PESSOA Y EL ‘SENTIR’ DEL MODERNISMO PORTUGUÉS
El Museo Reina Sofía y la Fundación Calouste Gulbenkian han organizado la exposición Pessoa. Todo arte es una forma de literatura, comisariada por Ana Ara y por el subdirector del Reina Sofía, João Fernandes, que abre la temporada 2018 del museo madrileño sobre la vanguardia portuguesa que se desarrolló sobre todo en las primeras décadas del siglo XX, y en la que intervino hasta su muerte el poeta y narrador Fernando Pessoa (1888-1935), una voz polifónica en la literatura mundial del pasado siglo, que intervino activamente tanto en sus escritos como en sus relaciones personales en el modernismo portugués de ese período. La vanguardia artística en Portugal tuvo alguna característica diferenciadora porque no siguió literalmente lo que se creaba en otras latitudes, aunque conocían perfectamente los nuevos lenguajes y movimientos que se gestaron en París durante las tres primeras décadas del siglo pasado.
En la presentación de la muestra, que cuenta con el patrocinio de la Fundación EDP y la colaboración de la Embajada de Portugal, han intervenido los dos comisarios, la conservadora del Museo Gulbenkian, Ana Vasconcelos, y el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel. Además se han organizado actividades paralelas: un ciclo audiovisual de Pessoa y el cine, del 18 al 28 de abril; y un ciclo de tres encuentros bajo el título Pessoa: historia breve del arte moderno, que se celebrarán el 7 de febrero, el 7 de marzo y el 4 de abril.
Fernando Pessoa es una voz llena de matices en el universo portugués de la segunda y tercera década del pasado siglo. Además de sus registros como poeta y narrador, el autor de El libro del desasosiego desarrolló una teorización estética que analizó la irrupción de la modernidad en Portugal que dio como resultado una poliédrica ventana de vanguardia, tanto en artes plásticas, como en teatro y literatura. La teoría poética de Pessoa se articuló en una serie de tres istmos: paulismo, intereseccionismo y sensacionismo, que le sirvieron al poeta para proponer tres modos de abordar la sensación.
La muestra reúne más de 160 obras de arte, entre pinturas, dibujos, fotografías de 20 artistas de ese período histórico, entre los que destacan José Almada Negreiros, verdadero dinamizador de la escena portuguesa, Amadeo de Souza-Cardoso, Eduardo Viana, Sarah Alfonso y Júlio Dos Reis Pereira, entre otros, y una gran variedad de documentos: libros, revistas, manifiestos, carteles, que proceden de numerosas instituciones como la Fundación Gulbenkian, que ha prestado casi 60 obras, la Biblioteca Nacional de Portugal o el Centre Pompidou de París, entre otros prestadores públicos y privados.
La dimensión de Fernando Pessoa en la cultura portuguesa y europea se ha ido agigantando con el tiempo porque más que un autor constituye toda una literatura, aunque publicó muy poco en vida, tan solo un libro y muchos escritos en revistas de creación poética. En esa interacción del arte portugués con el panorama internacional, adquiere una importancia decisiva el quehacer literario y artístico de Pessoa y sus heterónimos, una serie de autores ficticios creados por él y en lo que cabría destacar a Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos y Bernardo Soares, los más conocidos entre los casi 70 con los que creó una cosmovisión literaria de excelencia. Como el mismo escribió en el libro Páginas íntimas de Autointerpretación: «No sé quien soy, qué alma tengo. Cuando hablo con sinceridad no sé con qué sinceridad hablo. Soy variamente otro que un yo que no sé si existe (si es esos otros) […] Me siento múltiple. Soy como una habitación con innumerables espejos fantásticos que desvían hacia reflexiones falsas una única realidad anterior que no está en ninguna y está en todas». Esta frase quizá resuma con precisión la despersonalización del autor en varias escrituras y biografías, de esos personajes que ilustran un ‘drama en personajes’, gracias al poder de su imaginación.
Todavía recuerdo cómo llegué a Pessoa, gracias a una antología de Ángel Crespo que llevaba por título- El poeta es un fingidor- un verso de uno de los heterónimos, Ricardo Reis: «El poeta es un fingidor/Finge tan completamente/Que llega a fingir que es dolor/El dolor que de veras siente». Crespo y José Antonio Llardent han sido dos de los grandes introductores de la obra pessoana para los lectores en español desde finales de los años 7o y posteriormente en los años ochenta.
El recorrido de la exposición comienza con un espacio dedicado a Pessoa y su heterónimos donde resalta el retrato que Almada Negreiros hizo de Fernando Pessoa en 1964 para introducir al espectador en la figura del poeta y narrador, y la iconografía teórica y plástica de los más relevantes heterónimos con dibujos de Almada de Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos- quizá el más vanguardista de todos- o Bernardo Soares, que escribió el Libro del desasosiego, sin olvidar a otros menos importantes como Coelho Pacheco o Alexander Search, junto a cartas astrológicas a las que era tan aficionado Pessoa.
Asimismo, resulta muy divulgativo conocer el contexto cultural de esa época, con la participación de Portugal en la Gran Guerra, desde alguna pieza de Cristiano Cruz, junto a trabajos de Américo Amarelhe, Amadeo de Souza-Cardoso, Laranjeira o nuevamente Almada Negreiros.
La siguiente estancia se centra en uno de los istmos mencionados anteriormente: el Paulismo, uno de los postulados vanguardistas pessoano que tuvo un reflejo en la publicación de la revista Orpheu, que editaron conjunta Sá-Carneiro y Pessoa a partir de 1915, aunque sólo se editaron dos números supo remover el viejo arte portugués, partiendo del simbolismo que representaba el pintor Antonio Carneiro, del que se exhibe el óleo simbolista La vida, Esperanza, amor, nostalgia, datado en 1899-1901, o también en la herencia que supuso la edición de la revista A Renascença, en el que aparece el poema Pauls de Pessoa, que dio nombre a esta tendencia.
El estilo paúlico engarza con cierto decadentismo pero a la vez por la asociación inconexa de ideas, visible en las creaciones de Amadeo de Souza-Cardoso o de Guilherme de Santa Rita en su pintura Orfeo en los infiernos, fechada en 1917, que murió prematuramente de tuberculosis con 28 años y que ordenó que sus trabajos fueran destruidos.
Dentro del Interseccionismo se agrupan obras muy ligadas a los lenguajes vanguardistas con un hilo conductor como es la superposición de planos en un diálogo con el futurismo. Para Pessoa quizá fuera la simultaneidad mental de la imagen objetiva y la subjetiva en esa serie de sensaciones y percepciones, con una aspiración a la síntesis y exageración de la actitud estática y otro de sensibilidad moderna cercana al movimiento futurista.
Las composiciones de Guilherme Santa Rita que se incluyeron en el número 2 de Orpheu, junto a las obras de Viana y nuevamente las propuestas elegantes de Amadeo de Souza- Cardoso- quizá el mejor y más cosmopolista artista plástico portugués de la segunda década del siglo XX- vinieron a reflejar la multiplicidad y diversidad. Como complemento el contexto cultural de lo que supusieron las artes escénicas, sobre todo en teatro y danza, donde sobresale los bajorrelieves que hizo Almada Negreiros para el cine San Carlos de Madrid, representando a un grupo de marineros y a un grupo de jazz, así como las ilustraciones que elaboró el propio Almada para La tragedia de Doña Ajada, un espectáculo con linterna mágica estrenado en Madrid en 1929, fruto de su estancia y amistad en Madrid con Ramón Gómez de la Serna, con quien preparó la escenografía de Los medios seres.
El Sensacionismo se exhibe en dos salas porque quizá fuera el proyecto estético-filosófico más ambicioso de Pessoa, quien escribió: «la base de todo arte es la sensación», aunque esto fue compartido por un reducido círculo de pintores y escritores que estuvieron en torno a la revista Orpheu. Nuevamente podemos ver la relación entre Viana, Almada Negreiros y Amadeo de Souza-Cardoso, y su relación con Sonia y Robert Delaunay, que se establecieron en el norte de Portugal entre 1915 y 1916, huyendo de la Gran Guerra, y que introdujeron los postulados del orfismo y simultaneísmo, una variante colorista y abstracta del cubismo en numerosas obras expuestas, de las que podemos destacar: Mercado en el Miño y Portuguesa.
Y por último la Modernidad, que introduce al espectador en la llamada segunda modernidad portuguesa, cuyo ideario fue difundido en Revista Portuguesa (1923), en Athena (1924-25) y, sobre todo, Presença (1927-1940), aunque fue un momento de menor proyección que en la década anterior y que se caracterizó por unos lenguajes plásticos más figurativos. A partir de esa década encontramos nuevamente obras de Almada Negreiros, Julio Dos Reis Pereira o la pintora Sarah Alfonso.
Cuando concluyo la visita de esta exposición, que permanecerá abierta hasta el 7 de mayo, recuerdo algunos versos de Álvaro de Campos del largo y luminoso poema Paso de las Horas:»Sentirlo todo de todas las maneras/vivirlo todo por todos lados/ser una misma cosa de todos los modos posibles y al tiempo,/realizar en mí toda la humanidad de todos los momentos/en un solo momento difuso, profuso, completo y lejano.» Julián H. Miranda