Viaje al subconsciente de la cultura popular con Susan Hiller
La artista conceptual protagoniza la última exposición del Museo Helga de Alvear en Cáceres, Dedicado a lo desconocido, que estará abierta hasta el 20 de octubre. El recorrido comisariado por Andrew Price incluye obras tempranas y tardías en medios tan variados como fotografía, pintura, escultura, vídeo e instalación.
A lo largo de más de cinco décadas, Susan Hiller (1940-2019) ha investigado sobre aquello que escapa de la racionalidad, como actividades paranormales, telequinesis, levitaciones o experiencias colectivas del inconsciente. Para ella, estos eran hechos sociales que están en el subconsciente de la cultura popular y que revelaban que desde que el mundo es mundo la sociedad ha sentido cierta fascinación por los fenómenos inexplicables.
Dedicado a lo desconocido, la primera individual que el Museo Helga de Alvear dedica a la creadora británica, se centra en los rituales, las creencias en la percepción extrasensorial, la escritura automática y la interpretación de los sueños. El comisario Andrew Price consigue, con pocas obras, captar la esencia de más de 50 años de trabajo.
A pesar de la materialidad de sus proyectos artísticos –que van desde la fotografía, la pintura o la escultura hasta el vídeo y la instalación–, la artista conceptual busca lo invisible para la mayoría de las personas. Es el caso de la serie Auras, una colección de retratos procedentes de Internet de personas envueltas en un halo luminoso y diferentes colores que representa su campo de energía personal.
La exposición comienza con medio centenar de estas imágenes a color y termina en una sala con tres retratos fotográficos a mayor escala de la serie, lo que da cuenta de un montaje circular. El trabajo está inspirado en una pintura del artista francés Marcel Duchamp, Retrato del Dr. R. Dumouchel (1910), que hace referencia a esa antigua creencia sobre las auras de las personas. En este caso, el pintor retrata a un doctor con la mano izquierda extrañamente iluminada, que sugiere ese poder curativo que tiene.
Este cuadro parece invitarnos a reconsiderar el potencial de los seres humanos, del mismo modo que hace Hiller en su serie Levitations (Levitaciones), un homenaje a la icónica fotografía Salto al vacío (1960) de Yves Klein. Junto a esta obra de gran formato está colgada una selección de imágenes de Internet que muestran levitaciones similares.
En la misma línea, Psi Girls (Chicas psíquicas) explora el potencial de las mujeres jóvenes y cómo culturalmente se ha asociado con elementos perturbadores como la telequinesis. Una instalación que reproduce fragmentos de cinco películas: La furia (1978), Stalker (1979), Ojos de fuego (1984), Jóvenes y brujas (1996) y Matilda (1996). Cada pantalla está teñida de un color y la sala está sonorizada con un coro, lo que convierte el recorrido en una experiencia absorbente.
Precisamente, muchas de las instalaciones de la artista tienen ese efecto hipnótico. Es el caso de El festín de Baltasar (1983-1984) –que toma el nombre del cuadro homónimo de Rembrandt–, una pirámide formada por monitores de televisión que muestran llamas parpadeantes.
Susan Hiller tenía una curiosa relación con el fuego, pues llegó a quemar muchas de sus pinturas en varias ocasiones. De hecho, el museo exhibe Next (Siguiente, 1986), perteneciente a la serie Relics (Reliquias), donde la autora convertía a cenizas cada año pinturas del periodo y exponía los restos como esculturas.
Sus estudios en Arqueología, Antropología y Lingüística están muy presentes en su producción, pues todo el rato el subtexto de la muestra es la interpretación que la sociedad ha hecho de distintas ideas, creencias, rituales o actividades paranormales, y cómo las ha incorporado a su subconsciente.
Asimismo, su trabajo investiga el modo en que se convierten estas ideas –que en principio están al margen de la vida y la racionalidad– en productos culturales. No es una retrospectiva inmensa sobre la obra de Susan Hiller, pero sí acierta en su elección y recoge lo esencial de ella. Nerea Méndez Pérez