Un museo americano con firma española

Un museo americano con firma española

Alberto Campo Baeza y Miguel Quismondo firman el nuevo Robert Olnick Pavilion de Cold Springs, una extensión de Magazzino Italian Art situado a orillas del Hudson y concebido hace seis años por el segundo autor. La presencia de estos y otros nombres nacionales en proyectos culturales extranjeros –como el Rijksmuseum o el Museo de Munch– demuestra el buen momento de los arquitectos españoles.

Vista exterior del nuevo Pabellón Robert Olnick de Magazzino en Nueva York. Fotografía: William Mulvihill, imagen cortesía de MQ Architecture.

Cuando Miguel Quismondo construyó en 2017 Magazzino Italian Art en Cold Springs fue todo un hito. Era el primer español en firmar un museo en Nueva York, trabajo por el que por cierto obtuvo el Premio de Honor del American Institute of Architects (AIA). La confianza que puso entonces el matrimonio formado por Nancy Olnick y Giorgio Spanu sobre el madrileño, sirvió para que ambos hicieran realidad su sueño de mostrar al público americano la colección de arte povera que habían adquirido con los años.

Aquella iniciativa funcionó tan bien y tuvo tan buena acogida entre los visitantes neoyorquinos, que hace tan solo unos meses ha tenido que ampliar su superficie, inaugurando un nuevo pabellón (de nuevo construido por Quismondo, en colaboración con Alberto Campo Baeza).

Se trata del Robert Olnick Pavilion y está destinado a acoger la colección de cristal de Murano de la pareja Olnick y Spanu, además de exposiciones temporales y actividades educativas del museo.

La presencia de este edificio firmado por ambos autores españoles supone añadir una muesca más al éxito patrio en Nueva York. Y, aunque resulte difícil, nivelar un poco la balanza con el omnipresente Renzo Piano, responsable de las ampliaciones del Whitney y de la Morgan Library de esta misma ciudad.

Ubicado a orillas del Hudson, este nuevo pabellón viene a completar el proyecto iniciado por Quismondo hace seis años, cuando diseñó un museo discreto y silencioso capaz de funcionar como el perfecto continente para las obras de arte. “Que no destaque”, manifestó entonces el arquitecto, en un intento por respetar al máximo tanto el entorno como la colección.

El nuevo edificio aprovecha la colina y su desnivel, así como la vegetación del entorno. Fotografía: William Mulvihill, imagen cortesía de MQ Architecture.
La colina ha permitido a los arquitectos Campo Baeza y Quismondo jugar con diferentes niveles. Fotografía: William Mulvihill, imagen cortesía de MQ Architecture.

Si la primera vez tuvo que adaptarse a un antiguo edificio industrial de los años sesenta, en esta segunda ocasión tampoco ha partido de cero. Precisamente porque ha aprovechado el concepto desarrollado en 2017, sus materiales –vidrio y hormigón–, e incluso su jerarquía a la hora de organizar los espacios. “Está pensado para reflejar el sencillo diseño del edificio existente”, explica a ARS sobre la obra más reciente.

Una de sus principales preocupaciones era conseguir una conexión con la construcción aneja y con el propio entorno, de manera que permitiese la circulación entre ambos edificios. Algo que Campo Baeza –su mentor– y él han conseguido.

“Trabajar nuevamente con él ha sido una experiencia maravillosa. Nos conocimos hace 20 años, cuando trabajé en su oficina en la Casa Olnick Spanu. Siempre ha sido un apoyo, alentando mi propia carrera. Trabajar ahora a su lado ha sido gratificante, inspirador y edificante”.

¿Pero en qué ha consistido exactamente este Magazzino II? El nuevo pabellón tiene dos alturas y es un edificio rectangular fabricado en hormigón armado. Los arquitectos han querido concebir cada planta de manera independiente, porque así funciona en la práctica.

El piso superior, que parece mirar al exterior y los jardines circundantes, acoge la cafetería, mientras que la planta baja tiene una concepción más intimista, centrada en el interior y las salas de exposiciones (a las que se accede mediante una modesta entrada que parece tallada en la pared).

La zona de mayor impacto la encontramos justo en el centro, donde un cubo isotrópico perfecto está perforado en cada plano por una ventana en una esquina. Es un espacio donde la luz solar está presente durante todo el día. “Está claramente señalizada en el exterior como un faro o una bandera que reclama la atención para el campus de Magazzino”, remarca Quismondo.

Lo que le diferencia con la construcción anterior es su decidida apuesta por hacerse notar. Pues si la primera intentaba crear un fondo silencioso, un mero contenedor de piezas casi; esta segunda quiere incidir en la idea de un espacio horadado por la luz.

Interior del pabellón, concebido en torno a un cubo isotrópico.

El Robert Olnick Pavilion se inauguró el 15 de septiembre y apenas tiene cuatro meses de vida pero ya cuenta con varios premios, entre ellos el Architecture MasterPrize en la categoría de Cultura. Un nuevo éxito español en el extranjero que se suma a otros casos relevantes como el Estudio Cruz y Ortiz, que hace una década completó la ampliación del Rijksmuseum de Ámsterdam. O más recientemente Juan Herreros, quien ha diseñado el moderno Museo de Munch en Oslo, uno de los proyectos preseleccionados para el Premio Mies van der Rohe 2024. Sol G. Moreno