Río Bravo, el limbo fotográfico de Felipe Romero Beltrán
Bravo, la propuesta con la que el autor colombiano se hizo con el KBr Photo Award, se expone en el centro de fotografía KBr de Fundación MAPFRE hasta el 18 de mayo. Una muestra documental llena de poética que reúne más de 50 imágenes y su proyecto audiovisual titulado El cruce.
El río es “Grande” o “Bravo” dependiendo de en qué margen nos ubiquemos. Para unos se trata de un límite geográfico sobre el que cimentar sus fantasías de poder; mientras que para otros, es un lugar de tránsito donde la vida se convierte en espera. Felipe Romero sitúa su cámara en ese limbo geográfico, político e identitario al centrarse en un tramo concreto de dicho río, en los alrededores de la ciudad de Monterrey.
Entre 2021 y 2024 realizó un retrato de este sin necesidad de que apareciera en las instantáneas de manera explícita. En su lugar, el autor captó los cuerpos, los interiores austeros y los paisajes llenos de heridas que dan forma a esa frontera natural entre México y Estados Unidos.
Romero Beltrán inició de esta manera Bravo y lo presentó a la segunda edición del KBr Photo Award. Fue la propuesta ganadora, por eso ahora se muestra en el centro de fotografía KBr de Fundación MAPFRE, en una exposición que podrá visitarse hasta el próximo 18 de mayo. Y, aunque es un proyecto que posee un marcado carácter documental, las imágenes poseen también elementos pictóricos e incluso performativos.
En el primer capítulo de la muestra, “Cierres”, los interiores de las casas se convierten en espacios insulares donde encerrar a sus habitantes. La esquina que surge de un frigorífico empotrado en la cocina o el límite entre dos paredes que se juntan en el baño también son fronteras. Lo mismo ocurre con los bordes exteriores de una vivienda o un camino asfaltado que encuentra su final en el río.
La pesadez de las rocas que encontramos distribuidas por los interiores que Romero Beltrán fotografía, deja paso a la gravedad de los cuerpos en la sala contigua. Encarnan la resistencia, el agotamiento y la esperanza de la experiencia migratoria. Con estas imágenes, el fotógrafo busca mostrar de una manera muy particular todo aquello que precede a la entrada a Estados Unidos, así como las historias personales de cada personaje anónimo que se plantea cruzar (lo haga finalmente o no).
El medio centenar de instantáneas aquí presentes se completa con un audiovisual –El cruce– donde el artista se plantea si se puede definir la frontera en relación con su único propósito: cruzarla. De este modo, revela la ambigüedad de los límites y cómo al transgredirlos, desaparecen.
El recorrido en vídeo muestra un bautizo protestante en el que el pastor se adentra hasta la mitad del río para bautizar a migrantes que se disponen a atravesarlo. En otro canal, vemos un concurso de pesca entre México y Estados Unidos que se celebra en una de las presas construidas para controlar el caudal. También contemplamos a una persona nadar apaciblemente en sus aguas, totalmente ajena a las connotaciones del lugar; o a otra recogiendo la ropa mojada que dejan quienes cruzan el río para venderla después.
Además, el fotógrafo realiza una serie de entrevistas a migrantes para registrar la modificación de las palabras durante el trayecto desde sus países de origen hasta el norte de México. “Dinero”, “feria”, “pisto”, “plata”, “money” o “argent” son algunos de los términos que se escuchan en la misma orilla, delatando no solo las brechas lingüísticas, sino también una cierta amnesia colonial.
Esta exhibición coincide en el Centro KBr con la primera monográfica de José Guerrero, en la que sus paisajes –al igual que hace el río Bravo– dejan por el camino heridas tanto geográficas como emocionales. Nerea Méndez Pérez