La escultura policromada española vuelve por fin al Prado con nuevas adquisiciones
El museo madrileño aprovecha la muestra Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro para presentar algunas de sus últimas compras, entre ellas, un San Juan Bautista de Juan de Mesa adquirida por 450.000 euros y una pareja de El buen ladrón y El mal ladrón de Alonso Berruguete procedentes de una colección particular. TEXTO: Fernando Rayón
El próximo martes se inaugura en el Museo del Prado Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro, una gran exposición que viene a hacer justicia con una de las colecciones más importantes de la institución y del arte español: la escultura policromada de nuestro Siglo de Oro.
Denostada durante décadas, la escultura española del XVII ha sido recuperada en los últimos años por museos y coleccionistas internacionales. Ha sido objeto de importantes y novedosas exposiciones como la de la National Gallery de Londres o la homónima de Washington.
Quedaba el Prado, por organizar una muestra de estas características que pusiera en relación y contexto la escultura española con las pinturas de los maestros barrocos contemporáneos. Casi un centenar de obras de autores tan reconocidos como Gaspar Becerra, Alonso Berruguete, Gregorio Fernández, Damián Forment, Juan de Juni, Francisco Salzillo, Juan Martínez Montañés o Luisa Roldán se exhiben junto a pinturas y grabados de Alonso Cano, Francisco Camilo, Francesco Maffei o Jerónimo Jacinto de Espinosa.
Esta laguna –más bien océano– que el Prado padecía en sus colecciones, quizá por una absurda competencia con el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, se ha cubierto en los últimos tiempos gracias también a la incorporación, como jefe del Departamento de Escultura, de Manuel Arias (procedente precisamente del museo castellano).
Él ha impulsado la incorporación a las colecciones madrileñas de importantes esculturas, cinco de las cuales se muestran por primera vez: el extraordinario San Juan Bautista de Juan de Mesa, adquirido en 2022 por 450.000 euros; El Buen ladrón y El mal ladrón, ambos de Alonso Berruguete, procedentes de una colección particular catalana; y José de Arimatea y Nicodemo, magnífica pareja perteneciente a un Descendimiento castellano bajomedieval.
El Prado no solo es protagonista de una excelente exposición, sino que recupera algunas piezas que le pertenecen y que están depositadas en Valladolid, como La Magdalena penitente de Pedro de Mena o el Cristo yacente de Gregorio Fernández.
Ahora que al museo le ha dado por agrupar temáticamente sus colecciones, resultaría algo más que lógico que estas piezas pudieran acompañar a las obras maestras del barroco español con idéntica temática y muy similar inspiración.
Sería una forma de comprender mejor que el arte del Siglo de Oro no se desarrolló solo en la pintura, sino que también tuvimos magníficos escultores y doradores que deben ser recordados.
Y es que, otro de los hallazgos de esta muestra, es que recupera no solo la desconocida labor de algunos pintores como policromadores, sino que también incorpora nombres muy poco conocidos de artistas que convirtieron las esculturas de madera en verdaderas obras de arte y objetos de culto que milagrosamente han llegado hasta nuestros días.