Dos trampantojos de Crespi para el Prado
Las instituciones siguen apurando las últimas semanas de diciembre para agotar sus presupuestos y seguir comprando. Aunque enterarnos ahora de una adquisición no tiene por qué significar que sea una compra de última hora. La más reciente de la que hemos tenido noticia se refiere a dos trampantojos de Giuseppe Crespi para el Museo del Prado, gracias a los Amigos del Museo.
El acuerdo se cerró en verano, pero no ha sido hasta ahora cuando Artur Ramon ha anunciado –indirectamente– la compra, al publicarla en su página web. Ambos formaban parte de un lote de ocho dibujos que el galerista ha vendido al museo por 65.000 euros, tras quedar paralizado el permiso de exportación de algunos de ellos para viajar a París y participar en el Salon du Dessin.
Por lo que respecta a las escenas de Crespi, el autor más importante de los recién llegados a Madrid, están firmadas en la parte inferior central: «Joseph Filius Antonij Crespi Bonon Delineavit et pinxit”, lo que no deja lugar a dudas sobre quién los pintó, un tal Giuseppe, hijo de Antonio Crespi. Este apellido no es ajeno a la colección pública madrileña, que conserva cuatro dibujos de Giuseppe Maria Crespi, artista nacido en Bolonia en 1665. El apodado como «il spagnuolo» por su indumentaria española fue el primer y más relevante representante de una familia de artistas que dominó la escena boloñesa del siglo XVIII con más o menos fortuna.
¿Dónde situar, entonces, al autor de los papeles recién llegados al Prado? Aunque se desconoce prácticamente todo sobre su vida y su obra, se sabe que fue nieto del Crespi más célebre; concretamente el hijo de Antonio (el menor de los tres hijos conocidos de este autor).
Hasta la fecha solo se sabía de la existencia de una obra de Giuseppe Crespi nieto, conservada en una colección particular italiana (al menos así figuraba en la exposición de 1980 en la Galleria Lorenzelli de Bergamo). De modo que los dos trampantojos ahora incorporados al Prado suman la segunda y la tercera obra del reducido corpus del artista.
L’Aventurier y Ces Drolles font bonne Chère son dos composiciones de trompe-l’œil cargadas de juegos ópticos, grabados, páginas ilustradas, figuras humanas, animales, amorcillos y objetos de toda índole. Una suerte de guiños para el espectador, que debe descifrar o encontrar los símbolos metafóricos que el autor parece haber dejado como pistas de un rompecabezas: la llave, los anteojos, las naipes, el arco de violín, el ratón atrapado en una jaula…
Lo cierto es que se trata de dibujos que contienen mucha más información de la que aparenta en un primer momento. De ahí el engaño, la trampa del autor. Porque las decenas de grabados, libros y versos que se reparten por cada una de las obras esconden en realidad muchas referencias.
Por ejemplo, el niño subido al burro es una alusión directa a su abuelo y al poema cómico que ilustró en 1736 titulado Bertoldo con Bertoldino e Cacasenno. También encontramos los perros de caza grabados hacia 1740 por Johann Elias Ridinger, un caballo de Goltzius o la escena de Aristóteles en Phyllis de Bartolomeus Spranger.
«Muchas referencias compartidas al arte y la música dejan claro que Crespi concibió estas obras como una pareja complementaria», escribe John T. Spike en su ficha. «La presencia de la página de un libro de heráldica alemana que describe con precisión el escudo de Oñate, hace sospechar que ambos trampantojos pudieron ser encargados por un miembro de esa noble familia española».
De igual tamaño –540 x 760 mm–, estas dos trampantojos pintados a tinta sepia con pluma, aguada gris y acuarela del Prado vienen a arrojar algo de luz sobre el trabajo de la tercera generación de un familia de artistas que se vio fuertemente influida por el patriarca. Ahora abuelo y nieto descansarán juntos. Sol G. Moreno