La atmósfera porteña de Facundo de Zuviría en Mapfre
En la retrospectiva Facundo de Zuviría. Estampas porteñas, organizada por la Fundación Mapfre, que permanecerá abierta en su sala de Recoletos en Madrid hasta el 11 de mayo, hay un aire de evocación melancólica en su mirada sobre Buenos Aires, ciudad en la que nació el artista en 1954. Comisariada por Alexis Fabry reúne 195 fotografías que resumen su ‘forma’ de observar y captar la evolución de algunos aspectos de la capital argentina en los últimas cuatro décadas, desde 1982 a 2022.
Su pasión por la fotografía fue muy precoz. Facundo de Zuviría se licenció en Derecho en 1980 pero ya había trabajado como fotógrafo en la segunda mitad de los 70 para un par de diarios de Buenos Aires, La Nación y La Prensa. Fue discípulo de Horacio Coppola pero quedó deslumbrado por la trayectoria de Walker Evans, aunque también le ha influido la poesía de Jorge Luis Borges y ese modo de evocar la ciudad que tuvo el gran escritor argentino en Fervor de Buenos Aires y en otros poemarios posteriores.
En las tres series que se presentan en la Fundación Mapfre (Estampas porteñas, La siesta argentina y Frontalismo) de sus últimos 40 años, Facundo de Zuviría muestra una clara vocación de retratar la ciudad en un singular inventario que le conecta con los Becher, para ir definiendo en su caso la narrativa de una ciudad, no tanto del centro de Buenos Aires, que también, sino de la vida de los barrios que la conforman. En ese friso compositivo aborda la complejidad de los rastros de sus calles, tiendas, del cartelismo, donde laten las huellas del arte pop.
En este viaje por el título que da nombre a la muestra, Estampas porteñas, que se publicó en forma de libro en 1996, Facundo de Zuviría quizás sea lo que mejor sintetice su pulsión creadora y defina su estilo. Hay admiración en ese modo de ir captando los lugares de la ciudad hasta conseguir un archivo muy exhaustivo de fijar lo que acontece en sus calles, las fachadas de comercios y casas, los carteles que ha ido encontrando a su paso de peatón de la ciudad como Baudelaire y cómo no su modo de reflejar con su ojo la transformación de la capital argentina. En muchas de ellas hay una nostalgia de algo que está desapareciendo donde el fotógrafo incorpora su intención como narrador visual.
Como comentaba en algún párrafo anterior en sus fotos hay un impulso que le viene no solo de fotógrafos a los que admira como las formas de encuadrar de Rodchenko o el citado virtuosismo de Walker Evans, sino también de escritores tan potentes como Ricardo Piglia o Jorge Luis Borges al que también le gustaba deambular por la ciudad y que llegó a sugerir «las modestas diferencias» de Buenos Aires, una urbe en los que capta tanto la cercanía como la lejanía, la gama de color y también la austeridad en otras.
Hay en sus instantáneas más destacadas se da una curiosa paradoja, visible en Vista desde la oficina, Buenos Aires (1987), en la que Zuviría toma la imagen de tres máquinas de escribir, solas, que nadie parece utilizar porque están junto a un ventanal y al fondo una ciudad al anochecer tras una jornada laboral, mientras que en dos muy posteriores como Puerta y ventana con rejas (2005) y Ochava rosa con dos ventanas, Buenos Aires (2017) nos presenta en la primera una fachada típica popular argentina, a base de carpintería metálica, pizarra y persianas enrollables de madera y un gama sutil, aún más evidente en el minimalismo de la segunda, mucho más limpia de elementos pero con una lograda combinación de luz y color. Mera poesía.
De la serie Siesta argentina se reúnen un conjunto de fotografías que tomó Zuviría entre 2001 y 2003 y que plasman los efectos que tuvo el corralito, que tanto afectó a la sociedad argentina y más en concreto al gran Buenos Aires. Muchas imágenes dejan la huella de locales vacíos, tiendas cerrada algunas con grafitis, escaparates ya en desuso. Todas esas ilustran una ciudad que se está desvaneciendo donde no fluye la vida social y económica. Casi toda la serie es en blanco y negro porque refleja mejor la austeridad, con encuadres frontales, ya que quizá el título refleje la siesta como un paréntesis en duermevela de esa crisis que sacudió los cimientos del país.
La otra serie, Frontalismo, desvela cómo le gusta fotografiar las fachadas de los edificios y recoge un corpus tomado entre 2010 y 2018, donde Facundo de Zuviría obtiene líneas simples y austeras, en esa singularidad para catalogar fachadas de viviendas, de tiendas modestas que siempre parecen subrayar su intención por crear una tipología en ese modo de usar colores cálidos en muchas de ellas y cierta pulsión por la abstracción. Lo que va encontrando en sus paseos por el centro y por los barrios de Buenos Aires no son una elección al azar, sino una muestra de un artista atento a lo que acontece en la vida de la urbe.