Toledo conmemora el centenario de Alfonso X
Cuando se acaban de cumplir ocho siglos del nacimiento del Rey Sabio, una de las figuras más sobresalientes de la historia y la cultura de nuestro país, el Museo de Santa Cruz de Toledo le dedica una gran exposición monográfica que recorre su vida y su legado. Ha sido comisariada por Ricardo Izquierdo Benito, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Castilla-La Mancha, y podrá visitarse hasta el próximo 19 de junio de 2022. Cuenta con préstamos excepcionales como el Libro del saber de astronomía de la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, el Códice de Toledo, uno de los cuatro volúmenes de sus Cantigas, de la Biblioteca nacional de España, la Corona de los camafeos de la Catedral de Toledo o la Bula del papa Alejandro IV confirmando el Estudio General de Salamanca (1255) que atesora dicha universidad.
Si hay un monarca hispano al que todos reconocemos, ese es Alfonso X el Sabio (Toledo, 23 de noviembre de 1221-Sevilla, 4 de abril de 1284). Al igual que su padre, Fernando III el Santo, fue una pieza clave en la reconquista de la Península, el reinado de su hijo brilló en buena medida por su legado cultural. No en balde, el escritorio real que formó en Toledo en torno a su corte –con su escuela de traductores a la cabeza– dio un impulso realmente significativo al desarrollo de la literatura, las artes, la historia y los ámbitos científico y jurídico. Su fama y el paso del tiempo hicieron el resto. A pesar de las luces y sombras de su reinado, desde entonces su figura despuntó de tal manera que, siglos después, sería representado por Pellegrino Tibaldi en la bóveda de la Biblioteca del monasterio de El Escorial, o por José Alcoverro en una de las cuatro grandes esculturas de la escalinata de acceso a la Biblioteca Nacional de España.
Ahora que se acaba de cumplir el VIII centenario de su nacimiento, el Ayuntamiento de Toledo ha organizado en el Museo de Santa Cruz, en colaboración con la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, Acción Cultural Española y la Diputación de Toledo, la exposición Alfonso X: el legado de un rey precursor. La muestra fue inaugurada el pasado 15 de marzo por el rey Felipe VI y podrá visitarse hasta el 19 de junio de 2022. Toma por tanto el relevo de la pequeña muestra que Patrimonio Nacional organizó a finales del año pasado en El Escorial y en la que se mostraron los códices alfonsinos que Felipe II preservó en su Real Biblioteca.
La exposición se divide en cinco secciones, a través de las cuales se descubre al personaje tanto en su dimensión histórica, política y cultural. Así, el primer bloque, Alfonso, infante (1221-1252), aborda sus primeros años, desde su nacimiento y la rápida separación de sus padres y su jura como heredero a la corona en Burgos en 1222 cuando solo contaba con un año de vida. Ya en la adolescencia participaría con Fernando III en la reconquista del sur de la Península hasta convertirse, tras la muerte de su padre en 1252, en rey de Castilla.
El rey gobernante (1252-1284): un reinado de luces y sombras pone al espectador en situación sobre las dificultades que el nuevo monarca tuvo que afrontar durante su reinado, caracterizado por varias revueltas. El monarca se enfrentó además a la nobleza y la iglesia, a las que intentó restar poder e influencia a través de un innovador y ambicioso programa legislativo. Fue entonces cuando se elaboraron una serie de textos jurídicos –entre ellos el Libro de las Leyes, denominado a partir del siglo XIV como las Siete Partidas, el Especulo o las Tablas alfonsíes– que tuvieron como fin, aunque sin mucho éxito por las reticencias que encontró, recoger en torno a su figura todo el poder, algo que, siglos más tarde, conseguirían los reyes durante la Edad Moderna.
No cabe duda de que uno de los mayores alicientes de la exposición se encuentra en su tercera sección, a la que se ha titulado El rey Sabio: el scriptorium alfonsí. En ella se da cuenta del interés del monarca por la ciencia, el ajedrez y la devoción por la Virgen, sin olvidar un contexto en el que florecieron las primeras universidades –Salamanca en 1254, Palencia en 1263 o la escuela de Murcia en 1269 con el matemático Al-Ricotí al frente– y la arquitectura gótica, que renovó la imagen de catedrales como la de Toledo.
Organizado en diferentes secciones dirigidas personalmente por el rey, en el scriptorium –un ámbito de trabajo que viajaba con él pero que desarrolló sobre todo su actividad en Toledo y Sevilla– participaron personajes de diferentes territorios y culturas que supieron combinar y adaptar las fuentes latinas, romances, árabes y hebreas con elementos de creación propia, dando lugar a un corpus excepcional: Las Cantigas de Santa María, el Lapidario, el Libro de los juegos o los Libros del saber de astrología.
Las dos últimas secciones –El final del reinado y La visión del rey desde la posteridad– abordan los problemas políticos y sucesorios a los que se enfrentó Alfonso X en los últimos años de su vida tras la muerte, en 1275, del heredero, don Fernando de la Cerda, y los enfrentamientos con quien le sucedería en el trono, el infante don Sancho (futuro Sancho IV). Como contrapartida, se analiza el postrer desarrollo de la imagen del monarca a través de los siglos. Su iconografía, curiosamente y a pesar de la gran cantidad de imágenes que aparecen en sus códices, fue muy desigual a través de los siglos. Solo a partir del siglo XIX, con el desarrollo de la pintura historicista y la proliferación de monumentos conmemorativos, se acabaría fijando la imagen del Rey Sabio con la que se le reconoce en la actualidad. Buen ejemplo de ello es el cuadro que se expone de Dióscoro Puebla y Tolín, Don Alfonso el Sabio y los libros del saber de astronomía (1881) del Museo del Prado, que se ha restaurado para la ocasión.