (1985-2006) de Eugenio Dittborn son algunas de las obras que integran esta sección.
Por ejemplo, en la aparente simpleza del trabajo pictórico de Herrera se esconden elementos gráficos pertenecientes a los siete enanitos de Blancanieves. El venezolano utiliza los contornos de estos personajes animados para remitir a los artistas de la modernidad europea que migraron durante los diferentes conflictos armados del siglo XX y terminaron en la plantilla de Disney como ilustradores.
El espectador erizo prioriza la dimensión sensorial y establece relaciones con las obras más allá de lo estrictamente visual. Aquí se presentan piezas que proponen una reconciliación con lo corporal, como Tangles tangles tangles, acompañada por el audio Picture yourself as a block of melting butter (2017), de la española Eva Fábregas.
Se trata de una escultura blanda, inflable y flexible, cuyas protuberancias y bultos se entrelazan y reconfiguran de manera diferente en cada espacio expositivo. Este lugar pretende ser una experiencia multisensorial, por lo que el audio que acompaña a la pieza sugiere al oyente distintos ejercicios de meditación y lo invita a relacionarse físicamente con la obra: puede tumbarse sobre ella, tocarla y escucharla.
Mirilla es el nombre que recibe el tercer modelo de espectador. Observa de manera furtiva para llegar a lo más íntimo, como un voyeur. Aquí el cuerpo es también el protagonista, pero no el propio. La fotografía Contortionists (Monika) (2003) de Markus Schinwald, Body Sign Action de la también austríaca Valie Export, o Sem título (tatuagem 5) (1997) de la brasileña Rosângela Rennó son ejemplos de trabajos que conducen la mirada del visitante hacia un “cuerpo-otro”.
En esta sección, resulta interesante el acercamiento a lo íntimo que plantea Jonas Dahlberg en Safe Zones Nº7 (2001). El creador sueco sitúa simultáneamente al espectador como espía y como potencial espiado en un espacio tan privado como el baño. La instalación revela sus trucos cuando alguien supera sus inhibiciones y entra en el cubículo: las cámaras de vigilancia enfocan en realidad unas maquetas, simulaciones de un espacio íntimo creado intencionalmente para posicionar al espectador en un rol u otro.
El último tipo de espectador que exponen las comisarias es el proyector, que, como ellas mismas lo definen, “convierte la obra en un espacio de resonancia personal: el sentido no está dado, sino que se borda con los hilos de la experiencia propia”.
Para provocar esta lectura más emocional y subjetiva han colocado en medio de una de las salas trabajos como Sin título (del proyecto Básculas) (2000) de Rubens Mano. Debido a su materialidad, la escultura cromada refleja a quien se acerque y transforma el contacto en un ejercicio autorreferencial.
En esta última parte de la visita se encuentran obras seleccionadas no por lo que quiso decir el artista en el momento de su creación, sino porque aceptan que lo que dicen de sí mismas depende de quién las mira. Así, aquellos que se acerquen al MUN tendrán que enfrentarse a dos preguntas: ¿Qué espectador soy? ¿Y qué miro? Nerea Méndez Pérez