Tosquelles, el ‘sanador’ de las instituciones mentales
El Museo Reina Sofía recupera la figura de este psiquiatra español que trabajó para que los lugares que acogían a enfermos con patologías psíquicas fuesen centros de trabajo, colaboración social y difusión cultural. La muestra, organizada junto al Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), se compone de casi 700 piezas entre pinturas, fotografías, vídeos y mucha documentación inédita.
La primera mitad del siglo XX está plagada de tiempos convulsos para Europa. La Gran Guerra primero, seguida de nuestra Guerra Civil española, el ascenso del nazismo en Alemania y la Segunda Guerra Mundial después, dejaron una sociedad mermada psicológicamente, herida de muerte y sumida en un pesimismo difícil de superar.
En ese contexto de deshumanización radical, las instituciones mentales se perfilaban como el único lugar donde alojar a los enfermos con neurosis o patologías psíquicas, pero también a los heridos del alma, derrotados en sus ilusiones por batallas perdidas. Aquí fueron a parar, en algún momento, el escritor Tristan Tzara y los pintores Paul Éluard o Auguste Forestier (precursor del art brut, según Dubuffet).
Fueron décadas en las que el estudio de la mente humana, el psicoanálisis y el inconsciente dominaron prácticamente todos los ámbitos, no solo el médico –con Freud y Lacán a la cabeza–, sino también el político, el social y el cultural (el Surrealismo fue su mejor defensor).
En ese contexto vivió Francesc Tosquelles (Reus, 1912 – Granges-sur-Lot, 1994), médico español a quien el Museo Reina Sofía dedica una amplia exposición. Como una máquina de coser en un campo de trigo relata, a través de centenares de piezas, la singular trayectoria de este psiquiatra, precursor de la psicoterapia institucional e introductor del psicoanálisis en España.
En realidad esta es la tercera parada de la exposición, tras su paso por Les Abattoirs de Toulouse y el CCCB de Barcelona. El centro de arte madrileño toma el testigo con un recorrido que «apenas varía con respecto a su versión barcelonesa». Cerca de 700 obras de toda índole ayudan a dibujar la figura de un profesional que transformó los centros mentales durante la República española y, que más tarde, emigró a Francia para desarrollar prácticas revolucionarias con sus pacientes. «Hay que curar las instituciones», decía; por eso se pasó más de seis décadas trabajando para sanar a la comunidad médica –civil o religiosa– que en aquellos años cuidaba de los enfermos. Su legado fue humanizar la locura y dignificar los lugares que estos habitaban.
La muestra que ahora recala en Madrid es fruto de un proyecto de investigación de cuatro años liderado por la crítica literaria y profesora de Universidad Joana Masó, junto al crítico de arte y docente Carles Guerra. Su título parte de una frase del conde de Lautréamont –»Bello como el encuentro fortuito de una máquina de coser con un paraguas sobre una mesa de disección»– que Tosquelles solía utilizar para resumir la vanguardia psiquiátrica catalana de los años 30, aunque algo modificada, ya que situaba esa máquina de coser «en un campo de trigo».
Las 11 salas que componen el recorrido acompañan al visitante en un itinerario que cubre toda la trayectoria profesional del autor; desde sus primeros años en su ciudad natal durante la República hasta sus prácticas desarrolladas en el frente de Extremadura, su exilio a Francia o su labor en la Hospital de Saint-Alban.
Desde el principio Tosquelles consideró que la psiquiatría y la política debían ir de la mano. De hecho, militó en el Bloque Obrero y Campesino (BOC, en sus siglas en catalán) y siempre defendió sus ideas marxistas. «Fue alguien que llevó a cabo experiencias de vanguardia artística, social y política», insiste Joana Masó.
Esto le obligó a exiliarse a Francia y a recalar en un primer momento en la comuna de Septfonds, dentro del Camp de Judes, «que no era exactamente un centro de acogida, sino más bien un campo de concentración», matiza Carles Guerra. Y también aquí creó una unidad de psiquiatría ayudado de un guitarrista y un pintor.
Finalmente, desarrolló su carrera en un centro experimental de cuidados en el Hospital de Saint-Alban, lugar de refugio y acogida de exiliados intelectuales que convivían junto a internos, campesinos, médicos y enfermeras. Aquí coincidió con pintores como José Roa, Martí Aley o Josep Ponti, cuyas obras están presentes en el recorrido, junto a otras tantas de Dalí, Miró, Michaux o Brassaï.
Su labor como director de este hospital es el núcleo central del recorrido, quizá porque es allí donde se concentraron sus mayores logros. Masó explica que cuando el médico llegó al país vecino, en los manicomios todavía se practicaba la «muerte dulce: daban de comer a sus pacientes justo por debajo del mínimo necesario».
Tosquelles eliminó por completo estas prácticas. Trabajó para convertir su hospital en un centro autogestionado, donde los profesionales estaban debidamente formados para tratar a sus pacientes, y estos tenían capacidad de trabajar y generar ingresos. Todo ello fomentó un ambiente donde se promovía además la cultura y diversas prácticas artísticas.
Como una máquina de coser en un campo de trigo podrá verse hasta el 27 de marzo de 2023. Después, iniciará su último viaje a Nueva York, en el American Folk Art Museum. Sol G. Moreno