La admiración mutua de Picasso y Coco Chanel en el Thyssen
El siglo pasado nos legó a dos grandes creadores como Pablo Picasso (Málaga, 1881-Mougins, Francia, 1973) y Gabrielle Chanelle (Saumur, Francia, 1883- París, 1971), más conocida como Coco Chanel que todavía siguen irradiando la senda del arte y la moda 50 años después de su muerte. Dentro de las actividades del cincuentenario de la muerte de Picasso, el Museo Thyssen-Bornemisza, que ayer cumplió su 30 aniversario, exhibe desde hoy y hasta el 15 de enero la muestra Picasso/Chanel, comisariada por Paula Luengo, conservadora y responsable de exposiciones del museo madrileño, que recoge la colaboración y respeto mutuo de estos titanes durante la segunda y tercera década del XX.
Esta exposición, enmarcada en la Celebración Picasso 1973/2023 que cuenta con el patrocinio de Telefónica/ACE, está apoyada por la Comunidad de Madrid y CHANEL.Reúne 117 obras, 65 de Picasso, 50 de Coco Chanel, más una obra de Georges Braque y otra de Juan Gris, y presenta un conjunto de pinturas, dibujos, vestidos y piezas procedentes de diferentes museos e instituciones, sobre todo del Musée national Picasso de París, de la colección de Almine y Bernard Ruiz-Picasso y del Patrimonio de CHANEL.
Arte y moda vuelven a reunirse en las salas de exposiciones del Museo Thyssen para ahondar en la admiración mutua y en los proyectos en los que trabajaron juntos desde que se conocieron en la primavera de 1917, quizá a través de Jean Cocteau o de Misia Sert, amigos de ambos. Desde ese momento Coco Chanel frecuentó al matrimonio de Olga y Pablo Picasso, cuando Picasso empezaba a colaborar en los Ballets Rusos de Diághilev.
En la presentación Guillermo Solana, director artístico del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, recordó a José Guirao, exministro de Cultura y Comisionado del Año Picasso, recientemente fallecido, tanto por su interés por esta muestra como por la del año 2023, Picasso. Lo sagrado y lo profano, así como el agradecimiento especial al Musée national Picasso-París y a FABA, por sus préstamos, y al Gobierno de España, la Comunidad de Madrid, Telefónica y CHANEL por el impulso a proyectos como este. En la misma línea se expresó Carlos Alberdi, Comisionado del 50 aniversario del la muerte del año Picasso, que abogó por el trabajo colaborativo y coral en una exposición como esta y otras del año Picasso en España, Francia y en otros países, añadiendo que Picasso y Chanel «nos recuerdan que estamos en el principio y ellos con su actividad así lo hicieron».
Cécile Debray, presidenta del Musée national Picasso-París, subrayó cómo estos dos artistas, junto a Olga y Cocteau, hicieron que el arte fuera más integral, en el que cabían el teatro, la música, la danza, la moda, que tuvieron como eje a estos inventores de formas y en el caso de Chanel su contribución para vestir a una mujer más libre, desacralizando la ropa anterior. Y concluyó diciendo que esta conmemoración en torno a Picasso nos invita a pensar cómo será el Museo Picasso de París en el futuro.
Marta Rivera de la Cruz, consejera de Cultura, Deporte y Turismo de la Comunidad de Madrid, dijo que a pesar de los tiempos difíciles que vivimos todavía «queda sitio para la belleza y la cultura y así encarar el futuro», algo que conecta con lo esbozado por Eduardo Navarro, director de Asuntos Públicos y Sostenibilidad de Telefónica, empresa que también apuesta por conectar a las personas como les ocurrió en un período a Picasso y Coco Chanel. La presidenta de Patrimonio Chanel, Hélène Pulgente, que ha prestado una veintena de piezas para la exposición dijo que los pinceles de Picasso y las tijeras de Chanel rompieron con lo establecido para lograr una revolución estética y conseguir una obra intemporal.
Bernard Ruiz-Picasso, nieto del artista malagueño y copresidente de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA) estaba emocionado con la exposición, en la que destacó además de la trayectoria de dos de las figuras más importantes del siglo XX, la capacidad que tuvieron ambos para mostrar la diversidad del arte del siglo pasado como se observa en la calidad de esta muestra, que dialoga y evoluciona constantemente.
La exposición, que fue desgranada por Paula Luengo en su intervención, está estructurada en cuatro ámbitos, que siguen un recorrido cronológico para situar las piezas de las décadas de 1910 y 1920, años en los que colaboraron cuando ya tenían ambos el reconocimiento como artistas en sus campos de actividad. Picasso en esos años era un pintor muy cotizado en París y Coco Chanel triunfaba como diseñadora y había abierto tiendas en París, Deauville y Biarritz. Los dos eran curiosos y en el caso de Coco Chanel supo rodearse también de poetas, músicos, pintores y escultores, incluso ayudando como mecenas a genios como Stravinsky, y poetas como Cocteau o Reverdy.
La muestra comienza con El cubismo y el estilo Chanel, sección diseminada en tres salas, donde se analizan cómo el movimiento de vanguardia liderado por Picasso y Braque influyeron en las creaciones de Chanel, tanto en los innovadores diseños de su vestimenta, a través de un lenguaje formal geométrico o en la reducción cromática y la poesía cubista del collage, traducido en líneas rectas y angulosas, sin olvidar su predilección por las masas de color, donde imperaban los tonos blancos, negros, grises y beiges.
Las interacciones entre obras de Picasso como Cabeza de mujer (Fernande), pintada en 1909-1910 con un vestido diseñado por Coco Chanel en 1926 resultan evidentes por ese diálogo gestual y el movimiento dinámico del cuerpo, así como por la exploración que ella hizo de la línea recta en sus telas mediante planos. Y lo mismo se observa en Estudio para la cabeza de «Desnudo con paños», con un vestido de día de 1920, diseñado por la francesa. Su elección de materiales para sus conjuntos buscan lo humilde, a partir del punto y el algodón, hasta conectar con la realidad y terminar simplificando las formas como ocurría con el cubismo.
La segunda parte, que ocupa dos salas y que ocupan el ecuador del recorrido, se centra en la relación con Olga Khokhlova, que había conocido a Picasso en Roma en 1917, mientras el pintor malagueño trabajaba en los decorados de Parade, una producción de los Ballets Rusos de Diághilev, donde Olga bailaba desde 1911. Se casaron un año después, probablemente vestida con un diseño de Chanel, a la que Olga admiraba como modista. En estos años Picasso realizó numerosas obras con Olga de protagonista en su vida cotidiana: Retrato de Olga Khokhlova (1917), Retrato de Olga con cuello de piel (1923), y el dibujo a carboncillo Olga con corona de flores (1920), sin olvidar un magnifico autorretrato a lápiz en el estudio, hacia 1918-1920, delicado de trazo. Los vestidos de Chanel eran la piel que quería portar la bailarina rusa, a la que le gustaba la ropa desenfadada, cómoda y ligera. El estilo de Coco Chanel enlazaba con el gusto de Olga como dan testimonio muchas de las fotografías de época.
El poeta Jean Cocteau escribió en 1922 una versión reducida de Antígona, tragedia de Sófocles, que terminó siendo el primer proyecto en el que colaboraron Pablo Picasso y Gabrielle Chanel. La obra se estrenó en un teatro de Montmartre. Picasso se encargó del decorado, en el que predominaba un cielo azul ultramar y una serie de columnas dóricas pintadas en una tela, donde no faltaban tonos violetas, azules y ocres, así como las máscaras del coro y los escudos de los guardias, inspirándose en los vasos griegos antiguos, precisamente se expone una vasija atribuida al pintor de Dolón, procedente del Museo Británico, con más de 2.400 años de antigüedad.
Fue un momento en que Picasso se fijó en la Antigüedad clásica y donde Olga hizo de musa en muchas de ellas. En esta sala se exhiben Tres mujeres en la fuente (1921), Mujer sentada (Mujer con camisola), del mismo año, y Las Tres Gracias (1923), así como algunos estudios que hizo para el decorado de la obra o tres retratos de Picasso que salieron de la mano de Cocteau, de quien se muestran dibujos también de Antígona y Tiresias.
La vestimenta de los actores fue diseñada por Coco Chanel, que participó con entusiasmo al saber que Picasso participaba en el proyecto. También ella se inspiró en la Grecia arcaica para realizar la indumentaria, escogiendo lana escocesa en una gama cromática donde imperaban los tonos marrones, crudos y ocasionalmente el rojo ladrillo, siempre armonizando con el decorado y la paleta escogida por Picasso. Diseñó diademas de orfebrería con piedras semipreciosas, quizá sus primeras joyas, siempre fiel a su estilo. Los conjuntos, sobre todo trajes de noche de inspiración clásica, se exhiben en esta sala porque los originales de Antígona no se conservan.
La última parte del recorrido está dedicada al segundo proyecto en el que colaboraron Picasso y Coco Chanel, El tren azul, una opereta bailada producida por Diághilev, con libreto de Jean Cocteau, que se estrenó en 1924 en el teatro de los Campos Elíseos de París. Fue una obra moderna, desenfadada, inspirada en las tendencias de moda de ese período: deportes, sentido lúdico y un cierto cosmopolitismo en los protagonistas de la época, usuarios del tren nocturno de lujo, del que tomó el nombre la opereta, que unía París y la Costa Azul.
El decorado fue realizado por Henri Laurens, seguidor de Braque y Picasso, que fijó una imagen alegre de la playa, con sus cabinas de baño, mientras el vestuario fue de nuevo un encargo para Coco Chanel, quien diseñó ropa elegante que recogía las últimas tendencias para crear trajes deportivos para los bailarines. Por su parte, Diághilev descubrió en el taller de Picasso un gouache Dos mujeres corriendo por la playa (La carrera) y lo utilizó como imagen del telón de la obra y también como ilustración del programa de mano para la temporada de 1924 de los Ballets Rusos. Junto a ese gouache se pueden admirar Mujer a orillas del mar (1922), Mujer sentada con camisola (1923) o Las bañistas (1918), cuyas modelos lucen trajes de baño similares a los que seis años más tarde utilizaría Coco Chanel para vestir a los bailarines de El Tren Azul. En la muestra pueden verse reproducciones de dichos originales que la Ópera de París confeccionó para la representación de esa misma obra en 1992.
En la última sala una película en blanco y negro de época y dos fotografías que muestran las manos de Picasso con las palmas hacia arriba de Picasso, tomada por André Kertesz, y otra de Coco Chanel con sus joyas y las palmas hacia abajo, con unos dedos estilizados. No dejen de ver una exposición con tan sugerente montaje de dos artistas irrepetibles.