Vivian Suter y su conexión con la naturaleza
En el Palacio de Velázquez de Madrid se exhibe hasta el 22 de mayo de 2022 una retrospectiva de la artista argentina de origen suizo Vivian Suter (Buenos Aires, 1949), comisariada por Manuel Borja-Villel y organizada por el Museo Reina Sofía. Para esta gran exposición se han seleccionado alrededor de 5oo pinturas, que incluyen grandes obras sobre papel de la década de los 80 hasta algunas piezas actuales. Suter se formó en la Escuela de Arte de Basilea (Suiza), ciudad en la que vivió desde los 13 a los 22 años y allí durante ese período comenzó a pintar y exponer.
En 1981 Vivian Suter abandonó Europa e inició un viaje personal y artístico a Los Ángeles, más tarde a México y, eventualmente, a Guatemala en tiempos de guerra civil, donde se estableció. Actualmente vive y trabaja en Panajachel, lugar en plena selva guatemalteca cerca del lago Atitlán. Durante varias décadas ha expuesto en varios países: Suiza, México, Canadá, Estados Unidos e Inglaterra, entre otros. Este año ha sido galardonada con el Premio Meret Oppenheim, que reconoce el trabajo que están haciendo personalidades en favor del diálogo cultural dentro y fuera de Suiza.
El lugar que habita en Guatemala ha influido en la evolución de su obra, siempre en conexión en el entorno natural, y eso lo traslada a lienzos coloristas que armonizan con el paisaje tropical de los alrededores de su estudio. Su obra se enmarca en la atmósfera de la pintura abstracta, donde la improvisación artística cobra un gran protagonismo, con el lienzo ocupando el centro de esas referencias a árboles, volcanes o las reservas de aguas cercanas.
En el montaje e instalación de la retrospectiva en el Palacio de Velázquez, Vivian Suter ha tenido en cuenta la singularidad arquitectónica del edificio y de ese modo ha concebido una ruta museográfica donde las telas componen un espacio habitable y reconocible que ayuda a que los espectadores se sientan parte de la exposición. Hay un aire surreal en la forma de disponer los lienzos, casi siempre sin bastidor, que ocupan las paredes, a veces en el suelo o en estructuras de madera apoyadas en el suelo hasta formar un hábitat natural.
Este modo de diseñar el recorrido no menoscaba la autonomía de cada una de las obras de arte, aunque estén en conexión unas con otras, hasta llegar a conformar una especie de ecosistema que evoca experiencias climáticas, sensoriales y emotivas, aunque siempre haya ecos del lugar en el que fueron creadas, con restos de árboles, de agua, barro o restos orgánicos. Por ejemplo, en la nave derecha del Palacio, Suter ha colocado en el suelo algunas obras, junto a otras colgadas de cables, que contienen gran cantidad de materia, mientras en el ala izquierda ha situado las obras más antiguas, de principios de los años 80, hechas sobre papel, plenas de pintura y que son un contraste con las pinturas posteriores.
En casi todas ellas nos recuerda su relación con la naturaleza. Suter es más orgánica y procesual cuando representa las fuertes tormentas tropicales Stan (2005) y Agatha (2010). En esos casos su estudio se inunda y muchos de sus lienzos quedan parcialmente anegados en el fango, los que termina provocando series pictóricas terminadas por el carácter azaroso de los fenómenos naturales. Todos esos procesos han hecho que la naturaleza se haya vuelto un componente creativo fundamental en su práctica artística, hasta el punto de que la artista argentina exponga deliberadamente sus lienzos en el exterior de su estudio, donde se impregnan del viento, la lluvia, el barro, hojas e incluso de pequeños organismos del entorno selvático.
En gran parte de su trayectoria hay un componente mestizo, entre el mundo occidental y en el que vive en Guatemala, no solo en la técnica sino también en la mirada y en la forma de concebir, que terminan de determinar un proceso reflejado en los lienzos, su concepto pictórico y su modo de percibir la naturaleza. Más allá de la figura del artista extranjero seducido por el exotismo, Suter es una forastera que crea un nuevo vínculo con ese entorno medioambienal.