El Paso y su grito de libertad reviven en Valencia
La Fundación Bancaja recupera algunas de las obras más representativas de este movimiento pionero de la vanguardia informalista española a través de 70 pinturas y esculturas realizadas entre 1957 y 1960. El grupo, integrado por Canogar, Francés, Chirino, Feito o Saura, entre otros, se extinguió cuatro años después de su primer manifiesto pero supuso un revulsivo contra el aletargado panorama de nuestro país.
Cuando Antonio Saura y Luis Feito se conocieron en París en 1955, hablaron de sus intereses comunes por el arte de vanguardia que se estaba gestando en la capital francesa y en Nueva York. La figuración parecía haber entrado en crisis tras la Guerra Mundial, pues los artistas buscaban nuevas formas con las que expresar esa rabia, decepción y desolación que sentían. Entonces la abstracción comenzó a ganar fuerza gracias al expresionismo abstracto americano y al informalismo francés de autores como Dubuffet.
Aquella efervescencia creadora que Saura y Feito vieron en París también comenzaba a aparecer, aunque de manera muy tímida, en la España franquista. Ya no solo en Barcelona, con la figura fundamental de Tàpies, sino en el resto de ciudades: Manuel Millares y Martín Chirino en Canarias, Rafael Canogar en Toledo o Pablo Serrano en Teruel. Eran autores con diferentes realidades y muy diversos estilos pero un interés común: su curiosidad por la abstracción y la contemporaneidad.
En ese contexto, hubo un personaje –José Luis Fernández del Amo, director del recién creado Museo de Arte Contemporáneo (1952)– que supo agrupar en Madrid a muchos de ellos para crear el primer movimiento de vanguardia española. Fue él quien convenció al granadino Manuel Rivera para que dejase su Andalucía natal –era profesor de Bellas Artes en Sevilla– y se viniera a Madrid; también a la alicantina Juana Francés.
A ellos se sumaron el madrileño Feito y un Saura desencantado con el surrealismo francés; Manuel Rivera, Antonio Suárez, Manuel Viola y Rafael Canogar. Diez artistas ávidos de modernidad y de explorar esas nuevas formas que estaban proliferando en Europa hacia mediados del siglo pasado.
Juntos formaron el grupo El Paso, un movimiento que supuso un grito de libertad cargado de expresionismo, gestos violentos, paleta oscura y pinceladas empastadas. Firmaron su primer manifiesto en 1957, propugnando un “arte recio, profundo, grave y significativo”, y cuatro años después anunciaron su disolución, porque los integrantes querían tomar caminos distintos.
Ahora la Fundación Bancaja recupera ese legado en Valencia, en una exposición titulada El Paso donde reúne precisamente parte de la producción de estos artistas durante los años en que estuvo vigente el colectivo.
Se trata, por tanto, de una mirada al pasado, una muestra que revisa la decisiva aportación de este grupo más de seis décadas después de su fundación. Este nuevo recorrido permite contemplar de nuevo juntas las arpilleras maltratadas de Millares, los hierros retorcidos de Chirino o las mallas de Rivera.
Diez artistas, 70 obras y cuatro años de creación. Todo eso condensa la comisaria Lola Durán en la segunda planta del edificio valenciano, en el que propone volver a la rompedora obra de aquellos autores que inauguraron la abstracción en España.
La muestra solo se centra en el periodo que va de 1957 a 1960, cuando «nació aquel grupo en un espacio yermo» de propuestas contemporáneas, explica Durán. Luego cada uno siguió su propio camino, pero eso ya es otra historia. El relato que se cuenta en la Fundación Bancaja es el del nacimiento del arte propiamente moderno en una España aislada internacionalmente, encerrada en la dictadura franquista y sumida en una crisis social.
“El Paso es un movimiento de vanguardia que se revolvió contra lo establecido en la posguerra”, destaca Rafael Alcón, presidente de la Fundación Bancaja. «Tuvo una gran conciencia social y política. Fue capaz de nacer en un momento en el que el arte contemporáneo español estaba en pañales y su huella se mantiene hasta hoy», añade la comisaria.
El recorrido valenciano contiene algunas de las obras más importantes del grupo, que se fue abriendo paso poco a poco en nuestro país gracias a las exposiciones organizadas en las galería Buchholz y Biosca, y más tarde en el exterior (con la muestra en Pierre Matisse de Nueva York).
Tauróbolo de Pablo Serrano es una de esas piezas que se expusieron entonces en Estados Unidos. Ahora se muestra en una de las primeras salas, junto a una escultura de hierro de Chirino y varias pinturas al óleo de Saura.
Más allá se aprecia la evolución en las mallas con alambres de Rivera, desde que prescinde del lienzo hasta que lo pinta como «fondo» de sus composiciones; las escenas de arena de Juana Francés o la pintura en movimiento de Viola (nacido José pero apodado Manuel desde su época de los maquis). También se contemplan los lienzos de Antonio Suárez que se niegan a abandonar por completo la figuración o la exuberancia de manchas empastadas de Feito.
Todos ellos dieron ese paso hacia adelante para revolucionar el arte español y colocarlo al mismo nivel que el resto de países. El Paso consiguió incluso representar en 1957 a España en las bienales de Sao Paulo y Venecia, lo que llevó a algunos de sus integrantes a sentirse utilizados por el régimen. Ahora, en democracia y 70 años después, podemos disfrutar de nuevo de estas obras en la Fundación Bancaja hasta el 8 de septiembre. Sol G. Moreno