Se trata de la incorporación más importante de una pintura renacentista que el museo neoyorquino recibe en más de medio siglo y de la primera efigie de una mujer del siglo XVI con la que cuenta entre sus fondos.
Se trata de la incorporación más importante de una pintura renacentista que el museo neoyorquino recibe en más de medio siglo y de la primera efigie de una mujer del siglo XVI con la que cuenta entre sus fondos.