San Francisco de Asís, protagonista en la National Gallery
No todos los días se dedica una exposición monográfica a una figura religiosa. Mucho menos aún si tenemos en cuenta que la institución que la organiza es una de las más prestigiosas del mundo. Sin embargo, el binomio «san Francisco de Asís – National Gallery» pasa por convertirse en uno de los eventos culturales más relevantes de esta primavera. Comisariada por su director, Gabriele Finaldi y por el conservador Joost Soustra, abarca un periodo cronológico de ocho siglos. Cuenta además con préstamos excepcionales, como San Francisco y la música celestial, una obra de reciente reaparición en una colección americana realizada por el prerrafaelita Frank Cadogan Cowper en 1904.
Nació como Giovanni di Pietro di Bernardone en Asís en 1181. A pesar de tener un futuro holgado y acomodado, cambió radicalmente y, despojado de toda riqueza, se acercó a Dios y a la naturaleza.
En 1209 viajó a Roma y un año mástarde el papa Inocencio III aprobaba las reglas de su orden, a la que denominó de Frailes Menores. Dos años después de su muerte en 1226 fue canonizado y, de manera fulgurante, fue retratado, biografiado y sus primeros misioneros viajaron para difundir su legado a Inglaterra.
San Francisco de Asís, así se llama la exposición, nos sumerge en este mundo, que arranca con obras casi contemporáneas a él como el retablo de la vida del santo conservado en Asís, pintado ya hacia 1253. No se dejan en el tintero algunos de sus objetos personales, como el fragmento de su hábito que, como reliquia, es custodiado por los frailes menores de la basílica florentina de Santa Croce.
En el siglo XIV después su imagen se había perpetuado: demacrado, con hábito marrón y los estigmas bien visibles. También como una figura afable que conversa y predica a los animales. Todo ello rodeado de un halo de misticismo, pobreza, servicio y sencillez.
En todas las iglesias de Europa podía encontrarse una representación suya, algo que creció exponencialmente tras el Concilio de Trento, sumado auge de las grandes órdenes religiosas mendicantes.
Resumir su iconografía es hablar de una historia del arte de más de ocho siglos, que va desde los grandes frescos de Giotto en Asís hasta los cómics de Marvel de finales del siglo XX; de Matthew Paris, que publica hacia 1240 la Chronica Maiora II a las estampas de Arthur Boyd o Andrea Büttner (2010); de El Greco, Caravaggio, Zurbarán o Murillo.
La muestra londinense sorprende por sus préstamos. Además de tirar de fondos propios, acoge pinturas, esculturas, textos y estampas de algunos de los principales museos del mundo. De sus colecciones se exponen, por ejemplo, San Francisco meditando de Zurbarán (1635-1639) o el excepcional San Francisco con ángeles de Botticelli (1475-1480). También el ciclo de tablas de la vida del santo del Sassetta (1437-1444).
Junto a los anteriores, han viajado desde distintos museos y colecciones privadas de Europa ,San Francisco recibiendo los estigmas de El Greco (1590-1595), de la National Gallery de Dublín; el cuadro del mismo asunto de Frans Pourbus el joven del Louvre (1620); San Francisco junto al Crucificado de Murillo del Museo de Bellas Artes de Sevilla (1668-1669); o la Natividad con san Francisco y santa Clara de Josefa de Ovidos (1647) de colección particular.
Pero San Francisco va más allá del «arte antiguo». Así, Alberto Brurri creó en 1953 Sacco (Fondazione Palazzo Albizzini, colección Burri) a partir de la reliquia del hábito de Santa Croce.
También Antony Gormley se inspiró en sus imágenes cuando creó en 1985 su escultura, hoy en la Tate Gallery, hecha a base de paneles de plomo soldados y perforados para sugerir los estigmas.