Murillo y el arte de narrar
TEXTO: Fernando Rayón
El Museo del Prado ha aprovechado el préstamo de la serie de seis cuadros sobre La parábola del hijo pródigo de Murillo por la National Gallery de Irlanda para organizar una exposición sobre “el arte de narrar historias en el barroco andaluz”.
A los seis cuadros del maestro se han añadido otros tantos de la serie de José y sus hermanos de Antonio del Castillo que habitualmente se conservan en los almacenes del museo y los cuatro de Juan de Valdés Leal sobre la vida de san Ambrosio, también de la pinacoteca madrileña. A estas se unen grabados en los que se inspiraron y otros cuadros y grabados. Son treinta y tres piezas en total procedentes del mencionado museo irlandés, del Museo de Bellas Artes de Asturias, del de Bellas Artes de Sevilla, de la Biblioteca Nacional y de la Academia de San Fernando.
Resulta interesante contemplar estos conjuntos, especialmente porque los tres se hicieron para comitentes privados (aunque el de de Valdés Leal tenga poco que ver con los de Murillo o Castillo). Pero si hablamos de series del barroco andaluz, se echan en falta referencias a otras, como la de Miguel Luna para la Caridad de Sevilla, la de paisajes de Iriarte –hoy casi toda en manos privadas–, o las Historias del Antiguo Testamento pintadas por Alonso Cano para la cartuja de las Cuevas en Sevilla.
Eso por no hablar de la Historia de Jacob de Murillo, hoy también dispersa. Especialmente significativa, es la ausencia de los dos cuadros de Valdés Leal que completan el conjunto del Prado y que se conservan en los museos de San Luis y San Francisco en Estados Unidos. El argumento de que hace unos años ya se expusieron en el Prado está fuera de lugar.
Javier Portús, en la presentación de la muestra, se refirió a tres alternativas que se plantearon en el proyecto: incluir otros cuadros de Murillo para acompañar a la serie de Dublín; incidir en la misma temática tratada por otros pintores, o centrarse en otros conjuntos encargados por coleccionistas privados.
Al final, el mega mix por el que se ha optado no satisface a ninguna de las tres propuestas, aunque haga referencias a todas ellas. Por eso es una ocasión perdida.
Desde el punto de vista de la investigación, hay una noticia que afecta directamente al Prado y que resaltó el propio Portús en la rueda de prensa: la demostración de que los cuatro bocetos preparatorios que guarda el museo de la serie de Murillo no son tales, sino que se trata de reducciones posteriores al conjunto irlandés. La restauración y estudios que acompañaron a la exposición en Dublín ya lo demostraron gracias a las radiografías y reflectografías infrarrojas.
En cuanto al montaje en la sala C del edificio de Jerónimos, resulta muy interesante. La ausencia de paneles que dividan los tres ámbitos no solo mejora la movilidad, sino que permite oxigenar y contemplar las series en su conjunto. También resulta adecuado el juego de los colores de las paredes entre el blanco roto y el verde claro. Interesante exposición, que podía haber sido mucho mejor.