Negro sobre blanco: un alarde de modernidad
Guggenheim Bilbao presentó ayer Serra/Seurat. Dibujos, una exposición que pone el foco en la manera de abordar el arte gráfico del pintor neoimpresionista francés al que tanto admira el escultor minimalista estadounidense. Aunque les separa un siglo de diferencia, ambos coinciden en su interés por romper con las normas académicas establecidas para explorar el dibujo a través nuevas técnicas, texturas y soportes. Ha sido comisariada por Lucía Aguirre y Judith Benhamou y podrá visitarse desde hoy hasta el próximo 6 de septiembre. TEXTO: FERNANDO RAYÓN y ÁNGEL RODRÍGUEZ.
“Dibujar, especular y más dibujar”. Esta máxima, extraída de los Diálogos de la Pintura (Madrid, 1633) de Vicente Carducho, es una de tantas que podríamos traer a colación en la historia del arte universal a la hora de reivindicar la importancia del dibujo para los artistas, cualquiera que sea su disciplina. Obras de estudio y reflexión, preparatorias pero también piezas con entidad en sí misma, creadas no como “proceso para”, sino como objeto en sí mismos.
Si de los grandes artistas de la Edad Moderna su expresión gráfica fue valorada por coleccionistas y críticos de arte –tengamos en cuenta la gran cantidad de estudios, exposiciones y demás que podrían señalarse al respecto–, con la renovación de las artes en Francia a partir del siglo XIX, la faceta como dibujantes de algunos de estos regeneradores quedó algo ensombrecida en pos de sus lienzos.
Uno de los ejemplos más evidentes es el del neoimpresionista Georges Seurat (París, 1859-1891). A pesar de su breve vida, Seurat cultivó el dibujo más allá de su uso “preparatorio” para convertirlo en un campo de experimentación y expresión vital (no en balde, se han conservado unos cuatrocientos dibujos suyos). Así lo supieron destacar creadores y críticos de arte como su coetáneo Paul Signac, o posteriores como el escultor Richard Serra (San Francisco, 1939), para quien la obra gráfica de Seurat es lo más destacado de su producción. Es precisamente este vínculo el núcleo de la exposición que se presentó ayer en Guggenheim Bilbao.
A través de una veintena de dibujos de gran formato, Serra/Seurat. Dibujos propone una interesante comparación entre la manera de “atacar” el papel del escultor estadounidense frente a la del pintor francés. La exposición ha sido posible porque Richard Serra tiene un excelente trato con la institución y porque Lucía Agirre, comisaria junto a Judith Benhamou, ha conseguido préstamos casi imposibles en el caso de los dibujos de Georges Seurat.
En total han reunido 22 y, aunque no todos tienen la misma calidad –los que fueron de Picasso son los más flojos–, el nivel es altísimo y resultan de una gran belleza. A su alrededor, los 81 grandes dibujos de Serra piden permiso –no para dialogar, palabro que la comisaria afortunadamente también rechaza– sino para medirse en texturas, colores, papeles, luces y sombras con los del maestro impresionista.
Si hasta el siglo XIX el papel más empleado fue el verjurado y las técnicas fueron las aguadas y los lápices de colores (negro, clarión y sanguina), Seurat rompió con esta tradición para adentrarse en las novedades industriales que se estaban desarrollando desde hacía pocas décadas: el papel Michallet, de trama irregular y tonalidad más oscura, y el lápiz conté.
Según Aguirre, utilizaba un papel hecho a mano al que daba vida “dejando que absorba la cantidad de conté justa para crear las luces, volúmenes y contrastes. Por eso es uno de los maestros del dibujo”. Su combinación y la destreza en su empleo a partir del binomio blanco/negro le permitieron crear luces, sombras y volúmenes nuevos, esos que tanto destaca Serra. Casi podríamos decir que parecen más estampas que dibujos, en la senda de los aguafuertes o las aguatintas de artistas tan destacados como Rembrandt o nuestro Goya.
La estrecha consonancia entre uno y otro se hace presente en la serie Ramble, iniciada en 1995 y donde, como ya hizo el francés, Serra se decanta por el uso del papel japonés y el crayón litográfico como medio (y también como fin último) para generar esas expresiones de formas y volúmenes buscados, que parten no solo de la mano del artista sino también de los propios materiales empleados.
Frente al habitual color de sus pinturas, el espectador se sorprenderá al comprobar cómo en su obra gráfica, Seurat se concentró fundamentalmente en el blanco y el negro, algo que, de nuevo, ha sido alabado y puntualizado por Serra. Y es que frente a sus primeras obras de corte más académico, aquellas vinculadas a su formación en la escuela de Lehmann, obras como Pareja sentada o En mangas de camisa, ambas de hacia 1881, palpitan en ese deseo por romper con lo tradicional.
A partir de entonces su evolución hacia el binomio blanco/negro fue vertiginosa, como se comprueba en Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte (1884-1885). Una de sus últimas composiciones, La vela blanca (1890), resume a la perfección esa búsqueda de la luz y la abstracción en cada palmo del papel; un paso hacia adelante que lo conecta con los dibujos de la serie Ramble de Serra. El diálogo establecido gracias a la exposición entre unos y otros estimulará sin duda al visitante.
Serra/Seurat. Dibujos, puede visitarse desde hoy hasta el próximo 6 de septiembre. Ha sido comisariada por Lucía Aguirre, de Guggenheim Bilbao, y Judith Benhamou, comisaria independiente y crítica de arte. En su presentación a los medios en el día de ayer también estuvo presente el director del museo, Juan Antonio Vidarte.