Traicionado por sus sonrisas: Frans Hals en la National Gallery
El maestro holandés protagoniza la primera monográfica internacional en tres décadas en el museo londinense. Cerca de cincuenta retratos, procedentes en buena medida de colecciones particulares, trazan un recorrido por la trayectoria de Hals. Podrá visitarse hasta el 21 de enero.
Una hilera de caras recibe al visitante en la exposición monográfica que la National Gallery dedica a Frans Hals (1582/84-1666): The Credit Suisse Exhibition: Frans Hals. El artista nacido en Amberes se asentó en Haarlem, donde se tienen las primeras noticias de su actividad como pintor en 1610. En ese año, tenía ya un taller y un estilo que, aunque carecía de la soltura que le caracterizaría más adelante, ya era perfectamente reconocible.
Nada se sabe de producciones anteriores en su juventud. El Frans Hals que redescubrió Theophile Thore –quien hizo lo mismo con Vermeer– en el siglo XIX, es uno completamente formado.
La caída en el olvido tras su muerte pudo tener que ver con uno de los rasgos más característicos de su obra: se atrevió a reflejar la alegría descontrolada, la risa, en sus modelos. Lo que hoy nos parece tan refrescante, en su época estaba desaconsejado por el decoro.
«En lo plástico estaba a la altura de los mejores. Su pintura es suelta, ágil. Da la impresión de que debió conocer la obra de Velázquez. Pero nunca se interesó por los considerados en el momento como los grandes temas. El drama trágico de la experiencia humana no está presente en Hals», comentó Gabriele Finaldi, director de la National Gallery.
Esa preferencia por la levedad del ser se cargó también con acusaciones de alcoholismo basadas, principalmente, en que muchos de sus retratados portan copas de vino. En cualquier caso, es complicado culpar a nadie por crear historias al ver las obras de Hals.
Como dijo en la presentación el comisario de la muestra, Bart Cornelis, conservador de pintura holandesa y flamenca de la National Gallery: «En cuanto ves a estos personajes crees que les conoces a todos. Es inmediato».
La propia exposición, al agrupar las obras por temática y en sucesión, lleva al visitante a un estado de análisis que desemboca en un intento de diagnóstico psicológico no solo de los efigiados, sino del propio Hals. Pensamos, claro está, en cómo debió ser aquel hombre de profesión seria, en una ciudad seria y en un siglo serio, que prefirió la comedia.
Aunque no hay que exagerar, el efecto Kuleshov no solo aplica al cine y lo cierto es que hay muchos y excelentes retratos por encargo que se ajustan más a la normalidad del siglo XVII holandés.
La exposición nos brinda oportunidades únicas, ya que entre los préstamos se encuentran Banquete de los oficiales de la guardia civil de san Jorge, procedente del museo del pintor y que no había abandonado Haarlem desde finales del 1600.
También están presentes varias parejas reunidas por primera vez desde hace siglos, como los retratos de Stephanus Geraerdts –procedente del Real Museo de Bellas Artes de Amberes– e Isabela Coymans –actualmente en una colección particular– o los de Michiel de Wael –Museo de Arte Taft, Cincinnati– y Cunera van Baersdorp (colección Susan y Matthew Watherbie).
La muestra recorre todo el espectro de la producción de Hals. Como el Retrato de Isaac Abrahamsz Massa, procedente de la Colección Devonshire en Chatsworth, con una precisión extrema en detalles como las mangas doradas del que fue un exitoso comerciante y diplomático. Un estudio reciente ha permitido desvelar dos cabezas ocultas bajo el fondo negro que quizá daban un sentido alegórico al cuadro relacionado con la envidia.
Massa se había granjeado la antipatía de sus competidores, que daban por hecho que se aprovechaba de su papel de embajador interino para sus negocios. A pesar de lo rompedor de la composición –o probablemente a causa de ello mismo– es posible que fuese el propio Hals quien ocultase las dos cabezas.
También destaca el Retrato de Willem van Heythuysen –Pinacoteca antigua de Múnich– por lo poco habitual de una composición de cuerpo entero en la pintura holandesa. O también, la desafiante pose de la mencionada Cunera van Baersdorp, la única mujer que adopta el altanero gesto de la mano en la cadera y el codo en escorzo reservado para los hombres. Como dijo Bart Cornelis: «Ella también está al mando».
Pero son dos salas las que roban especialmente la atención: la que cierra el recorrido –en la que se ve el extremo de soltura que alcanzó Hals al final de su carrera. En esos lienzos se definen fondos, ropajes e incluso manos con unas escasas y cortas pinceladas– y la titulada Personajes inventados.
En ocasiones, los comitentes de los retratos, ya fuese por amistad con el artista o por afinidad con su sentido del humor, se prestaron a transgredir las normas del decoro. Pero la experimentación se da realmente en esos «personajes inventados».
Esas pinturas fueron probablemente creadas sin un encargo previo. Son jóvenes tocando instrumentos musicales, bebiendo o, simplemente, en actitudes relajadas y divertidas, como el excelente El tocador de laúd (Museo del Louvre).
El emparejamiento que hace la National Gallery de Joven mujer (La Bohémienne) con Chico pescador es muy elocuente al señalar los diferentes sentidos de sonrisas similares con los dientes visibles: ella es atrevida y tiene un escote que apunta a que se puede tratar de una prostituta; él es un chico simple e inocentón.
Pero también hay un término medio. Dos obras se encuentran entre lo imaginario y lo real, ya que sin ser encargos y contando con elementos simbólicos, son retratos de personas reales. Aunque quizá la palabra «personajes» sea más apropiada.
Él se trata probablemente de Pieter Verdonck y era famoso en Haarlem por su lengua afilada, su ingenio y la manera que tenía de «agredir» con su don a aquellos que se lo merecían. Por eso, Hals le representa blandiendo una quijada como la que usa Sansón contra los filisteos en la Biblia. Ella es Malle Babbe (La chiflada Babbe) –Gemäldegalerie, Berlín– una mujer que quizá tuvo problemas de salud mental y el pintor la convirtió en la personificación de la falta de seriedad.
En definitiva, The Credit Suisse Exhibition: Frans Hals en la National Gallery es un recorrido por la obra y la personalidad de un creador fascinante. La primera oportunidad en 30 años de poder apreciar en conjunto la calidad que fue olvidada durante dos siglos y que sitúa al artista entre los grandes nombres del Barroco.
La exposición se ha organizado en colaboración con el Rijksmuseum de Ámsterdam, museo que visitará tras su clausura en Londres el 21 de enero. Allí el comisario será Friso Lammertse, conservador de pintura holandesa del siglo XVII. A continuación, también viajará a la Gemäldegalerie de Berlín, donde la comisaria Katja Kleinert explorará la influencia de Hals en sus contemporáneos. Héctor San José.