¿En qué piensa William Kentridge?
La Fundació Sorigué articula en siete salas el proceso creativo del artista sudafricano; desde sus trabajos realizados en la década de los 90 hasta su obra más reciente: la serie documental Self-Portrait as a Coffee-Pot, donde Kentridge abre las puertas de su estudio para explorar el poder del arte y la imaginación en tiempos de confinamiento.
“Nunca sé el significado de una obra hasta que la termino, pero durante el proceso de creación van surgiendo preguntas”, apunta Kentridge, un artista profundamente obsesionado con la palabra “proceso” en su vertiente más epistemológica. Tan solo hay que ver el conjunto de sus trabajos para entenderlo.
Y esto es, precisamente, lo que propone la Fundació Sorigué con su exposición: echar un vistazo al paisaje interior de William Kentridge para descubrir en qué piensa y qué ocurre en su estudio a través de un recorrido por sus obras clave.
En el arte –como en casi cualquier otra disciplina– las ideas y las imágenes son difíciles de mantener, a menos que se inscriban en un material que les confiera cierto grado de permanencia. En el caso del artista sudafricano, consigue esto a través del dibujo, una versión a cámara lenta del pensamiento (como él mismo lo define).
Dado el rol tan importante que esta técnica juega en la obra del autor, la muestra se inicia con una serie de cuatro dibujos realizados en carboncillo y trementina sobre papel. Middle Aged Love es un conjunto de grandes dimensiones en el que se ve a varias parejas de tamaño natural bailando.
Kentridge nunca utiliza guion. Sus dibujos son como mapas de lo incierto: siempre están sujetos a borrados, correcciones, tachaduras o modificaciones en un acto que no termina. Para mostrar este aspecto temporal y cambiante del dibujo, el autor se ha servido de la animación.
Un magnífico ejemplo de ello es Tide Table, una sucesión de imágenes animadas que dan pie a una reflexión sobre el paso del tiempo y el olvido, con los recuerdos personales del artista como protagonistas. Este film en 35 mm forma parte de Drawings for projection, una serie de 11 películas iniciada en 1989 y producida a lo largo de más de 30 años.
Para cada escena, el creador graba un dibujo en carboncillo y pastel, que luego borra parcialmente y dibuja de nuevo. Cada diseño es una especie de fotograma. En la misma sala que Tide Table, se pueden ver dos ejemplos a gran escala de estos dibujos: Man with binoculars y Drawing from tide table (Hostel).
Para esta exposición, la Fundació Sorigué ha contado también con la aportación de otras instituciones como el MACBA, que ha prestado Ulysse: echo scan, slide, bottle. Ubicada en una sala en completa oscuridad, esta triple proyección en vídeo combina dibujos inspirados en los grabados de anatomía de los siglos XVI y XVII, con imágenes procedentes de ecografías, TAC y resonancias magnéticas.
La inspiración para este proyecto proviene de la versión que Kentridge dirigió en 1998 de la ópera de Claudio Monteverdi titulada Il ritorno de Ulisse in patria (1640). El autor parte del material utilizado para esta ópera y convierte el viaje del héroe en un recorrido por el interior del cuerpo.
Tampoco pasan desapercibidas las referencias cinematográficas del creador sudafricano. Inspirado en figuras como Charlie Chaplin o Dziga Vértov, rinde homenaje a la estética del cine temprano, recordando incluso los efectos especiales que utilizaba Georges Méliès. Todas estas referencias las encontramos en la sala que aúna 7 Fragments for Georges Méliès, Journey to the Moon y Day for Night.
En estas piezas filmadas en blanco y negro Kentridge combina imágenes reales de sí mismo con dibujos realizados en stop motion y técnicas de trampantojo, con el fin de reflexionar sobre el acto creativo en el estudio. Al mismo tiempo, investiga temas universales como el tiempo, el caos, el orden o la memoria.
La escultura también está presente en la exposición de Lleida a través de siete cut-outs, una suerte de siluetas que proyectan recuerdos de la infancia del artista en Johannesburgo: un teléfono de baquelita negra, una máquina de escribir o una cafetera italiana.
El recorrido se cierra con el Episodio Uno de su serie Self-Portrait as a Coffee-Pot, donde mezcla animación, collage y performance. Filmado entre 2020 y 2022, en pleno confinamiento por la pandemia, el documental aborda la creación como un medio de reflexión y escape.
Paralelamente a esta exposición, la fundación muestra en PLANTA –un complejo industrial ubicado en Balaguer, Lleida– la obra cumbre de la producción del artista: More Sweetly Play the Dance. La instalación se compone de ocho canales de vídeo que abarcan casi 40 metros de longitud. En ella un grupo de gente baila como alegoría de la Sudáfrica post-apartheid, en la que las procesiones fueron un símbolo de libertad, resistencia y esperanza.
Si nos preguntamos en qué piensa William Kentridge, es complicado sintetizarlo en unas pocas palabras, pero su extensa creación nos da alguna pista de ello. Mirando su obra podemos conocer su paisaje interior, influido por el apartheid en Sudáfrica, la epistemología, el cine, los ritos cotidianos y una cafetera italiana.