Un picasso repetido, una medalla renacentista y la recuperación del MET
El museo neoyorquino resurge de entre las cenizas de sus maltrechas finanzas (en 2021 registró pérdidas por más de 100 millones de dólares). La reciente donación de 125 millones de dólares por parte uno de sus benefactores, Oscar Tang, se suma al deaccessioning de una escultura de Picasso, valorada en 30 millones, tras el legado de otra idéntica y a la adquisición de una medalla de Gian Marco Cavalli por 23 millones de dólares.
La pandemia ha enriquecido nuestro vocabulario de muchas maneras pero uno de los términos más relevantes que nos ha dejado en el mundo de la cultura es deaccessioning.
Esta expresión inglesa define una transacción mediante la que un museo puede poner a la venta una obra de sus colecciones para recaudar fondos.
El mecanismo ha sido habitual durante décadas, sobre todo en instituciones privadas. Los museos de Estados Unidos han sido los principales beneficiarios aunque, por lo general, solo se permitían esas ventas cuando servían para la mejora de las colecciones. Es decir: vender obra redundante para comprar otra que enriquezca y diversifique el conjunto.
La caída de ingresos de los museos durante las restricciones más estrictas causadas por la COVID-19 vieron en este recurso una opción para poder hacer frente a los gastos de mantenimiento y personal. No obstante, subastar obras maestras para pagar el recibo de la luz rara vez ha sido una idea aplaudida (y en la mayoría de casos era, además, imposible).
Ahora, con la esperanza de que lo peor ya haya quedado atrás, el mundo de la cultura se reactiva y el Metropolitan Museum es un caso emblemático.
Cuando llegó la pandemia, el MET ya se encontraba en una posición especialmente delicada. En 2016 la gestión de su anterior director, Thomas Campbell, provocó un déficit de 40 millones de dólares, además de despidos masivos, y acabó desembocando en su dimisión en 2017.
En 2019, en medio de varios escándalos por la procedencia de las donaciones aceptadas por las instituciones culturales, el museo tuvo que cortar sus lazos con unos de sus principales donantes, la familia Sackler –cuyo nombre fue retirado del ala dedicada al arte egipcio–, relacionada con la crisis por consumo de opioides en la que Estados Unidos aún está sumido.
La COVID-19 golpeó con especial dureza a Nueva York, y el cierre durante meses tuvo como consecuencia que la institución declarase pérdidas por 100 millones de dólares en 2020 y 2021.
Pero 2022 parece que será el punto de inflexión.
La primera buena noticia ocurrió en diciembre del año pasado, cuando se anunció la donación de uno de los miembros del board of trustees, Oscar Tang; 125 millones de dólares que irán destinados, entre otros, usos a la renovación de la colección cubista Lauder (nombrada por la familia de la industria de la cosmética).
Precisamente, Leonard Lauder es el responsable del síntoma de recuperación más reciente. El millonario ha donado uno de los vaciados en bronce de Cabeza de mujer, que es considerada como la primera escultura cubista de Picasso.
Cualquier museo estaría entusiasmado por una cesión como esta, ya que se trata de una pieza fundamental de la historia del arte cuyo valor, de salir al mercado, sería de varios millones de dólares.
30 para ser exactos.
No siempre podemos conocer este dato, pero el MET nos lo ha puesto fácil porque esta es la segunda versión de la misma pieza que entra por sus puertas. En 1995 Florene M. Schoenborn legó una Cabeza de mujer –a cuya ficha ya no se puede acceder desde el buscador de colecciones de la página web del museo– junto con otras piezas de Picasso, Matisse y Giacometti.
Esta duplicidad ha motivado el deaccessioning del primer vaciado y su próxima subasta en Christie’s en mayo, cuando se espera que alcance un precio de 30 millones de dólares.
Como esos beneficios se han vinculado a la adquisición de nuevas piezas, la venta está legitimada. No obstante, podemos cuestionar la ética de la transacción de acuerdo con otras normas: las establecidas por los legados de los coleccionistas.
Desconocemos los detalles de las donaciones con las que Schoenborn benefició al MET, pero aunque la venta de las piezas contenidas no estuviese prohibida expresamente, podemos aventurar que esta va en contra de sus deseos originales.
Se ha decidido pragmáticamente favorecer al coleccionista vivo, Lauder, quien se alegrará de ver intercambiados los nombres en la parte baja de la cartela de Cabeza de mujer donde se hace referencia a la generosidad del donante. Mientras tanto, el museo dará buena cuenta de los 30 millones que espera recaudar.
Un dinero que sin duda necesita, ya que también ha anunciado la segunda adquisición más cara de su historia (la primera tuvo lugar en 2004 cuando desembolsó 45 millones de dólares por Virgen con el Niño de Duccio di Buoninsegna).
Se trata de un medallón atribuido a Gian Marco Cavalli (Viadana, Mantua, ca. 1450, ca. 1510) comprado a la galería Daniel Katz –uno de los anticuarios más importantes del mundo– por 23 millones de dólares.
La pieza representa a Venus, Marte y Eros a la izquierda de la escena y a Vulcano trabajando a la derecha y el MET ya había intentado hacerse con ella en 2003. De hecho, fue una de las obsesiones de James David Draper, conservador de escultura europea del museo, quien lo llamó «el bronce Renacentista más interesante en aparecer en el mercado en años».
Cuando se subastó hace casi dos décadas se adjudicó por algo más de siete millones de libras a un principe Qatarí, Sheikh Saud al-Thani. El Estado británico trató de impedir la venta y sumar la medalla a sus colecciones públicas, pero no consiguió reunir la cifra.
Al-Thani falleció en 2014 y el cavalli cambió de manos en 2019. El año pasado el nuevo propietario solicitó el permiso de exportación con un precio de 17 millones de euros y esta vez no hubo intento de compra pública.
Además de la donación que hemos mencionado de Oscar Tang, el MET también fue beneficiario del testamento de Draper, gracias a cuyo aporte económico se ha sufragado la mayor parte de la adquisición por 23 millones de dólares.
Aunque haya sido en un periodo de 20 años, lo cierto es que la revalorización de la medalla ha sido excepcional, de casi un 350%. Esta «fuga» de Reino Unido de una obra maestra puede que sea un incentivo para el estado a la hora de reunir fondos para próximas adquisiciones.
Si el factor tiempo es algo tan determinante en el futuro –algo posible, pero no sabemos cómo de probable, ya que venimos de unos años de incrementos enormes– cualquier sacrificio hoy podría justificarse por el miedo a una revalorización millonaria.
Y ahora, más que nunca, el Royal Council –la entidad que garantiza o deniega las exportaciones en suelo británico– debe de estar considerando ese hipotético escenario, ya que la última obra que ha paralizado es la más cara de su historia.
La distinción es para el retrato de Joshua Reynolds titulado Omai, para el que las autoridades deberán reunir 50 millones de libras antes del 10 de julio o verlo partir hacia el extranjero.
Aunque nos encontramos en un momento complejo económicamente, los incentivos de los bancos centrales han permitido en muchos casos compras muy relevantes por parte de instituciones públicas.
Esta obra pondrá a prueba la extensión de esta bonanza-recuperación del sector público, mientras que el privado, al menos en el MET, ya se ha confirmado. Héctor San José.