La inflexión de Chirino

La inflexión de Chirino

La inflexión de Chirino

La Fundación Arte y Pensamiento Martín Chirino ha inaugurado la exposición Reinas Negras dedicada a la producción del artista canario en la primera mitad de la década de 1950. El montaje, comisariado por Alfonso de la Torre, reúne 5 de las 7 piezas que constituían la serie que da título a la muestra, que están acompañadas por obras de Klee, Picasso, Ángel Ferrant, Óscar Domínguez y Manolo Millares, entre otros, además de piezas africanas. Este es el primer capítulo de un total de 18 que, además, se acompañarán por la edición de una enciclopedia que tratará en detalle la producción de Chirino.


El siglo XX fue un momento de cambios radicales en el arte, pero quizá uno de los más relevantes fue la ruptura con la dictadura de la figuración. Aunque esta no fue una transición sin retorno, ni ocurrió simultáneamente. Así, en cada rincón del mundo se distinguen pioneros que vieron en esa nueva manera de crear una libertad desconocida. El primero de esos adelantados en nuestro país fue Martín Chirino (Las Palmas, 1925 – Madrid, 2019). El escultor es conocido principalmente por su trabajo en forja y sus características espirales, pero sus primeros pasos como creador fueron muy diferentes. Como tantos otros artistas de su generación –y no solo– tuvo una formación académica que solo contemplaba el naturalismo como solución formal. No fue hasta la primera mitad de la década de 1950 cuando dio el paso. Ese momento es el que retrata ahora la exposición de la Fundación Arte y Pensamiento Martín Chirino.

Titulada Reinas Negras, la exposición gira en torno a la primera serie de 7 piezas –actualmente solo se conoce el paradero de 5, reunidas para la ocasión– en las que el escultor alcanza la abstracción en su medio. Formas sinuosas, oquedades y curvas pulidas sugieren cuerpos femeninos –concepto reforzado por el título que les dio el autor– en distintos grados de síntesis. No todas ellas han abandonado la referencia al natural, algunas conservan un canon humano –aunque distorsionado y manipulado– mientras que otras ya han traspasado la frontera. El punto de no retorno lo representa Homenaje a Julio González –fuera de la serie protagonista– que, además, tiene un componente móvil y manipulable. Su estratégica orientación, mirando desde la sala de exposiciones hacia el Castillo de la Luz, sede principal de la Fundación, lo convierte en el nexo entre los precedentes de la muestra y las obras que le dan la fama.

De izquierda a derecha: Alfondo de la Torre, comisario de la exposición; Marta Chirino, presidenta de la Fundación Arte y Pensamiento Martín Chirino, y Jesús Castaño, director general de la Fundación.
Vista de la exposición, en primer plano: Reina Negra (4), 1952. Madera de limonero y piedra volcánica ocre. 106 x 25 x 25 cm. Colección Rafael Monagas. San Mateo, Gran Canaria.

Las Reinas Negras son las primeras esculturas abstractas de nuestro país. Ni Chillina, ni Oteiza habían desarrollado aún su trabajo en esta dirección. Chirino es capaz de esta modernidad en parte por sus viajes a Londres y a París, donde además de ver la creatividad de las antiguas civilizaciones en el Louvre o en el British, pudo contemplar el trabajo de Paul Klee, Henry Moore y Barbara Hepworth. De hecho, en la serie central de la exposición hay mucho de esos dos escultores ingleses. Su conocimiento de lo más radical que se estaba llevando a cabo en Europa despertó su interés y comenzó a trabajar dejando de lado la técnica academicista que le había caracterizado hasta no mucho antes.

Pero el salto de esta serie no solo es formal, también es material. El conjunto fue un punto de inflexión fundamental en el que comienza a trabajar el hierro y la forja (técnica que le absorbería por completo en su etapa de madurez). Anteriormente, había preferido la madera y la piedra, materiales que para esta serie fundamental combina con el metal. Ese cambio permite la exploración de formas más atrevidas ­– más finas, más sinuosas, más elevadas– que se sustentan en las cualidades del nuevo material.

A ese núcleo central de cinco piezas le acompañan otras obras del autor –anteriores y posteriores–, artistas de su entorno y aquellos que le inspiraron, incluyendo varias piezas de arte africano, una de las fuentes fundamentales de las vanguardias del siglo XX. De hecho, la exposición no se ha distribuido de manera cronológica, sino que se ha preferido un enfoque temático y formal. Piezas con preocupaciones similares y con soluciones parecidas son agrupadas, favoreciendo una transversalidad que representa perfectamente la propagación de las ideas. Algunas de ellas, además, se han colocado a la manera de gabinetes de curiosidades y en una misma vitrina podemos ver ídolos de diferentes culturas africanas –Etnia Mumuye o la Sociedad Secreta de mujeres y hombres Bwami– una pequeña pieza de Picasso o un dibujo de Julio González.

En total se han reunido más de 100 obras –entre esculturas, dibujos, pinturas y documentación– procedentes de la propia Fundación así como de más de 20 colecciones de instituciones nacionales donde destacan Reina Sofía, IVAM, Museo Canario, CAAM, Museo Patio Herreriano, Casa África, las fundaciones Apel·es Fenosa, Azcona y Alberto Jiménez Arellano, además de colecciones particulares.

Esta ambiciosa propuesta está comisariada por el crítico y teórico de arte Alfonso de la Torre, que está especializado en las vanguardias abstractas del siglo XX y, más concretamente, en la década de los cincuenta y el grupo El Paso. Además, es autor del primero de los 18 volúmenes sobre la trayectoria de Chirino que se propone editar la Fundación Arte y Pensamiento. Jesús Castaño, director de la Fundación, ha comentado al respecto que “aunque había un catálogo razonado, no se habían acometido estudios más exhaustivos de sus series. Nosotros tenemos la obligación de hacerlo”.

Vista de la exposición donde se pueden apreciar las piezas africanas y de las canarias prehispánicas. Las creaciones de estas culturas sirvieron de inspiración para crear la serie 'Reinas Negras'. Al fondo, 'Homenaje a Julio González'.
Fotografía con anotación autógrafa al dorso. De derecha a izquierda, Manuel Millares. Fred Cohen, Elvireta Escobio, Martín Chirino y Trudy Heisenberg en la casa de Millares, Las Palmas 1955.

Reinas Negras ha sido un proyecto a fuego lento. Según ha contado en la presentación De la Torre, “el encargo se hizo a comienzos de 2016, lo recibí de Chirino directamente. Debíamos empezar por esta serie porque para él ocupaba un lugar especial. Tuvimos muchas conversaciones hasta que nos dejó”. El comisario tiene una relación especial con otros artistas canarios y conoce bien el contexto, pero destaca de Chirino su erudición y su forma de expresarse: “Tenía una manera peculiar de hablar, podía ir de lo primitivo a James Joyce. Era parco en sus palabras, sentencioso, y con ellas podía parar el mundo. Su carácter se refleja especialmente en dos discursos importantes de su carrera: cuando ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y otro en la Universidad de Nebrija”.

Esta exposición, que ha recibido la colaboración de CaixaBank a través de la fundación La Caixa, pone de manifiesto la profunda manera de pensar y hacer de un artista intelectual como Martín Chirino. Su experimentación en esa primera mitad de la década de 1950 abrió camino para todo lo que vino detrás, las vanguardias abstractas que tanto éxito cosecharon en nuestro país. El comienzo de su búsqueda, a medio camino entre la desobediencia a las antiguas normas y el desarrollo de un nuevo canon, quedó fijado en estas Reinas Negras; pero continuó durante toda su vida. Tal y como dijo durante la presentación Marta Chirino –hija del artista y presidenta de la Fundación– cuando citó a Sócrates: «Lo bello es difícil». Héctor San José