REALISMO SOCIALISTA Y EL VIAJE INSPIRADOR EN EL MUSEO RUSO DE MÁLAGA
Hace poco más de un año el Museo de Arte Ruso de San Petersburgo/Málaga, impulsado por el Ayuntamiento de Málaga, dedicó su gran exposición a la dinastía Románov y la temporal a Kandinsky y Rusia, que luego fue sustituida por la de los Jawlensky. Las tres tuvieron gran éxito y atrajeron a miles de visitantes. A partir de hoy renuevan sus salas con tres exposiciones de gran interés: la anual, titulada Radiante porvenir. El arte del realismo socialista; la temporal La mirada viajera. Artistas rusos alrededor del mundo; y una muestra dedicada a un pintor inconformista de la segunda mitad de siglo XX como Mikhail Shvartsman en el Espacio 3. Las tres exposiciones han abierto hoy sus puertas, comisariadas por Evgenia Petrova, directora artística del Museo de Arte Ruso de San Petersburgo, que en la presentación de las muestras desveló que a partir de septiembre de 2018 se presentará una gran exposición en Málaga sobre Kazimir Malévich, que incluirá 60 obras, de las más de 231 (101 pinturas y 130 dibujos y grabados) que actualmente posee el Museo de Arte Ruso de San Petersburgo.
El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, se mostró satisfecho de la evolución de la instalación en Málaga del Museo de Arte Ruso de San Petersburgo desde hace casi tres años y anadió que los ricos fondos permitirán en los próximos años seguir disfrutando de las colecciones que atesora. Por su parte Vladímir Gusev, director del Museo Ruso dijo que la colaboración está siendo muy fructífera y que desea que esta nueva propuesta artística sea tan bien recibida como las anteriores, algo en lo profundizó José María Luna, director del Museo en Málaga, porque la posibilidad de rotar los fondos artísticos anualmente es una oportunidad dada la innegable calidad de las obras. Y remarcó que ahora son tres propuestas diferentes que van a sorprender: desde el arte oficial del realismo socialista a la mirada viajera de los siglos XIX y XX o las piezas de Shvartsman, un artista inclasificable que estuvo casi prohibido durante los años 60 y 70.
La muestra anual, que permanecerá abierta hasta febrero de 2019, Radiante porvenir, centrada en el período 1930-1950, refleja cómo el régimen totalitario soviético quiso proyectar a los ciudadanos una iconografía propagandística muy ideologizada e impregnarles del espíritu del socialismo a los ciudadanos rusos en una época donde el lenguaje pictórico estaba muy supeditado a las directrices de los líderes del Partido Comunista. Los artistas debían componer iconografías que fueran comprensibles para grandes masas de población, fomentando el orgullo de pertenencia a un estado fuerte y próspero que quería celebrar la victoria de un régimen socialista y hacerlo visible para sus ciudadanos.
Como contraposición al constructivismo y a otros estilos de vanguardia que se desarrollaron después de la Revolución Rusa, a mediados de los años 30 optaron por un lenguaje realista, basado en el estilo pictórico de finales del siglo XIX y XX, destacando pintores como Aleksandr Guerásimov y Vasili Yefánov. Fueron unos años de cultivar los retratos de los líderes comunistas y militares para inmortalizar momentos solemnes y, sobre todo, crear y mantener el culto a la personalidad de Stalin y de otros prohombres de la patria evocados como revolucionarios y amigos del pueblo.
Muchas de las piezas pictóricas también ensalzaban el universo del trabajo con ejemplos de la industrialización del país y los logros de la colectivización, poniendo en el centro a los obreros y campesinos koljosianos, sin olvidar a los militares de tierra o de mar para celebrar los éxitos de las fuerzas armadas soviéticas y en última instancia aumentar el prestigio del Ejército Rojo.
Todo este movimiento reflejado en la pintura y la escultura, junto a otras formas de comunicación diseñadas por el Partido Comunista, constituyó un aparato de propaganda para ilusionar y movilizar a los ciudadanos. En el recorrido se pueden ver imágenes de la juventud, la importancia del deporte con un claro sentido ideológico como vanguardia del futuro del país porque estaban gestando la creación de un hombre nuevo, dotado de un cuerpo perfecto y un espíritu potente. Las composiciones de Aleksandr Deineka y Aleksandr Samojválov lo reflejan muy bien con esos ecos neoclásicos.
En el conocido realismo socialista se abordaron todo tipo de géneros y gran variedad de temas pero con un hilo conductor común: fidelidad ideológica, apoyada en el sentido del espectáculo, potente relato y fuerte didactismo. Era un arte dirigido a las masas y proyectaba la utopía comunista. Supuso una especie de filtro para intentar que los receptores del mensaje estético percibieran la realidad en un sentido concreto. En muchas de las obras plásticas creadas pueden verse la maestría compositiva, el talento y el dominio del color, porque también supieron plasmar los deseos colectivos de las personas en un país que siempre aspiró a la justicia, a que hubiera abundancia y a fragmentos de belleza que muchos de ellos no pudieron disfrutar.
La mirada viajera como inspiración
La exposición temporal La mirada viajera. Artistas rusos alrededor del mundo, que permanecerá abierta hasta septiembre, reúne un conjunto de obras que tienen en común la importancia del viaje en la conformación de una percepción del mundo y cómo esa riqueza fue abriendo la mente y encendiendo su creatividad. En Rusia, más si cabe que en otros países europeos, los estudiantes de arte estaban muy limitados y se ceñían al arte antiguo y del Renacimiento, junto a imágenes de estatuaria clásica, arquitectura y paisajes, muchas veces recogidos en publicaciones.
A mediados del siglo XIX ese corsé y la excesiva regulación comenzó a cambiar y permitió que los artistas comenzaran a elegir los motivos, el tipo de lenguaje artístico y la posibilidad de viajar y vivir en otros países como así lo hicieron grandes pintores como Karl Briulov, Silvester Schedrin, Aleksandr Ivánov, entre otros, que crearon sus mejores lienzos en Italia, un país meridional que les impulsó a mirar de otro modo y a captar peculiaridades de aquello que veían en un espacio diferente.
En la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX los artistas rusos se sintieron en Rusia más libres, incluso recordando lo visto en viajes por otras latitudes europeas (Italia, Francia, Alemania o Suiza, entre otros), norte de África (Marruecos), algún país asiático (China) o Estados Unidos. Y así vemos Violetas de Niza (1902), una obra de Joseph Krachkovsky; París y los parisinos, (1920) de Clement Redko; Traslado de una alfombra santa en El Cairo (1876) de Konstantin Makovsky; o la visión de los Estados Unidos, de mediados de los años 30 del pasado siglo, de Alexander Deineka, con los rascacielos, hermosas avenidas y automóviles de Filadelfia, son solo algunos ejemplos de artistas viajeros.
El Espacio 3 acoge una docena de obras de Mikhail Shvartsman (1926-1997), un autor de culto para algunas generaciones de rusos porque no fue de fácil acceso por estar prohibida la exhibición de sus composiciones en la época soviética y porque nunca le atrajo gozar de la popularidad de los aficionados al arte. El creador de Luna llena (1972) tenía un reducido círculo de discípulos, con los que mantenía un rol de maestro y filósofo.
Mikhail Shvartsman sabía interpretar el mundo de un modo personal, y lo hacía con profundidad para desarrollar un lenguaje artístico innovador que le granjeó respeto en un momento difícil. Su obra fue una alternativa al arte oficial de la Unión Soviética y al arte conceptual imperante, a través de un nuevo estilo de Gran Arquitectura, como denominaba a sus propias ideas pictóricas. Con la apertura experimentada por la caída de la Unión Soviética la obra de Shvartsman, caracterizada por un complejo y sutil mundo espiritual, se comenzó a descubrir poco a poco y a ese ecosistema se fueron acercando artistas y personas atraídas por su singularidad. Como el propio artista decía: “Para entender mi trabajo no hace falta mucho, solo un corazón abierto y confianza”. Julián H. Miranda