Helga de Alvear, pasión de una pionera

Helga de Alvear, pasión de una pionera

La mecenas y coleccionista de origen alemán falleció el domingo a los 88 años. A lo largo de su prolongada trayectoria como defensora del arte contemporáneo, puso en marcha su propia galería y fundó el museo que lleva su nombre en Cáceres. Gregorio Cámara, director de ventas de Helga de Alvear Gallery, la recuerda en este obituario. TEXTO: Gregorio Cámara

Helga de Alvear junto a "Descending light" de Ai Weiwei.

Las pasiones y los amores muy rara vez son totalmente inmunes al hastío. En ese momento de máxima exuberancia, llevan la existencia a niveles de embriaguez y elevación que redefinen ejes de rotación y traslación de nuestra trayectoria vital. Sujetos sin embargo a una inevitable fricción con los avatares de la realidad que enfrentamos cada día, la melancolía y el tedio hacen germinar insatisfacciones que –como decía Baudelaire– acaban con el amor.

Estando destinados a presenciar cómo se desvanecen o cambian, buscamos inspiración en aquellas historias que dejan un testimonio indeleble sobre cómo es posible llegar hasta nuestro último día de existencia enamorados de aquello que justifica la presencia en este mundo. Helga de Alvear y su pasión por el arte es una de ellas.

Tras su triste fallecimiento el domingo pasado, son innumerables los testimonios materiales y personales que dejan prueba de su inmensa generosidad y férreo compromiso con el apoyo a la creación artística y su difusión. Sin embargo, siendo una persona tan discreta y sencilla, no es tan conocida su relación más íntima con el arte y merece ser contada.

Su pasión fue tan intensa que lograba afectar su bienestar. Me atrevería a decir que las batallas que su cuerpo le ha planteado durante este último año eran aliviadas por las horas que pasaba en su galería. El cierto abatimiento que le acompañaba cuando, siempre puntual, llegaba a primera hora, dejaba sitio a un brillo jovial en sus ojos cuando se despedía hasta el día siguiente. Era como si rejuveneciera después de haber conversado sobre la próxima propuesta para ARCO o el programa expositivo del Reina Sofía.

Esa emoción inquebrantable es la misma que le llevaba a coleccionar artistas de un diverso abanico de madurez y consolidación. Cuando paseaba por las ferias era el encuentro con la obra lo que hacía surgir el flechazo. No precisaba argumentos teóricos alambicados o currículums de varias páginas, su experta mirada era el puente a su corazón.

Este es el gran regalo que Helga de Alvear nos hizo a todos los que hemos tenido la fortuna de trabajar con ella: ser testigos del poder de restauración del arte, como decía Louise Bourgeois. Pasar de ser algo fragmentado a sentirse en comunión con aquello que amamos.

Exterior del museo que la mecenas y coleccionista abrió en Cáceres.