NUMERO 63, JULIO-SEPTIEMBRE 2024

35,00 

En el estudio de Palomo Spain; un nuevo Miguel de Pret; entrevista a Manuel Segade; Jeleff-Daroux, coleccionar en familia; dinastías en el MARQ; una mirada revisionista en el Thyssen; Martha Jungwirth; Ecologías de la Paz; un apostolado de Sebastián Martínez Domedel en el Prado; una nueva naturaleza muerta de Josefa de Ayala; la ‘Inmaculada’ de Francisco Antonio Gijón; museo del Barroco de Cataluña; portfolio de Tiff Massey.

Descripción

LINDA CUSTARD

Fue Mark Roglán el primero que me habló de Linda Custard. Contaba en sus frecuentes viajes a Madrid que las compras para el museo de Dallas siempre tenían que aprobarse en el Patronato por un procedimiento un tanto pintoresco pero muy efectivo. Él como director proyectaba el cuadro, dibujo o escultura en una pantalla y defendía las razones por las que debía incorporarse a la colección. Una vez que acababa, los miembros levantaban la mano si estaban dispuestos a poner el dinero necesario para la adquisición. Si eran varios se repartía entre ellos. Si era uno solo, él pagaba la compra en su totalidad. «Así cualquiera», le decía yo. «No creas», respondía, «hay veces que cuando tengo verdadero interés, debo esperar a que Linda no falte a la reunión». Ella nunca fallaba. Le bastaba el criterio de Mark.

Así las cosas, en la única visita que hice a Dallas pude conocer a Linda. Cuando me presentaba a otros miembros del Patronato o benefactores del museo, siempre decía el nombre y el dinero que daban al año. Como me parecía de mal gusto, le dije que en Europa eso no se hacía. «Pues aquí sí: a ellos les gusta y a nosotros mucho más». Así cualquiera, pensé de nuevo. No debía ser fácil negarle nada a una señora que siempre va por delante.

En uno de sus últimos viajes –ya estaba Mark muy enfermo– me contó que los Custard –siempre inseparables Bill y Linda– habían decidido dotar con tres millones de dólares a un instituto, dentro de la Fundación Meadows, para apoyar la adquisición y estudio del arte español en la ciudad texana. Por esa razón y por sus 15 años presidiendo el consejo asesor del museo hasta este mayo pasado, ha recibido el Premio a la mejor Donación.

El resto de los galardonados aparecen en estas páginas. Todos se lo han ganado pero aunque fue su sucesora, Stacey McCord, quien lo recibió, era justo este recuerdo a Linda. Solo nos queda ir a Dallas e intentar convencerla de que, de vez en cuando, vuelva a España. Su amor por nuestro país y arte lo merecen.

Por Fernando Rayón

 

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