El Prado recupera la galería jónica
El Museo Nacional del Prado ha rehabilitado el espacio de la galería jónica norte, situada junto a la Galería Central en la primera planta, para recuperar parte de sus colecciones de escultura. La pinacoteca recupera 56 piezas que incluyen obras del Antiguo Egipto, Roma, el Renacimiento y el Barroco. Esta intervención recupera el proyecto del arquitecto Alejandro Sureda, quien en 1881 ya pensó este espacio para mostrar esculturas. Por FERNANDO RAYÓN
Patrocinada por American Friends of the Prado Museum gracias al apoyo de The Engh Foundation, la exposición –que pasa a ser permanente– supone recuperar obras que reflejan muy bien el coleccionismo real y nobiliario de los últimos cuatro siglos en España. También hace honor al nombre original del Prado que, en 1838 se denominaba Real Museo de Pintura y Escultura.
El proyecto recupera la luz natural de la zona norte del edificio con la vecina arboleda que separa el edifico Villanueva del Paseo del Prado y también ha permitido receptar toda la carpintería metálica de esa fachada del museo. La intervención forma parte de la actividad que desarrolla el Área de Conservación de Escultura y Artes Decorativas de la institución, de la que es responsable Leticia Azcue Brea y cuyo Jefe de Departamento es Manuel Arias Martínez.
La selección arranca con dos cabezas egipcias que, junto a las otras dos obras que el Prado tiene depositadas en el Museo Arqueológico Nacional completan la colección de la pinacoteca.
Roma está representada por varios bustos de filósofos y escritores griegos como Homero, Jenofonte o Sófocles, así como retratos de grandes personajes de su historia como la emperatriz Julia Domna, pasando por elaboradas figuras de damas e interpretaciones romanas de iconografías egipcias.
Hay algunas esculturas de bulto renacentistas como los retratos de Julio César o Cicerón, o idealizadas composiciones como la de Hermes-Antinoo, para concluir con el intenso rostro de una Medusa de finales del siglo XVIII. Hay también algunas representaciones animalísticas como un jabalí que se partió por la mitad en el siglo XVIII y del que solo se muestra una de las partes.
Quizá lo más notable de esta selección es su procedencia. Algunas de ellas pertenecieron a coleccionistas como Cristina de Suecia, Diego Hurtado de Mendoza, el VII marqués de Carpio o José Nicolás de Azara, y fueron adquiridas por los monarcas españoles para la decoración de sus palacios y sitios reales, desde donde pasaron en el siglo XIX al Museo del Prado.